Harriet Constable: «La música de Vivaldi fue compuesta en secreto por cientos de niñas huérfanas»
FUGAS
La musa olvidada del compositor. Harriet Constable rescata la figura de Anna María della Pietá, clave en la obra del autor de «Las cuatro estaciones»
15 nov 2024 . Actualizado a las 17:08 h.Los libros de historia llevan miles de años enalteciendo la figura del célebre violinista Antonio Vivaldi. Pero la memoria colectiva y los escritos se han olvidado de quienes lo acompañaron y, en algunos casos, incluso fueron artífices de su música. Hasta que un hallazgo azaroso llevó a la periodista y documentalista londinense Harriet Constable a rescatar la figura de Anna María della Pietà, una de las mejores violinistas de su siglo y musa de Antonio Vivaldi. La violinista no solo permite descubrir algunos de los capítulos más ocultos de la historia de la música, sino que esta novela es capaz de trasladar al lector directamente a las calles de la Venecia del siglo XVIII. Las páginas de Constable suenan. Su prosa se escucha. A través de los gritos de los gondoleros, del quehacer de los limpiabotas, de la música de los Ospedalle (entidades dedicadas en la ciudad italiana a acoger a menores abandonados en los que las niñas y mujeres recibían una intensa formación musical). Y precisamente estos lugares parecen haber sido mucho más determinantes en la música de Vivaldi de lo que muchos se piensan.
—El libro refleja qué eran los Ospedalli, lugares que fueron determinantes en Venecia entre los siglos XVII y XVIII y que, sin embargo, han sido unos grandes desconocidos.
—Han pasado más de 350 años y parece que solo somos capaces de recordar un nombre, el de Antonio Vivaldi. Y creo que este genio creativo ha acaparado demasiado el espacio. Hemos olvidado los nombres de las cientos de niñas que, sin lugar a duda, ayudaron a este genio creativo a componer su música, sin las cuales él no habría sido capaz de construir todo este cuerpo creativo musical. Las niñas que vivieron en el Ospedale della Pietà no se limitaron solo a recibir clases de Vivaldi, sino que fueron una pieza fundamental en la creación de su música. Se han conservado cartas de algunas de ellas, en las que contaban que habían compuesto música para él en secreto. Entre todas ellas destacaba una, Anna Maria della Pietà, la favorita de Vivaldi, cuyo nombre aparecía en las críticas de los conciertos, donde comparaban su talento al de su maestro.
—Eres música y eso se nota en la novela. Hay libros que se pueden oler o sentir. El tuyo se puede escuchar. Estuviste viviendo en Venecia una temporada para documentarte, ¿el sonido ambiental fue una de tus grandes obsesiones?
—Eso que dices me recuerda que, hace poco, estuve en un festival literario y al final de la presentación se me acercó una mujer y me contó que era sorda, por lo que nunca había podido escuchar música. Y me dijo que, leyendo el libro, tuvo la sensación de que por fin había tenido esa posibilidad de escuchar música. Efectivamente, creé una lista de reproducción para el libro que utilicé también para ese viaje que hice a Venecia para moverme por sus calles, para cruzar los canales, para tratar de ponerme en la piel de Ana María. También cada día antes de comenzar a escribir escuchaba las Cuatro estaciones de Vivaldi para ponerme en el estado mental necesario.
—También has tomado clases de violín para, tal y como tú misma explicas, notar ese dolor físico que sentía Ana María.
—El tema de las clases de violín fue divertido porque se me da fatal. Tocar el violín es durísimo y me generó bastante frustración. Tuve la oportunidad de experimentar el dolor que implica intentar tocarlo. Ana María era un prodigio y se enfrentaba a ese instrumento de manera más fluida y natural. Imagino que para ella el encuentro con el violín fue como encontrar su alma gemela. Para mí, sobre todo, implicó conocer el dolor.
—¿Cómo crees que tu historia refleja la lucha de las mujeres en la música?
—Esta es una pequeña historia de la gran historia. Las cosas están empezando a cambiar porque nos damos cuenta de la importancia de estas historias. El hecho de que averigüemos ahora que un grupo de pequeñas huérfanas; algunas con discapacidades, otras con cicatrices o con problemas físicos; ayudaron a Vivaldi a dar lugar a todo este cuerpo creativo cambia nuestra percepción. Y también cambia la percepción de nuestras posibilidades a futuro. Porque nos lleva a plantearnos si estas niñas, con todas las limitaciones que tuvieron en aquella época, fueron capaces de crear esta música magnífica, ¿de qué no somos capaces hoy en día?