Belén Hernández: «Cada finca abandonada es riqueza que pierde Galicia»

LA GALICIA ECONÓMICA

XOAN A. SOLER

Estudió Ingeniería Agrónoma pensado en sus orígenes, en la explotación vitícola de su familia en La Rioja. Pero conoció a un gallego y se enamoró de Galicia. Tras aprobar las oposiciones a la Xunta, se puso al frente de la Axencia Galega de Desenvolvemento Rural (Agader), hasta que en el 2015 la nombraron gerente del Consorcio de Santiago. Con ese currículo, lo admite: «Soy una privilegiada»

06 jul 2020 . Actualizado a las 21:45 h.

Sí, Belén Hernández Lafuente (Logroño, 1967) es una privilegiada, porque preserva, cuida y gestiona el patrimonio material e inmaterial de Santiago. Pero hizo méritos: «Tengo un buen expediente y soy muy trabajadora», admite. E hincó los codos para aprobar las oposiciones de la escala de ingenieros agrónomos de la Xunta a las que se presentó tras instalarse en Galicia enamorada de un gallego. «Y luego descubrí que me había enamorado de Galicia». Pero su historia empieza lejos, en La Rioja...

-¿Qué le llevó a estudiar Ingeniería Agrónoma?

-Soy de una familia de cosecheros de vino de La Rioja (cosecheros, no bodegueros). Me costó tomar la decisión, porque me gustaba la psicología, el periodismo y las humanidades, en general, pero se me daban bien las ciencias y mi padre me animó a hacer Ingeniería Agrónoma, porque así luego podía trabajar en alguna bodega y compaginarlo con la explotación familiar.

-Pero un gallego se cruzó en su camino...

-Exacto, y hasta hoy. Nos conocimos en Madrid cuando estudiábamos. Él hizo Ingeniería de Telecomunicación y los dos empezamos a trabajar allí, pero un día decidió que quería volver a su tierra. ¿Y qué iba a hacer yo? El amor lo pudo todo y me vine.

-¿Arrepentida?

-A los tres meses de llegar estaba tan enamorada de Galicia como de mi novio.

-Así que decidió quedarse.

-Era la crisis de los años 1992-1994, que fue tremenda, y como aquí no había trabajo, me matriculé en las oposiciones de la Xunta, en la de cuerpos especiales de ingenieros agrónomos, y las aprobé. Fue una alegría. La libertad que te da saber que tienes una plaza y puedes hacer tus planes...

-Y conoció el rural gallego. ¿Fue ahí donde se enamoró de Galicia?

-Me tocó Pontevedra, y sí, fue una experiencia maravillosa. Me asignaron la concentración parcelaria y caminos en la zona de A Paradanta y O Condado, y me enamoré del paisaje, de la gente... Luego surgió la posibilidad de venirme a Santiago y ya me instalé aquí. El tiempo pasa que ni te das cuenta, porque estuve 21 años en la Xunta. Pero yo soy una gran defensora del servicio público y de lo que es de todos, nunca quise irme a la privada.

-¿Como acabó al frente de la agencia Agader?

-Me llamó José Antonio Orza, conselleiro de Economía en el año 2001, para ponerla en marcha, y fue un trabajo apasionante, porque yo adoro el rural gallego. Galicia tiene un potencial rural que, a día de hoy, no hemos sabido explotar.

-¿Es la despoblación el principal problema del rural gallego?

-La despoblación del rural es una pandemia global y Galicia ni siquiera es la más afectada. Y a nivel productivo, tenemos el problema de la fragmentación de la propiedad. Galicia tiene cerca de 12 millones de parcelas en el catastro de rústica, que es lo mismo que tiene Castilla y León con el triple de superficie, y de un tamaño tan mínimo que le resta productividad.

-¿Cuál es su potencial?

-Yo no he visto crecer en ningún sitio la madera como aquí. Y la leche, la huerta, el sector del vino... Si fuésemos capaces de sumar fuerzas y explotarlo en grandes extensiones de terreno y de una manera profesionalizada...

-¿El talón de Aquiles es, entonces, el minifundismo?

-El minifundio es el problema estructural de Galicia, no tengo ninguna duda. Cada vez que renunciamos a saber dónde están las fincas de los abuelos, renunciamos a un trozo de Galicia que podría generar riqueza para todos. Es una irresponsabilidad colectiva de la no somos conscientes y que no podemos permitirnos, porque cada finca abandonada es riqueza que pierde Galicia..

«Compostela no sería la misma sin la existencia del Consorcio de Santiago»

 En el 2015 le dio un giro a su carrera y se colocó al frente del Consorcio de Santiago.

-¿Y esa vuelta de tuerca?

-Me lo pensé mucho, la verdad, pero me pareció que el proyecto era muy atractivo y que si rechazaba el privilegio de trabajar para una ciudad como Santiago, acabaría arrepintiéndome.

-¿Cuál es su función?

-Es el punto de encuentro de las tres principales Administraciones del país, (es decir, el Gobierno de España, la Xunta de Galicia y el Concello de Santiago), para cuidar, preservar y potenciar el patrimonio histórico y cultural de la ciudad. Que tres Administraciones se sienten en una mesa para discutir iniciativas para Santiago ya da una idea de lo excepcional que es Compostela. Ceden recursos financieros para, entre todos, poner en marcha proyectos para la ciudad.

-¿Los más importantes?

-Hubo una primera etapa muy importante de dotaciones, porque Compostela no sería la misma sin la existencia del Consorcio de Santiago. Del Consorcio es el Multiusos de Sar, el Palacio de Congresos, la finca de Vista Alegre, la finca Simeón, la reforma de Belvís, el parque del CGAC, el parque de Bonaval, parte del periférico... Dotó a la ciudad de todo aquello que le faltaba, y por otro lado, tuvo un papel fundamental en el estado de conservación del casco histórico, tanto a nivel monumental, como a nivel de vivienda y locales privados. También hubo una fuerte apuesta cultural, aunque ahora más reducida, pero tenemos exposiciones y una línea de publicaciones muy consolidada. Y desde el 2001 tenemos también la gestión de la orquesta, la Real Filharmonía de Galicia.

-¿Cuál es el secreto para trabajar con tres jefes?

-Yo creo que ser leal y honesta a todos por igual y una cercanía equidistante a todos ellos. Me siento muy agradecida y honrada de la confianza que mis jefes y las distintas Administraciones me han mostrado estos años.

-¿Su proyecto estrella?

-Los proyectos aquí son siempre sumando más instituciones, lo que les da un valor añadido. Pensando en el Xacobeo, la rehabilitación de Bonaval, pero también estoy orgullosa de la adquisición de la colección Maside, y poder disfrutar de la fibra en la ciudad histórica.