Cuarta generación de una familia dedicada al mar, este «artesano del pescado» acude de madrugada a los muelles antes de montar el puesto con calma, en función de los colores y el tamaño de las piezas
24 feb 2019 . Actualizado a las 22:55 h.Es pescadero. «Sí, pero me veo más como un artesano del pescado. Me encanta filetearlo. Soy de cortes limpios, porque no se debe serrar mucho. El cliente cada vez es más exigente», comenta Marcos Rabina Vázquez, cuarta generación de una familia que lleva salitre en la sangre. A finales del XIX su bisabuela se dedicaba a la venta ambulante de pescado y tuvo su primer puesto en San Agustín. En 1910 su abuela ya vendía en la plaza de Lugo y su abuelo era marinero. Su padre, José Manuel, amplió el negocio a principios de los ochenta con un almacén de exportación de pescados y mariscos. «Ya de pequeño iba con él a la lonja de Muros. Mi padre es mi padrino en este mundo. Siempre en casa la conversación era sobre este sector. Un buen día me vi detrás del mostrador en el mercado... Tenía 17 años y no me gustaba demasiado estudiar», recuerda este exalumno del Obradoiro. Ahora tiene 36, aunque parece más joven, y ya lleva casi dos decenios en la plaza. «Las placeras mayores me han visto crecer. Todo el mundo me dice que parece que tengo menos años», reconoce sonriente.
Redes y redes sociales
Charlamos en el Culuca. Son las seis de la tarde. «Me gusta el mundo de la cocina, la gastronomía... Disfruto comiendo y aprendiendo de los profesionales. En el poco tiempo libre que tengo acudo a restaurantes o mercados», resume. Dice que a las cinco de la mañana va al puerto. «Voy al almacén donde clasificamos los pescados, y a la lonja. Poco después de las siete me acerco a la plaza porque me gusta montar el puesto con calma en función de los colores y el tamaño de las piezas», comenta. El otro día me fijé en la obra de arte efímera que cada mañana forma con los productos que despacha. «Soy perfeccionista, que es un defecto y una virtud». Pero Marcos, además, es el manager de la empresa familiar, de Pescados Rabina. «Quizá lo de community sea mucho. Hago las fotos y los posts en las redes sociales. Busco información en Internet y pregunto a expertos. Funciona. Vendemos bastantes pescados y mariscos gracias a Instagram», asegura este hombre que siempre está entre redes sociales y redes de pesca. «Cuando no estoy con Internet voy a buscar pescado a Laxe, Ribeira, Burela o Malpica. Es fundamental el contacto con el marinero, porque nuestros clientes demandan la máxima calidad. Siempre buscamos que nuestro producto sea el mejor. A mí un pescado no me engaña», sentencia.
Ostras del norte y del sur
Jugó en el Ural y en el Imperátor. Coincidió con Nano, que sería futbolista profesional. Está casado y prolonga el «noooo» cuando le pregunto si tiene hijos. «Aunque nunca duermo más de cinco o seis horas, estoy muy bien como estoy», analiza sonriente. Dice que su sueño sería ir a Japón a aprender. Admira lo que hicieron los vascos para promocionar su gastronomía. «Aquí tenemos el mejor producto y la mejor generación de cocineros, y habría que aprovecharlo. Lo mismo sucede en el mercado, me gustaría que se programasen más actividades. Lo echo en falta como placero y como coruñés», reflexiona Marcos. Recuerda cuando uno de sus ídolos, Iván Ferreiro, ofreció un pequeño recital en el mercado. «Mi grupo favorito es Pearl Jam, incluso los fui a ver a Trieste a un concierto. También me gustan The Who, que los vi en Madrid», recuerda con emoción. Dice que el sabor del caldo de una centolla macho es insuperable y asegura que con un besugo a la brasa y un buen vino blanco es feliz. Antes de despedirnos me avanza algo de su ponencia en el Fórum Gastronómico que se celebrará dentro de dos semanas. «Vamos a apreciar las diferencias entre una ostra de las Rías Baixas y otra, por ejemplo, de Espasante, de las Rías Altas. La distinta salinidad, cómo una es más carnosa que otra...», destaca Marcos, un artesano del pescado de rostro juvenil.