«En día e medio pescamos 30 toneladas de bonito co cebo vivo»

E. Abuín REDACCIÓN / LA VOZ

LA GALICIA ECONÓMICA

MARIA ISABEL LORENZO

Francisco Fernández, patrón de pesca, recuerda que, aunque ahora toda la flota faena con curricán, Galicia tuvo barcos que capturaban túnido con carnada

30 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Hasta que Óscar Carreño al frente de su flamante nueva adquisición, el Madre Consuelo, decidió participar en la costera del bonito arrancando desde el principio con la técnica del cebo vivo, no había embarcación gallega alguna que practicase esa modalidad de pesca tan arraigada en el País Vasco y Cantabria. Ahora bien, en A Mariña, profesionales y, sobre todo, exprofesionales de la pesca, e incluso descendientes de estos, se llevaron las manos a la cabeza cuando el barco se arrogó el hito de ser pionero en Galicia en realizar toda la campaña del túnido con esta modalidad. Es el primero en retomar esa modalidad pesquera para Galicia, puntualizan desde la parte de costa que bebe del Cantábrico, pero para nada el primero gallego que emplea carnada en lugar de señuelo.

Lo sabe Concha Pino, que recuerda cómo ella y su hermano correteaban en los sesenta por la cubierta del Hermanos Manzano, el barco de su padre, entre las piscinas reservadas para mantener con vida los peces con que después atraerían al túnido hacia las cañas. Y cómo le parecía de lo más bonito observar a las anchoas, xoubas y chicharros nadar en círculos en los viveros que había en el barco. Cierto que la tripulación del Hermanos Manzano no hacía toda la costera con cebo vivo, pero sí una parte de ella.

Lo mismo que el Hermanos Quitanero, en el que trabajó Francisco Fernández. Este sitúa a mediados de los cincuenta el inicio de la pesca de bonito en Galicia con esta técnica. Barcos de Foz, de Burela, de Espasante... «Facían un viaxe ou dous á cacea», cuando el bonito estaba todavía por la zona de las islas Azores, y «polo mes de Santiago xa pescaban con cebo vivo». Una modalidad que a Francisco Fernández, que se jubiló como patrón de un pincheiro, le fascina. «Unha vez, en día e medio pescamos 30 toneladas de bonito», recuerda.

Por más que sea laborioso «encarnar as canas unha a unha». Por más que a veces se tarde 3 o 4 días en obtener el cebo que guardar en los viveros para pescar el túnido. Por más que hay que esforzarse en mantener con vida la carnada. Por más que se precisa que esté «moi bo tempo». Por más que a veces haya que andar de día al bonito y al cebo de noche... «É o oficio que máis que gusta», sentencia Fernández.

Pericia

Un oficio bonito, pero laborioso, que requiere una pericia que solo se adquiere practicando. «Para pescar con caña hai que saber». No es como hacerlo desde el muelle, «é moi distinto». De hecho, este patrón focense retirado dice que antes era impensable «que che desen unha cana nada máis subir ao barco». Había que ganársela. «Aprender o oficio». En esa laboriosidad está, a juicio de Francisco Fernández, una de las claves de que se perdiese en Galicia esa técnica.

El último gallego en emplear esta técnica fue el Pepín, de Burela, allá por los años noventa Eso y que las generaciones se fueron pasando paulatinamente al pincho y a la merluza. Así es que, a partir de los noventa, ya casi ningún barco gallego se dedicó a la pesca de bonito con cebo vivo. Todos generalizaron la cacea o curricán, una modalidad que sustituye la carnada por señuelos y las cañas por una línea con anzuelos. El último en llenar piscinas de bocartillo, parrochas y chicharrillos para el bonito fue el Pepín de Burela. «Foi o último galego que andivo ao cebo vivo». Hasta ahora, cuando el Madre Consuelo trata de recuperar para la comunidad esa modalidad de pesca del túnido.

Eso sí, tanto el patrón, Óscar Carreño, como la tripulación se confiesan abiertamente novatos, sin más relación con la pesca de bonito con caña y carnada que la que practicaban al borde del muelle o de las rocas para sacar cuatro robalizas o cinco fanecas.

Pesaje a ojo

Francisco Fernández estaba tan bregado en la pesca de este atún que incluso era capaz de pesar a ojo. «Cen bonitos viñan sendo mil quilos». Eso en verano, porque también recuerda que en otoño, a finales de septiembre o principios de octubre, a la altura de la Estaca de Bares, se podían capturar ejemplares de 20 o 25 kilos. De esos que ahora se ven pocos. En parte porque desde hace un par de años la cuota no da para estar pescando a esas alturas del año.