Una gallega contra Bush

SERAFÍN LORENZO WASHINGTON. ENVIADO ESPECIAL

GALICIA

PEPE FERRÍN

La viguesa Conchita Piccioto lleva 21 años apostada ante la Casa Blanca para pedir la paz mundial Cada persona tiene su historia y la de Conchita Piccioto es triste y, posiblemente, injusta. El relato de esta viguesa que lleva 21 años sentada ante la Casa Blanca es una sucesión de agujeros que dejan la razón en el aire, pero que tocan el corazón por pura lástima. Inició su protesta porque el Gobierno de Estados Unidos le arrebató a una hija «comprada» en Argentina. Ahora abandera una cruzada personal contra la prepotencia del país más poderoso. Tal vez poco sea verdad, a fin de cuentas, cada uno cuenta su historia como quiere.

11 jun 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

Conchita es una mancha del Gobierno USA a doscientos metros de la moqueta presidencial. Allí recibe a escolares, turistas y el pan que sobra de las tiendas. Todo empezó en 1963. Llegó a la patria de Lincoln buscando su sueño americano. De buena cuna, familia de médicos, dice que trabajó para la embajada española y la ONU. Todo bien hasta que perdió el hilo de su vida. En 1973. La mujer asegura que ella y su compañero «compraron» a una niña en Argentina, que le arrebataron a los 20 meses. La madeja sigue deshaciéndose y Conchita no atina a aclarar la responsabilidad del hombre que le dio el apellido, Piccioto. Tras muchos avatares, en 1981 decide instalarse ante la Casa Blanca. Empieza con una demanda concreta y acaba con una aversión personal contra la primera potencia. «Aquí estoy, como una Juana de Arco», comenta. Su causa es ahora el bien de la humanidad. Su casa, un tenderete con un parque temático pacifista. Una web (prop1.org/conchita/) pregona su caso. Duerme sentada por temor a que se la lleve la policía. «Por la noche me lanzan rayos magnéticos», revela. Conchita cuenta sus cosas a quien quiera escucharla, pero su deseo es contárselas a Garzón. ¿Y Fraga? «Pídale que hable con Bush, que haga lo que pueda». Conchita sueña y no hace mal a nadie.