Dos grupos se interesaron por el hospital en los últimos tiempos; Ribera Salud ya hizo una oferta hace 8 años con las bendiciones de la Xunta, aunque la familia Silveira no quería por entonces desprenderse del centro

Ángel Paniagua
Periodista especializado en sanidad. Subdelegado de La Voz de Galicia en Vigo.

Fue una manifestación diferente. La amenaza de un ERE para despedir a 1.200 personas sobrevolaba Povisa aquella lluviosa mañana de hace nueve años. En medio de los cientos trabajadores que se concentraban ante el centro de la calle Salamanca se encontraba, discretamente, el consejero delegado del hospital, que firmaba el mayor expediente de regulación de empleo de la historia de Vigo. «No amenazamos, nos obligan, nosotros no queremos, pero nos obligan», exponía, visiblemente enojado, José Bernardo Silveira Martín, un hombre de maneras exquisitas. Ese 8 noviembre del 2010 todavía no había negociaciones para vender Povisa, que han culminado esta semana con el traspaso del hospital a la aseguradora norteamericana Centene Corporation, a través de su filial Ribera Salud. Pero, de alguna manera, ese mes tormentoso desencadenó todo lo que vino después. También su venta.

En diciembre del 2010 caducaba el concierto con el Sergas y ni permitía más prórrogas ni se había empezado a negociar uno nuevo. Como el año concluía sin tener eso resuelto y la actividad pública era el 80 % del negocio de Povisa, el consejo de administración aprobó un ERE para despedir al 80 % de la plantilla. Se hizo público un jueves, el día que se reúne el Consello de la Xunta. «Espero que non se utilice á plantilla en contra de ninguén», acusó Alberto Núñez Feijoo, que explicó que Povisa quería más dinero. Una semana después, Silveira también se manifestaba. Desde que es presidente, Feijoo ha visitado varias empresas de Vigo, entre ellas varias clínicas. Nunca ha ido a Povisa.

Protesta contra el ERE del 2010
Protesta contra el ERE del 2010 M. MORALEJO

La Xunta desmontó el ERE -y la supuesta presión- gracias a un vericueto legal para forzar a Povisa a seguir atendiendo a casi 140.000 personas del área de Vigo. Ese ardid fue una prórroga forzada «por razones de interés público», de manera provisional, mientras negociaban. Se pasaron así cuatro años.

Llega Ribera, la Xunta aprueba

No es casualidad que en ese tenso contexto apareciese Ribera Salud. En el año 2011, Alberto de Rosa, que sigue siendo consejero delegado, lanzó una oferta para comprar el hospital privado vigués, explican fuentes del sector. Esa oferta contaba con todas las bendiciones de San Caetano. La conselleira Pilar Farjas la conocía y su número dos, Rocío Mosquera, que luego la sustituyó, también. Ribera es hoy de la norteamericana Centene, pero había nacido al calor de las antiguas cajas de ahorros en los tiempos de expansión, con Bancaja y la CAM al frente, y había hecho negocio gestionando la sanidad pública de Valencia, con Zaplana y Camps. De aquello solo queda el 10 % que heredó el Sabadell.

Povisa rechazó de plano la oferta de Ribera Salud. Los Silveira no pensaban vender. Ni de lejos. Habían desembarcado en el hospital en 1996, procedentes del mundo marítimo. Rescataron el centro sanitario cuando estaba en la quiebra. Pero Povisa no era exactamente un negocio. Dentro de un emporio como Nosa Terra XXI, lo que daba -y lo que da- dinero eran las navieras y Remolcanosa. Povisa daba presencia, influencia social y prestigio. Pero desde el punto de vista estrictamente económico, no lo necesitaban. Es un análisis en el que coinciden varias fuentes.

No querían irse de Povisa, aunque podían. En el hospital trascendía con frecuencia que había ofertas para adquirirlo. El centro era una rara avis en el mundo, que ha empezado el siglo concentrándose y reconcentrándose en grupos cada vez más grandes. En una reunión con el comité de empresa en aquellos años, Silveira, cansado por tantos problemas, llegó a afirmar: «Tengo cinco compradores». No eran ni siquiera ofertas. Eran más bien tanteos. Llamadas. Como se decía a menudo, se tomaban con cierta incredulidad.

Pero cuatro años en situación de provisionalidad es demasiado tiempo. Ni siquiera la mediación de Ana Pastor ablandó a la Xunta. Sin poder subir ni bajar, en el hospital se hicieron EREs parciales, despidos ejecutados y otros anulados, recortes, se congeló el convenio laboral, se intentó imponer el provincial con rebajas salariales del 40 % (lo paró el juzgado). Etcétera. Y muchas protestas. Pero ningún paciente percibe un hospital como una empresa, así que Povisa mantuvo su prestigio entre sus usuarios y se cuidó de preservar la calidad con premios y acreditaciones.

Firma del concierto del 2014
Firma del concierto del 2014

Hasta que los propietarios firmaron el concierto con el Sergas. Fue en agosto del 2014 e internamente, el sorpresivo viaje en coche de Silveira a Santiago causó cierto asombro, porque asumió un contrato que hasta el momento no le había servido.

Dos grupos interesados

Lo que sí confirman las fuentes del entorno del hospital es que por esa época algo cambió y la familia decidió abrirse a una posible venta. Del 2014 datan las primeras conversaciones formales para deshacerse de Povisa. Esto no quiere decir que las negociaciones que han culminado esta semana comenzasen ahí. Pero en este tiempo sí hubo ya, por así decirlo, una escucha activa. Es algo que trascendió en los grandes grupos del sector, donde Povisa siempre había sido apetecible por su inédito tamaño.

Al menos dos grupos se interesaron por Povisa desde entonces. Fueron Ribera Salud y Quirónsalud. El primero se tomó en serio la adquisición del mayor hospital privado de Galicia cuando Centene adquirió la mitad de su capital, en el 2014. Quirón, fruto de la integración con IDC, es el mayor grupo sanitario privado de España y tiene cuatro hospitales en Galicia.

Oscar Vázquez

El nuevo concierto con el Sergas introdujo un cambio fundamental: Povisa dejó de cobrar por la actividad que hacía y pasó a ingresar una cuota anual por cada paciente que tiene asignado, llamada cápita. Teniendo que gestionar eso, Povisa solo ha declarado pérdidas, y van 18 millones. Pero en la Xunta nunca se las han creído del todo. Por eso, la entrada del hospital en preconcurso de acreedores hace justo un año dejó boquiabierta a la Consellería de Sanidade. Le ocurría como con las ofertas -o tanteos- que el hospital ha recibido a lo largo de los años: de tanto oírlo, no lo escuchaba. Creyó que era una estrategia, pero las pérdidas eran reales.

Los tres últimos meses del 2018 fueron de infarto. El hospital culpó de su agujero financiero y de su insolvencia al Sergas. El organismo aceptó cambios en el concierto que harán que Povisa cobre entre 3,4 y 4,4 millones de euros más cada año, según un análisis del Consello de Contas. Así lo encontrarán sus nuevos dueños.

Porque en la época del preconcurso ya se estaba negociando la venta del hospital, según confirman a La Voz fuentes del sector, pues en Madrid se conocían esos movimientos. Las negociaciones con Ribera Salud duraron alrededor de un año con cierta intensidad. Algunos médicos oyeron rumores hace un mes; pocos lo creyeron. Pocos la creyeron. De nuevo: se había repetido tanto que los oídos estaban inmunizados. Silveira informó al conselleiro de Sanidade, Jesús Vázquez Almuiña, hace un par de semanas, de que la operación estaba casi cerrada.

Oscar Vazquez

La Xunta apuntó esta semana que había pedido información a Povisa ante la noticia de La Voz sobre su inminente venta, publicada el domingo pasado. Pero ya la conocía y tenía prevista la reunión con el comprador y el vendedor. La transacción se cerró esta semana por unos 22 millones de euros. Esta vez era real.