«Es difícil sacar conclusiones de un caso tan extraordinario como el de la nigeriana»

MONTSE CARNEIRO A CORUÑA

GALICIA

Enrique Fernández-Miranda, delegado del Gobierno para la Extranjería y la Inmigración Enrique Fernández-Miranda no saca conclusión alguna del caso de Grace Akika, la joven nigeriana que fue tratada como una esclava por un hostelero lucense y, no obstante, decidió voluntariamente regresar con su maltratador. «Es un caso tan extraordinario que resulta difícil ir más allá de las relaciones personales». El político admite que nunca sobran recursos para integrar a los inmigrantes, sobre todo si son parte del círculo vicioso de la prostitución y el tráfico de personas, pero propone una alternativa: «El círculo virtuoso», la filosofía de esa polémica ley que cataloga la inmigración en tres tipos: laboral, de asilo y refugio.

31 may 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

Enrique Fernández-Miranda sacó adelante la ley de Extranjería más polémica de cuantas se recuerdan, luego sus rivales se frotaron las manos con su propuesta para los ecuatorianos ilegales. Vino a defender que regresasen a su país a tramitar los visados. -¿Qué opina del caso de Grace Akika? Parece que algo falló en el dispositivo de ayuda a esta mujer. -Eso no es una pregunta, es una afirmación. Éste caso es tan extraordinario que resulta difícil sacar conclusiones más allá de las relaciones personales. El tráfico de personas es una realidad que hay que combatir por el componente de engaño, presión y de promesa de un trabajo digno que luego no se satisface. Es inadmisible, es un círculo vicioso que empieza con la entrada irregular y continúa con la explotación, la delincuencia de supervivencia y la prostitución. La alternativa es el círculo virtuoso, la distinción clara entre la inmigración laboral, de asilo y de refugio. -Antes de eso, ¿usted cree que los recursos para integrar a inmigrantes como Grace Akika son suficientes o están bien orientados? -Si analizamos caso por caso tenemos la obligación de decir que son insuficientes, pero somos un país con una acogida humanitaria impecable y dedicamos un volumen de recursos muy importante. Hay 38.000 millones sólo para este año. Para que los inmigrantes aprendan nuestro idioma, conozcan nuestras costumbres, nuestras leyes. La ayuda de la sociedad civil es fundamental y las ONG también recibirán 1.700 millones, pero hay que insistir en dos aspectos muy importantes: educar a nuestros niños en ese principio de integración y, entre adultos, recordárnoslos más a menudo. -¿Qué lugar ocupa Galicia en las políticas del Gobierno sobre población inmigrante? -Aquí es reducida, en torno a 26.000 personas. No olvidemos que las grandes concentraciones se producen en Barcelona, Madrid y la cuenca mediterránea. Pero en lo que se refiere a atribuciones del Gobierno (muchas competencias ya están transferidas), Galicia tiene idéntica prioridad que cualquier otra comunidad, en el control de fronteras o en la determinación del contingente. De hecho, antes del verano se celebrará la primera sesión del Consejo Superior de Política de Inmigración y ahí las autononías tienen mucho que decir. -¿Cuál es la disposición de la Xunta para acoger a inmigrantes laborales? -Absoluta, sobre todo por su realidad económica, que crece. Hace siete años teníamos el doble de paro que la media europea, hoy estamos en niveles de 1978. Podemos ofrecer trabajo a terceros países y, estando en Galicia, hay que recordar la tradición de emigrantes. Queremos que éste sea un país de inmigración, porque enriquece y nos ayuda a crecer.