El caos urbanístico devora el paisaje rural

MONTSE CARNEIRO A CORUÑA

GALICIA

XURXO LOBATO

La construcción está dominada por las infraestructuras desproporcionadas y las viviendas sin acabar o «remendadas» A la vista está. Quien quiera que mire. Son las estampas del feísmo rural. Feísmo de fealdad y de pérdida de oportunidades para hacerlo mejor. Dicen los expertos que su origen está en factores sociales y económicos, pero sus consecuencias, sus manifestaciones, imponen la tesis de que lo que aquí ocurre es un trastorno cultural grave. Individualismo, caciquismo y especulación endémica. Galicia se depreda a sí misma. El resultado es un territorio salvaje sin normas, sin propósitos colectivos, pautas estéticas, generosidad ni sentidiño. Lo dijo Manuel Gallego: «Esto sólo pone al desnudo la psicología del individuo». Es el espejo del país. Mírense.

22 may 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

La casa tradicional se fue al garete. Era obsoleta, después cara, y contradecía el espíritu de los tiempos, el desarrollismo, esa fartura que no fue tal ni con los cuartos de la emigración. Pero esperanza había (de conjurar la miseria), querencia por construir (¿quién no quiere casa propia?) y democracia, políticos, dinero en juego y posibilidad de ganar mucho más. La cultura bajo mínimos. El amor a la tierra, la armonía del paisaje, el conocimiento del medio, el aprecio por el árbol eran cosas de otra generación, justo la que se quería superar. Estaba todo por hacer y muchos gobernantes no supieron controlar tanta vehemencia ni crear ideas nuevas. Otros no quisieron. La presión de los tíos gilitos y las exigencias del mercado electoral aconsejaban la permisividad, el amaño. Mandaba la construcción, el negocio a toda costa. La arquitectura había muerto. Los arquitectos también comen. Hoy, invariablemente rodeado de cochambre, el rural se pierde entre carreteras desproporcionadas, torres de alta tensión, cableados, vallas de somier y cajas de cerveza en hilera, letreros luminosos, ahí un taller, aquí una discoteca, allá una granja, al lado el río... Y las viviendas igual. Pazos, mansiones indianas, chalés suizos, pallozas de aluminio, galpones de hormigón, casas-café-bar de piedra-ladrillo-uralita. Y tan bien hechas, tan lógicas, tan en su sitio, tan nuestras, que ni las reconocemos.