Cuando los fareros guían a camioneros

Pablo González
PABLO GONZÁLEZ CEDEIRA

GALICIA

JOSÉ PARDO

El chófer alemán que se quedó atascado en los acantilados de Candieira dejó el faro tras una semana de turismo obligado Miguel conoce el secreto de las señales en la oscuridad. Se preparó para que los barcos rehúyan los acantilados de Cedeira, pero no para hacer algo parecido con audaces camioneros alemanes como Mandy, que buscaba la ruta hacia San Sebastián y terminó con su camión atascado en el lugar más parecido al fin del mundo. El farero y su familia se despidieron ayer del amigo alemán, después de haberle regalado su hospitalidad durante una semana. «Mandy se fue triste», decía Miguel. Y ligero de equipaje. Ni con plátanos, su carga habitual, ni con guías telefónicas, la mercancía que le llevó a la vía muerta de Punta Candieira.

27 ene 2001 . Actualizado a las 06:00 h.

Punta Candieira es más finisterre que Fisterra. El pie no se separa del freno. La marcha, la más corta. El vértigo es el mejor instinto cuando uno se asoma a los acantilados más altos de Europa. Mandy, el camionero, viene a la cabeza. ¿Cómo decidió bajar esta cuesta imposible con un camión de 17 metros y 40 toneladas de peso por una calzada en la que dos coches renunciarían a cruzarse? Mandy, como un marinero descarriado, quizás buscaba el faro. Y lo encontró. Miguel, el farero, se topó de repente con un enorme plátano a medio pelar que hacía de la cubierta del remolque un homenaje surrealista a Andy Warhol. Entonces llegan las matemáticas y la pericia de Mandy. La explanada del faro tiene 18 metros. El camión, 17. Sólo la persistencia germánica podría lograr que la mole diera la vuelta. El alemán lo consiguió. Miguel lo resume: «Mandy es un gran piloto, pero un pésimo navegante». El camión «varado» Si no fuera porque se le rompió el eje en la primera curva, Mandy se habría ido en busca de la verdadera ruta hacia Hamburgo el mismo sábado que se quedó varado. Pero tuvo que quedarse a oír las rompientes de los acantilados. Los mejillones le daban alergia, pero supo apreciar la cocina de Miguel y Fusa. Su inglés era malo, tan malo como el alemán de Miguel, pero una agenda traductora hizo de intérprete. Mandy no perdió la sonrisa ni cuando le rompió el eje. Se ve en el vídeo que grabó la hija de Miguel. Sólo se puso serio cuando se marchó.