José Luis Sastre acaba de publicar «Frases robadas»: «Hay cosas que un padre y una hija siempre mantendrán ocultas»
FUGAS
Es la primera novela del periodista en la que quiere darle valor al tiempo que nos queda, sobre todo, si es limitado
28 sep 2024 . Actualizado a las 10:35 h.Un padre a punto de morirse le pide a su hija que haga algo por él. Entre medias, unas últimas semanas juntos en las que ambos empiezan a conocerse de verdad. Frases robadas, la primera novela de José Luis Sastre, una de las voces más destacadas del periodismo actual, es un relato emotivo sobre la memoria, la dignidad y la muerte. «Pero para mí el tema no es la muerte, sino al revés. Como ejercicio literario me interesaba ponerme el reto de encajarlo en un momento no solo crítico, sino de gran complicidad y de una sensibilidad muy particular. Porque todo lo que le dices a alguien cuando le queda poco de vida está envuelto de trascendencia. Me interesaba contar las cosas que nos remueven y que nos hacen valorar, más que la vida, el tiempo que vivimos», señala el autor.
—¿Por qué has tardado tanto en escribir este libro?
—Creo que cualquier periodista, o la mayoría, tiene el impulso o por lo menos la duda de si algún día se atreverá con un libro. A mí me rondó durante muchos años, pero por los horarios, por la multiplicación del trabajo y demás, abandoné la idea. Y al empezar a escribir las columnas, al cabo de un tiempo me contactaron las editoriales, di con un editor con el que encajé, me generó un clima de confianza, respetando mis tiempos, que escribiera aquello que me apeteciera, y dije: «Voy a probar».
—No es autobiográfico, pero tiene mucho de ti.
—No es autobiográfico, porque no me ha ocurrido, pero lo he ido tejiendo de muchos elementos que sí me han ocurrido a mí, que he visto o que he leído, que me han marcado de alguna manera. Hay mucho de mí en ese libro. Dijo en la presentación Àngels Barceló que el libro soy yo, y muchas veces eso lo ves cuando te lo dicen o se juzga mejor desde fuera. También se dice que en una primera novela se pone mucho de cada uno, y seguro que ha ocurrido eso.
—A mí me ha pasado como a la protagonista con las frases de su padre, iba leyendo como si lo escuchara en tu voz.
—Me lo dicen mucho, porque, además, yo, para bien o para mal, tengo un estilo muy particular. Nos pasa a muchísima gente, que tenemos un estilo que va en nuestra forma de expresarnos, de hablar... La radio que hago, o el estilo que tengo, es una manera concreta de ordenar las palabras, y eso me ocurre cuando hablo, y también cuando escribo. Me lo ha dicho mucha gente, que escuchan mi voz contándoles el libro, aunque es femenina. Bienvenida la literatura, que nos permite este juego.
—A pesar de que es un tema duro, no es triste.
—Yo no quise nunca escribir una novela triste. Me puse el reto al revés: escribir una novela que pudiera ser luminosa, de darle luz a aquellos elementos, quizás pequeños, que, como forman parte de nuestro día a día, no les damos importancia, y que juntos componen una vida que merece la pena vivir. Quería hacer una reivindicación de eso, de una vida digna de ser vivida, pero es verdad que puesta en un momento crítico. Hay un momento en que la protagonista siente la obligación de sentir tristeza y, sin embargo, no la siente. Al revés, lo que siente es satisfacción por hacer las cosas bien hechas y por estar en paz consigo misma.
—¿Cómo es posible que en un momento duro, como es que un padre, que se muere y que le pide a la hija que entienda que quiera morir con dignidad, se encuentre la alegría de vivir?
—Es el objetivo de la novela. Yo quería escribir, no sobre la muerte, sino sobre el vínculo entre un padre y una hija, y cómo ese vínculo celebra lo bueno que han vivido. No quería una novela triste, sí conmovedora. No de hacer llorar, sino que te moviera alguna emoción por dentro.
—Es inevitable ponerse en la piel de la protagonista.
—Pero creo que, por mucho que creamos que tenemos la respuesta decidida y clara, hasta que la vida nos ponga en esos momentos, no sabremos cómo reaccionaremos de verdad.
—Pero menudos dilemas que planteas...
—No me he planteado hacer una novela moral, pero es evidente que fluye en mí el hecho de haber leído a muchos autores que hablaban de la moral, especialmente a Albert Camus, que es el autor que más me ha marcado desde era adolescente. Él, que era un existencialista, planteaba muchas veces dilemas morales. No quiere decir que yo haya hecho lo mismo, estoy a años luz de acercarme a una figura así, pero es evidente que lo que yo he leído se refleja en lo que acabo escribiendo.
—Tenías muy claro que la historia era entre un padre y una hija.
—Exacto, y en la voz de la hija. Eso lo tenía claro desde que imaginé la historia.
—A pesar de que era un reto.
—Sí, claro, es un reto hablar en una voz que no es la tuya, y más si es femenina para mí. Pero tenía claro que tenía que ser así, y que los personajes principales, el padre y la hija, no tenían nombre. No es una novela autobiográfica, pero, si mi hija mayor no fuera chica, quizás no lo hubiera tenido tan claro.
—Crees que ese padre y esa hija no se conocen del todo hasta esa última semana.
—Creo que esas últimas semanas se conocen en registros que hasta ese momento decidieron mantener ocultos, y que cuando los van a abrir temen que ya sea demasiado tarde. También creo, y eso se habla en la novela, que hay cosas que un padre y una hija siempre mantendrán ocultas. Es una categoría particular, no es amistad, no es compañerismo, hay un amor y una confianza que no se pueden comparar con nada más, que no significa que no haya discreción o secretos de esa relación.
—Él tiene un control de lo que le cuenta, de lo que no...
—Y ella también. Pero creo que pasa en la vida real entre padres e hijos.
—Hoy estás al otro lado, te voy a poner en una tesitura. ¿Qué te gustaría que dijeran de ti cuando ya no estés?
—A mí me gustaría que, si les preguntaran, más que dar una idea general, recordaran momentos concretos que nos hubiéramos reído y pasado bien.