Entre Pablo Motos y Broncano, elijo a Arsuaga y Millás

Mientras la mitad de los españoles está pendiente del share de La revuelta y El hormiguero, en ese duelo David Broncano y Pablo Motos, yo estoy feliz con mi pareja preferida de los últimos tiempos: Juan Luis Arsuaga y Juanjo Millás. Me acuesto con ellos y todo son risas, y cumplidos los 50, el humor es un elemento clave cuando te vas a la cama. No quiero más dramas en mi vida ni libros que me asfixien la garganta cuando me voy a dormir. Ni tampoco soporto los bodrios julañeros de los que se creen escritores y te guían con su malditismo prepotente. Yo prefiero a los clásicos, y Arsuaga y Millás lo son. Dos señores sabios, curiosos, entretenidos y tan distintos que se han hecho como Quijote y Sancho. Y así van cabalgando juntos, en el Nissan Juke de Juan Luis, que se ha convertido en otro personaje de su aventura literaria. Ahora ya van por la tercera. Después de enseñarnos cómo es la vida y la muerte contada por un sapiens a un neandertal, esta vez nos explican la conciencia. Y, claro, entre mente, cerebelo, cerebro, a cualquiera no se le va la olla. Terminas pasándotelo pipa, porque además de aprender, por ejemplo, que las aves son más listas que los chimpancés o que nuestro cerebro nunca se apaga y gasta menos que una bombilla de una linterna, vas entendiendo que el tamaño importa... o no. Me refiero a lo que hay dentro de la cabeza, obviamente, porque los lectores adictos saben cómo se las gastan estos dos, que fueron capaces de entrar en un sex shop para explicarnos el miembro. «Se dice que los humanos aprenden de los errores, pero la evolución aprende de los éxitos», le dice Arsuaga a Millás, que estrena en este libro unas gafas polarizadas regalo del paleontólogo porque se acaba de operar de cataratas. De eso va el libro también. De su relación, de sus neuras, de su modo tan diferente de vivir y de su amistad tan curiosa y estrecha. Yo estoy disfrutando de volver a tenerlos en mis manos.

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