El Tribunal Supremo anula la condena a Cacharro por llamar «divo petulante» a un historiador

La Voz LA VOZ | LUGO

GALICIA

10 jun 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

La sala de lo civil del Tribunal Supremo desestimó íntegramente la demanda interpuesta por el historiador Adolfo de Abel Vilela contra el presidente de la Diputación de Lugo, Francisco Cacharro Pardo, por intromisión ilegítima en el derecho al honor. Cacharro fue condenado en 1997 a indemnizar a Abel Vilela en un millón de pesetas y a publicar la sentencia íntegra y a su costa en los dos periódicos provinciales que recogieron el artículo Frustraciones de un divo petulante y narcisista. En él, Cacharro empleaba expresiones como «la frustración personal y política es mala consejera y en esta ocasión le han jugado una mala pasada a cierto divo petulante y narcisita» «Polémica política» La sentencia estima que las consideraciones vertidas por Francisco Cacharro en el artículo, en respuesta a unas críticas del historiador sobre la reforma del Museo Provincial, «se hallan en la polémica política, aunque se refiere a temas artísticos, entre ambos litigantes, que compiten -en aquel tiempo-a cargos políticos». «Lo cual enlaza con otro punto -continúa el fallo-: la proyección pública de uno y otro, políticos en la misma ciudad de Lugo, que califica sus relaciones; se ha dicho y se reitera que en la persona de proyección pública, el honor disminuye, la intimidad se diluye y la imagen se excluye». La sentencia apunta que las expresiones del artículo, «empezando por el propio título (...), denotan un indudable mal gusto que dice más en disfavor de su autor que en demérito de la persona a la que se refiere, pero sin llegar a la categoría de atentado a un derecho de la personalidad». Reacciones Cacharro se mostró satisfecho con el fallo del Supremo. Apuntó que parecía extraño que prosperara por la vía civil, cuando en el artículo no figuraba el nombre del «divo narcisista», aunque todo el mundo sabía quien era. Explicó que el entonces fiscal jefe de Lugo «fue muy voluntario a intervenir, cuando no es algo habitual, y porque se sabía que por la vía penal lo iban a tomar de coña». Adolfo de Abel discrepa de la sentencia en el apartado que hace referencia a que ambos eran personas de proyección pública. Insiste en que la última vez que participó en unas elecciones fue en las locales de 1995. Cacharro, sin embargo, asegura que el historiador, «por aquel entonces, se había presentado a las elecciones como senador; era una persona activa desde su etapa de jefe de política local del Movimiento Nacional, aunque su participación fue poco exitosa, salvo en su etapa en Alianza Popular».