Arsuaga y Millás: «Las mujeres han seleccionado hombres cooperativos y que les dieran placer»

FUGAS

Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás
Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás Jeosm

«Nuestra especie es única porque tiene el sexo siempre a la vista», explica esta extraña pareja, que en su último libro, «La conciencia contada por un sapiens a un neandertal», nos descubre los misterios del cerebro: «El tamaño no importa»

27 sep 2024 . Actualizado a las 12:40 h.

Arsuaga y Millás son ya una pareja de hecho. De hecho, dicen, se reconocen más en Jack Lemmon y Walter Matthau que como don Quijote y Sancho. Los dos llevan mucho camino juntos y han arrasado con la trilogía en la que nos explican el mundo. Ahora acaban de presentar La conciencia contada por un sapiens a un neandertal, que pone fin a su fructífera relación, después de que nos hayan relatado la vida y la muerte. Esta vez se adentran en el cerebro humano para hurgar en el yo y enseñarnos, por ejemplo, lo difícil que resulta reconocerse en el espejo. Eso nos hace únicos. Como únicos son ellos: Arsuaga y Millás, esa extraña pareja, que para tranquilidad de los lectores tengo que desvelarles que realmente sí son amigos.

 —Después de leer el final de este último libro, que cierra toda vuestra historia, tengo que haceros una pregunta «First Dates». ¿Millás, tendrías otra cita con Arsuaga?

Millás. ¡Hombre, sí! Espero que sí. Una vez que hayamos descansado uno del otro, dentro de tres o cuatro años, pues sí... [Risas]

—¿Y tú, Arsuaga, tendrías otra cita con Millás?

Arsuaga. Sí, para hablar y para comer, sí, o para lo que haga falta. Lo de hacer un libro ya es sexo duro. Hay que pensárselo más. [Risas]

—¡Pero si yo creo que tú haces muy poco y todo lo hace Millás!

Millás. Ja, ja, ja. Eso es cierto.

Arsuaga. Yo prácticamente nada...

­—Tú estás excavando, liado, y él, el pobre, siempre acude a tu llamada.

Arsuaga. Es que yo soy como el padre y él es como la madre, lo tiene que hacer todo.

­—A ver, Millás, eso de ir tomando notas a estas alturas, ¿no grabas todas esas conversaciones?

Millás. Hago las dos cosas, de hecho, tengo varios cuadernitos de los que caben en el bolsillo del pantalón vaquero. Uno de ellos, por cierto, se lo regalé a Arsuaga como una especie de fetiche en el primer libro. Y a veces uso magnetofón.

—Arsuaga, ¿estás seguro de que no queda en la Tierra ningún neandertal excepto Millás? A mí me entran dudas...

Arsuaga. Bueno, quedamos nosotros, porque todos compartimos un porcentaje de neandertal y no es el mismo en todos nosotros. Así que entre unos cuantos podemos juntar medio neandertal.

—Pero el más neandertal de los dos es Millás. ¿Tú te reconoces así? [Risas]

Millás. Sí, es un juego literario, pero sí, porque siempre he tenido la idea de que los neandertales eran ingenuos y sentimentales. Y que en los intercambios que hacían con los sapiens, los sapiens los engañaban. Por eso, claro, se extinguieron...

—La gente siempre ha dicho: «Este no tiene cuatro dedos de frente» para referirse a la falta de inteligencia. ¿Tiene relación?

Arsuaga. Está bien pensado eso, porque el Homo sapiens tiene la frente vertical y levantada. Mira, lo voy a utilizar en clase. Mientras que los neandertales y otras especies tienen la frente aplanada y horizontal, por eso no se podía hablar de dedos.

—¿Pero importa el tamaño del cerebro?

Arsuaga. Fuera de la especie, sí. Dentro de nuestra especie, no. Dentro de la especie no hay diferencia de inteligencia por el tamaño del cerebro. Pero está claro que una especie que tiene un promedio cerebral más grande que otra es más inteligente.

«Somos la única especie que señala con el dedo»

—Parece que ser social tiene relación con la inteligencia. No sé cómo lo ves tú, Millás.

Millás. Hombre, sí, si yo una de las cosas que más echo en falta de mí mismo son las habilidades sociales. Eso te hace listo y consigues cosas, naturalmente.

—La inteligencia, decís en el libro, es una suma de memoria, resolución de problemas y la capacidad de reconocerse delante del espejo, entre otras cuestiones. ¿Es verdad que las aves se reconocen?

Arsuaga. Es que las aves son listísimas. No es fácil definir la inteligencia de un ave, pero en cuanto a la resolución de problemas y de juegos, test de diferentes tipos, son muy inteligentes. Si tú usas para las aves las mismas pruebas que utilizas para los primates o los ratones, las aves te dan resultados que están por encima de la mayor parte de los mamíferos.

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El paleontólogo Juan Luis Arsuaga y el escritor Juan José Millás
El paleontólogo Juan Luis Arsuaga y el escritor Juan José Millás Jeosm

—Millás, ¿cómo fue la experiencia de saber dónde tienes localizado el yo?

Millás. Fue muy interesante ver qué partes del cerebro se activan cuando yo veo algo que se relaciona conmigo. Además, observas que funcionamos en círculos concéntricos. Es decir, que cuando nos vemos a nosotros mismos nos alegramos más y cuando ves a tu primo segundo ya ahí no se produce ninguna reacción. Es interesantísimo, porque localizas el lugar del cerebro donde está el yo.

­—¿Qué fue lo más difícil de plasmar en el libro? ¿Había partes que te costaba entender o hacerlas didácticas?

Millás. Bueno, una vez que las había entendido, ya me costaba menos. Aparte de que yo, como dice Arsuaga, entiendo las cosas cuando las escribo. Cuando escribo se me hace la luz. Escribo para entender, pero no solo este libro, el mundo.

­—¿Cómo es eso de que somos la única especie que señala con el dedo?

Arsuaga. Es un hecho, tenemos el dedo indicativo, somos la única especie que apunta para dirigir la atención de los demás. Porque somos los únicos capaces de ponernos en el lugar del otro, y por eso podemos saber hacia dónde está mirando el otro y, además, dirigir su atención hacia donde nos interese que mire. Tú le puedes indicar a una vaca con el dedo una cosa que está a su espalda, y no entiende, no se va a dar la vuelta.

«Yo creo que es una evolución propia de nuestra especie el orgasmo femenino y que supera todo»

­—Pones el ejemplo de tu nieto pequeño que no se reconoce en el espejo, suele ser otro el que te dice de niño: «Ese eres tú».

Arsuaga. Es que cuesta trabajo identificarte. En realidad, tú eres un extraño para ti mismo hasta que te identificas con tu imagen.

—En el libro avanzáis que nuestros sentidos perciben una realidad, pero ¿cómo sabemos qué es lo que hay?

Millás. Bueno, nosotros vemos una representación de la realidad y, además, digamos que vemos un 0,5%. Porque no percibimos, por ejemplo, el mundo microscópico. Tenemos unos sentidos que están adaptados a nuestra situación. Gracias a ellos, no nos caemos por los barrancos, no nos ahogamos... Pero no vemos lo que ve una mosca, o un águila, ni el mundo cuántico... Nuestra visión de la realidad es muy limitada, es pequeñísima, y ni siquiera es la realidad, sino una representación de la realidad.

—Es más sencillo explicar que cuando fuimos bípedos enseñamos el sexo. ¿Qué supuso?

Arsuaga. Sí, es evidente. A los demás animales, como son cuadrúpedos, no les vemos el sexo. Cuando momentáneamente se ponen de pie, es muy extraño vérselo, nos produce hasta rechazo. Y en nuestra especie está siempre a la vista. Eso supuso un cambio de perspectiva, desde luego.

—El orgasmo masculino de nuestra especie, decís, es como el de un burro, o un conejo, una simple descarga. No así el femenino. Tú incluso, Arsuaga, apuntas que querrías sentir como una mujer.

Arsuaga. Sí, sí. Yo creo que es una evolución propia de nuestra especie el orgasmo femenino y que supera todo. Entre otras cosas, porque el número de terminaciones nerviosas del glande del clítoris es muy superior al glande del pene humano. Y en nuestra especie tiene un papel fundamental.

—Explicas que las mujeres seleccionaron hombres cooperativos, no violentos, y que les dieran placer.

Arsuaga. Sí. Sobre todo, si no hubiera sido así, apañados iríamos, si no hubieran seleccionado a hombres cooperativos, tolerantes o sociables, pues no tendríamos la sociedad que tenemos. Y el pene humano tiene un grosor mucho mayor que el de otras especies. Ese grosor sí importa, porque ha sido seleccionado. Si no, ahora su tamaño sería más pequeño. Mi hipótesis es que las hembras de nuestra especie han seleccionado a los machos que les proporcionaban más placer.

—¿Quién de los dos es más cooperativo?

Millás. Aquí vamos al 50%. Yo te diría que pocos trabajos hechos por dos personas están tan bien repartidos como este.

—¿Cómo es ese proceso?

Millás. Es como se cuenta en el libro, él me cita, pero no me dice nunca adónde vamos a ir. Llegamos a un sitio, donde estudiamos el tema que sea. Yo tomo mis notas, grabo, miro, estudio lo que ha pasado y luego lo escribo.

—Millás, ¿qué fue lo que más te sorprendió de lo que se habla en este libro?

Millás. El día que Arsuaga me explicó que el cerebro es un sistema complejo, que produce esa singularidad que es la mente, la autoconsciencia, que no se da en otra especie animal. Entre las miles de millones de especies de animales que hay, esto solo se da en la especie humana. Si tú analizas neurona por neurona no puedes deducir que la suma de todas ellas den lugar a la aparición del yo. A mí esto me ha dejado perplejo.

—Habláis también de la posibilidad de un lenguaje universal, que se establece por metáforas, un conocimiento simbólico.

Arsuaga. Ocurre que en todos los idiomas, en todos los pueblos de la Tierra, se utilizan las relaciones espaciales para explicar conceptos e ideas abstractas. Podríamos interpretar que hay algo genético en el lenguaje. Por ejemplo, todos entendemos que avanzar es mejorar y lo que tenemos delante es el futuro. Mientras que retroceder es empeorar, ir hacia atrás. Lo que está arriba es dominante... Y todo eso tiene que ver con la biología, porque en las jerarquías sociales los animales dominantes se yerguen, se hacen grandes, más altos... Podría haber una relación entre ese lenguaje y el comportamiento social.

—Ovular tanto como ahora, nos descubrís, es antinatural.

Arsuaga. Sí, porque en la prehistoria las mujeres encadenaban embarazos unos detrás de otros. Y como daban el pecho no tenían ciclos. En ese sentido, la ovulación actual de las mujeres no es natural.

—Según la ecuación Dumbar, tenemos un tope de relaciones sociales estables. ¿De verdad son 150?

Arsuaga. Tú puedes acordarte de más personas, porque yo tengo recuerdos de compañeros del colegio. Pero lo que no tenemos son muchas personas con las que mantengamos una información actualizada, que sepamos de ellas. Y anda por ahí, 150, no es una cifra absurda.

—¡A mí me parecen muchas!

Arsuaga. Tenemos un cerebro grande, y hay una relación entre el tamaño del cerebro y el tamaño del grupo.