Purín, oro negro de las granjas gallegas

Xoán Ramón Alvite Alvite
X. r. alvite REDACCIÓN / LA VOZ

LA GALICIA ECONÓMICA

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Las explotaciones se ahorran 65 millones de euros empleando el purín como abono

20 feb 2019 . Actualizado a las 09:01 h.

Las vacas gallegas producen cada año algo más de ocho millones de metros cúbicos de purín. Una enorme cantidad de residuos que, lejos de constituir un problema ambiental, se convierten en un recurso altamente beneficioso para los agricultores y ganaderos gallegos. De hecho, las explotaciones llevan años dando pasos para mejorar su gestión y aprovechamiento como fertilizante de las fincas.

Tal y como confirman diferentes estudios, el purín vacuno tiene elevados porcentajes de nitrógeno, fósforo y potasio, nutrientes esenciales para los cultivos de hierba y maíz, mayoritarios en este momento en Galicia.

Un metro cúbico de purín, apuntan investigadores del Centro de Investigacións Agrarias de Mabegondo (CIAM), referencia a nivel europeo en el estudio de valorización de los purines, tiene un valor medio de ocho euros si se compara con el que los mismos nutrientes tendrían en forma de abono químico. Esto supone que las deyecciones de las 550.000 vacas que hay en Galicia tienen un reflejo económico superior a los 65 millones de euros, que es lo que se gastaría el agro de la comunidad en costear esa aportación de nutrientes sobre el terreno si tuviera que obtenerla de otros preparados industriales.

No es una cifra despreciable. Ni mucho menos. Y es precisamente la que explica el creciente interés de las granjas gallegas por disponer de fosas lo suficientemente grandes como para poder almacenar el purín durante, al menos, un período de seis meses. «O ideal é dispor dunha capacidade de almacenamento mínima duns 18 metros cúbicos por animal contando con foxas que se baleiren dúas veces ao ano coincidindo coa fertilización das praderías e, posteriormente, daquelas leiras nas que se vaia sementar o millo», apunta Manuel Rodríguez, ingeniero técnico agrícola quien insiste también en la necesidad de que todas las fosas deban estar cubiertas o que se separe, en la medida de lo posible, también el agua procedente de la limpieza de las instalaciones. «A calidade do xurro depende da súa porcentaxe de materia seca polo que evitar o exceso de auga supón aumentar significativamente a cantidade e calidade dos seus nutrientes».

Pozos de veinte millones de litros

Disponer de un purín de la mayor calidad posible se ha convertido en una de las principales premisas que rigen en muchas explotaciones lácteas gallegas, que no han dudado en realizar cuantiosas inversiones para ampliar o construir nuevas fosas. Así, por ejemplo, ya pueden verse por la comunidad pozos de purín con capacidades superiores a los 20 millones de litros, inimaginables hace tan solo unos años. Es el caso, por ejemplo, del levantado en la cooperativa SAT Busto-Corzón, de Mazaricos, que con una capacidad de 21 millones de litros es uno de los más grandes de Galicia

Su precio, rondó los 250.000 euros y permite almacenar las deposiciones de sus 850 animales, entre vacas en ordeño y recría, durante varios meses. «A nosa intención é a de aplicar xurro unicamente nos meses de abril e outubro coincidindo coa implantación das praderías e a sementeira do millo. De aí a necesidade de contar cunha foxa o suficientemente dimensionada», explica José Manuel Fernández Villar, uno de los tres socios de esta entidad, que ha multiplicado por cuatro la capacidad de almacenamiento de la que disponían hasta el año pasado.

Tanto el purín como su utilización como fertilizante llevan años sometidos a numerosos controles administrativos y técnicos que van desde las dimensiones de las fosas que lo albergan hasta las condiciones climatológicas en las que debe o no aplicarse. Galicia dispone desde hace veinte años de un código de buenas prácticas agrarias que, por ejemplo, establece las condiciones en las que este debe esparcirse en caso de tierras próximas a cauces de agua, en períodos de lluvias intensas o en terrenos con pendiente. Además, las granjas más grandes que realicen ampliaciones deben someterse a un informe de incidencia ambiental por parte de la Xunta que analiza el impacto que sobre el entorno tienen las mejoras previstas.

Es cierto que todavía quedan por clarificar temas que preocupan tanto a la ciudadanía como las distancias de aplicación a las viviendas o la obligatoriedad de inyectar el purín que, con el fin de reducir las emisiones de amoníaco a la atmósfera, aconseja la Unión Europea. En este último caso, las explotaciones gallegas se benefician de una moratoria de dos años establecida por todas las comunidades de la cornisa cantábrica.