La agonía del paisaje gallego

MONTSE CARNEIRO A CORUÑA

GALICIA

La fealdad y el despropósito se han adueñado del paisaje gallego. Actuaciones individuales y públicas lo han convertido en una especie de «far west» en el que todo está permitido bajo la excusa del crecimiento económico.

19 may 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

Medran los eucaliptos, las casas inacabadas, la suciedad, la degradación de los ríos, la arquitectura «popular» de aluminio, las marquesinas multicolores. Conviene una solución. Los expertos hablan de un pacto. Hay coincidencia sobre las causas de lo que se ha dado en llamar feísmo urbanístico y sus manifestaciones. Xerardo Estévez, Manuel Gallego y Andrés Precedo descartan los criterios simplistas acerca del buen o mal gusto de los gallegos, frente a explicaciones económicas y culturales, en las que parece estar el origen del problema. El desarrollismo, en primer término, disparó las expectativas de una sociedad hambrienta que optó por el crecimiento masivo con el favor de la Administración que la gobernaba. La liberalización de las normas, unida a la permisividad de las autoridades, consolidó el lema del todo vale. Las ciudades crecieron sin más exigencias que las especulativas mientras el rural se despoblaba en busca del chocolate suizo. De este contexto derivaron dos consecuencias «gravísimas» para el futuro, según Estévez: «El desprendimiento por parte de la burguesía de su arquitectura estilística, del encargo al arquitecto, y la ruptura en la transmisión de la arquitectura popular con la emigración». Precedo apunta otro factor, la aparición de una nueva sociedad, menos culta que la anterior a la Guerra Civil, con requerimientos de calidad y estéticos nulos. «Se adelantó el avance económico al cultural y esto provocó un desajuste que se manifestó en el territorio». Treinta años después, la filosofía del desarrollismo sigue vigente. También la vista gorda de la Administración y el descontrol. «Hay que correr riesgos, hay que exigir responsabilidades», propone Gallego.