Para el gigante de la animación, los hijos de sus trabajadores tienen un hueco especial en los créditos finales de cada película. Son los llamados «production babies»
02 ago 2024 . Actualizado a las 05:01 h.Es bastante probable que quien decidiera ver Inside Out 2 en el cine se marchase de la sala sintiéndose identificado con la protagonista, aguantándose las lágrimas haciendo pucheritos y esbozando una sonrisa de oreja a oreja. Eso es lo que consigue Pixar con muchas de sus películas, llegar al corazón de los adultos y entretener a los más pequeños, porque algunas de sus cintas se comprenden más a cierta edad. En este caso, las cinco emociones que controlan a Riley —alegría, tristeza, miedo, ira y asco— se ven sustituidas por cuatro más: ansiedad, envidia, vergüenza y aburrimiento. ¿Quién iba a decir que una película de dibujos animados sería capaz de plasmar lo que ocurre en nuestra mente cuando se activa la ansiedad? Gustos aparte, por fin le pudimos poner cara a ese bicho de color naranja, doblado por la actriz Michelle Jenner y culpable de activar todas las alarmas del cuerpo humano.
«Esta película está dedicada a nuestros niños, os queremos tal y como sois»
Seguramente, parte del público no se ha fijado en los créditos finales, porque cuando termina una película, todo el mundo se levanta de su butaca. Para los que se lo perdieron, en la pantalla aparecieron nombres como Mason, Olivia o Victoria. Ellos son los production babies, los bebés de las personas que trabajaron en el equipo de la película y nacieron durante su producción. Una tradición implantada en 1995 cuando se estrenó Toy Story, y un bonito recuerdo para simbolizar que también estuvieron ahí y ya forman parte de la familia de Pixar.
En Inside Out 2 abundaron los agradecimientos. «Gracias a quien nos ha guiado en ese emotivo viaje», se mostraba. Para los hijos del equipo, sorprendía una frase especial, en color amarillo y junto a un corazón verde: «Esta película está dedicada a nuestros niños, os queremos tal y como sois», una reflexión en referencia a la protagonista, a la cual su exceso por intentar ser la mejor en todo le juega una mala pasada en la que la ansiedad mueve los hilos. Esta historia es esencial para cualquiera, mayores y pequeños, porque todos seremos siempre perfectamente imperfectos.