David Verdaguer, nominado al goya: «Hoy hay una masculinidad distinta, pero lo guay de hacer a Eugenio es que no tiene nada que ver con eso»
FUGAS
«La vida es una tragedia con chistes», dice. Tiene una sonrisa con guion y un excéntrico sentido del humor. Una maestra en su hija Lupe, de 6 años, y cada vez más devoción por «trabajar con buenas personas». Es Eugenio en «Saben aquell», se llevó el Forqué y huele a goya
19 ene 2024 . Actualizado a las 16:18 h.Dice que ha tenido suerte, pero que lo suyo es un oficio en el que toca «hacer truños también». Sufre cada vez más el síndrome del impostor y considera que es «mejor padre en la vida que en las películas». Se le pilla bastante la gracia en Verano 1993, ópera prima de Carla Simón, en la que forja un nido inolvidable con Bruna Cusí y Laia Artigas. Hay que verle también en Los días que vendrán para entender por qué tiene ese toque diferente a los demás. Ternura, cercanía, cierto desapego. Una tristeza con vocación de alegría, capaz de tener hijos o de vestirse de chiste. David Verdaguer (Malgrat de Mar, Barcelona, 28 de septiembre de 1983) es un orgulloso chico Trueba. Eugenio en Saben aquell, aspira al goya como mejor actor protagonista tras triunfar en los Premios Forqué.
—Eugenio es un hombre de humor difícil para algunas generaciones. ¿Qué opinión tenías de él antes de convertirte en él?
—No tuve la suerte de escucharle en casetes, pero lo tenía presente por las galas de Televisión Española y en TV3. Un hombre muy serio, muy serio, con una catalanidad extrema. Cuando Trueba me dijo que podía hacer el papel, yo que soy acojona'o y tengo bastante ansiedad, lo pensé. Pero tenía muchas ganas de hacerlo. Trueba me calmó y dijo: «No tienes que imitarle. Una imitación aguanta cuatro minutos, tienes que interpretar a Eugenio una hora y 40 de película». Y me relajé e intenté buscar lo que me unía a mí a Eugenio. Y me unen muchas cosas... Tengo claro lo que él sentía con el síndrome del impostor.
—¿Tienes tú ese síndrome?
—Sí, mucho, y cada año peor. Sobre todo si hago teatro.
—¿El amor manda sobre el humor?
—Saben aquell es, sobre todo, una historia de amor. Esta es la historia de un señor muy enamorado de su primera mujer, Conchita, que tenía mucho miedo. Creo que todos los hombres podemos identificarnos ahí con Eugenio, porque somos bastante caga'os y cobardes...
—¿El encanto de Eugenio es el del hombre imperturbable (pero roto por dentro)?
—Sí. Yo empiezo la película y sonrío, pero la acabo llorando. Era un tío al que la máscara del personaje se lo fue comiendo. El dolor que existía no lo expresaba.
—La película escoge una parte muy concreta de la vida del cómico...
—Son 13 años fundamentales de la vida de Eugenio. De cuando él es joyero, y no pensaba en dedicarse al mundo del espectáculo. Pero se le cruza una mujer cantante, Conchita, y para lograr estar cerca de ella, dice: «Aprendo a tocar la guitarra y hago la segunda voz». Se enamoran, se casan, tienen hijos y, por azares de la vida, acaba triunfando él y no ella...
—¿Conchita es la suerte de Eugenio?
—Era un ser de luz. Como tantas mujeres de su época, dio un paso a un lado y llevó a cabo su realización a través de su marido. Es la historia de muchas mujeres. Cuántas Conchitas hubo y hay que nunca sabremos lo que hicieron...
—¿En tu vida, como en la de Eugenio, ha sido determinante un golpe de azar?
—¡Sí! Ya lo decía Groucho Marx: el talento es importante, pero que sin suerte no sirve de nada. He tenido una suerte increíble en mi vida. He hecho películas, y truños también, eh, porque esto es un oficio...
—¿Hay una generación de actores varones que están rompiendo el molde del machote?
—Hay una masculinidad distinta, sí, completamente... Pero lo guay de hacer a Eugenio es que no tiene nada que ver con eso. ¿Y sabes lo que me gusta? Eugenio une dos partes mías, una tristeza infinita y la comedia. Encontré un filón. Pero como espectador me levantaría de la butaca y le pegaría un bofetón a Eugenio; le diría: «Basta, ¡enfréntate a la vida!». Trueba ha hecho una película muy bonita, pero no para que la gente se ría... Trueba hace cine no desde la autoridad, hace cine desde el querer. Es algo que con la edad valoras más, no tanto trabajar con genios como con buenas personas.
—¿Cómo hiciste para bordar a Eugenio?
—Me hice YouTube Premium para poder ordenar unos 70 chistes y aprendérmelos. Sus chistes son una partitura, ¡cambias una palabra y se desmonta todo! Hay muchas cosas de Eugenio que resuenan dentro de mí, como el síndrome del impostor o el miedo escénico, o la autodestrucción. Con la caracterización y el vestuario me ayudaron mucho a conseguir el personaje. Me hicieron una nariz estupenda. La barba es mía...
—¿Cómo conseguiste clavar su voz?
—Practicando en casa. Ensayaba la voz de Eugenio y mi hija Lupe, de 6 años, me miraba con cara de Boyero, como diciendo: «No me gusta». Yo a Eugenio, salvando el personaje, lo compararía con Chiquito de la Calzada. En ellos el chiste no es lo importante, sino el cómo.
—¿Se puede ser genio siendo normal?
—No lo sé, pero quiero creer que sí. Viene una nueva generación de artistas, de actores, de cocineros, de directores que demuestran que se puede ser normal y tener mucho talento en el trabajo.
—Haces bien de padre en el cine...
—Soy mejor padre en la vida que en las películas. Porque me gustan mucho los niños. Con los niños y los abuelos me muero, tengo una debilidad increíble por ellos. Y con mi hija tengo una relación muy bonita. Te dan unas lecciones... MI hija es muy empática y nos llevamos muy bien. Creo que lo hago bien. La psicóloga, después de oírme hablar durante 40 minutos, me dijo: «¡Bueno, es lo primero bueno que dices de ti, que eres buen padre!». Creo que nos hemos entendido bien Lupe y yo, y que de momento le caigo bien. Estamos muy contentos.
—¿Dices mucho que no?
—Yo hago mucho teatro en Cataluña. Yo sobrevivo gracias al teatro, que me da mucha cosa y un sueldo más o menos fijo, pero también me ha quitado oportunidades de hacer proyectos y películas que me gustaban. Cuando te comprometes al teatro, son tres o cuatro meses, mínimo, y por eso he dicho que no a muchas cosas, pero no tantas tampoco... Es como eso que decía Fernán Gómez: «Esta peli no es muy buena». «Pero hay otra?», «No», «Pues entonces hay que hacerla». Esto es un oficio, donde haces pelis buenas y malas. Tú tendrás que entrevistar a muchas personas, y seguro que a alguna no la soportas.
—Pero ahora soy capaz de atreverme a decirlo.
—Ya, ya... De las pelis malas nadie se acuerda, pensar esto relaja. Hay que comer y hay muy pocos actores en este país que puedan elegir. Esto es como hacer pan o hacer zapatos, así lo veo yo.
—Eduard Fernández nos dijo que su carrera se había construido más por los noes que por los síes...
—Sí, claro, estoy de acuerdo. Pero es que Eduard es increíble, muy bueno.
—¿Por qué debemos ver «Saben aquell»?
—Si eres fan de Eugenio, te va a sorprender. Vas a ver a Eugenio y te encuentras a Conchita. Sin Conchita, no hay Eugenio. Pero Trueba ha sido muy listo y hace que la peli funcione aunque no tengas ni idea de quién es Eugenio. Es una historia de amor muy triste y muy bonita. Es una tragedia con chistes, ¿no es lo que pasa en la vida?