«Non esquezo aquela lección dun cliente», revela Begoña Varela, que empezó en la Librería Colón y hoy está en Lume. Junto a Follas Novas, Paz y Balmes, nos invita a una vuelta al mundo del libro en Galicia
14 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Dice que olvida algunas cosas, pero no el comienzo. Hacía mejor tiempo para el libro y para todo, el aire fresco, el porvenir, de los ochenta. «Eu empecei na Colón, na rúa Real», comienza Begoña Varela, memoria de varias décadas, que hoy sostiene junto a Paula Veira la Librería Lume, una llama cultural en A Coruña desde 1975. Begoña llegó al oficio en 1988. Fue en la Colón, donde logró un empleo de verano cuando estudiaba oposiciones. El final del verano llegó y ella no quiso dejarlo. «Namorei o primeiro día. Namorei do lugar, da xente, das compañeiras marabillosas. Aprendín moitísimo. A Colón foi a miña Universidade», asegura. Conoció a apasionados lectores, escritores, actores de teatro, alcaldes, gente de la música. En los movidos 80 era habitual el humo de las tertulias y la cascada de gentes en las librerías. En algunas como la Colón entraban turistas y suscriptores de prensa como Le Monde Diplomatique.
No todos los libreros son Mendel el de los libros, que pasa sus días sentado a la misma mesa en un café de Viena, ajeno a la realidad, pero todos guardan un mundo propio que funciona a modo de algoritmo. «Alberto Manguel chamouno o sexto sentido do libreiro. Está o algoritmo que algúns fan coa intelixencia artificial e o do libreiro, que facemos coa memoria do que lle vai gustando a cada lector», explica Begoña. La psicología, ese olfato, es crucial. «Un libreiro ten algo de psicólogo. Somos como os médicos, temos segredo profesional. Ao libreiro cóntanlle cousas, como ao barman. O libreiro comparte historias dos libros e tamén persoais», comenta quien lamenta «o que se está maltratando o libro en galego». «Por cada libro en galego que vendemos, son vinte en castelán». La primera mesa de la librería Lume es la de los libros en gallego. Y no hay mudanza con los años en ese compromiso original.
Momento Cortázar
«Hai libreiros da alma e hai libreiros que son comerciantes», advierte Begoña, que nunca olvidará la lección de aquel cliente que le pidió, cuando empezaba, La vuelta al día en ochenta mundos. «Quedei mirando e dixen: '¿Será La vuelta al mundo en ochenta días? El, educadamente, deume un consello: 'Mire siempre. La vuelta al día en ochenta mundos es un relato de Cortázar'».
A sus comienzos recetando libros están ligados los de la editorial Siruela. «Había piñas por abrir aquelas caixas! Eran edicións espectaculares», recuerda. A partir del 2000, ese encanto, cuenta, cedió a la bola de nieve de la competencia por el volumen de novedades. Y comenzó una carrera a todo galope de páginas, hasta el desfase. «Recordo unhas naves nas que se queimaban os libros, de tanta produción que había!». El reto hoy, saber elegir. Y el filtro es esa intuición, o sexto sentido, de libreros y libreras.
Como librero y como lector se va creciendo. «E vaste volvendo cada vez máis exquisito. Cando era rapaza, tomabamos esas cuncas de ribeiro... Hoxe non tomas sete, tomas dúas copas, pero prefires un viño especial». De aquella rosaleda de librerías que llenaban las ciudades gallegas en los ochenta y noventa, quedan pocas, pero hay relevo. «Sei que isto non vai morrer nunca», asegura Begoña Varela.
¿Cómo cambió desde el 88 el ambiente y el oficio del librero? «Moito; para empezar había moitas máis librarías. Pero as librarías seguen sendo puntos de encontro, á parte de de venta. Aquí fálase de todo. Á xente nova gústame preguntarlle que le, que lle gusta. É un traballo no que sempre estás ao día!, ves o mundo a través dos libros e a través da xente», señala la librera.
En las librerías veteranas de Galicia, el vínculo es un hilo de generaciones. «Aquí vén algún que coñecín de neno a traerme os seus fillos», dice la coruñesa, a la que pueden seguir la pista en O último día de Terranova, de Manuel Rivas.
Ese vínculo resiste toda crisis en la librería Balmes, que llevan en Lugo Vicente Montes y José Rábade. Es la más antigua de Galicia y está entre las cuatro más longevas de España. Más de 150 años cuenta. «Con la pandemia quien ganó fue Amazon, pero hay gente que aún no sabe que los libreros podemos tener el libro en uno o dos días», dice José. Sus clientes no varían, son «la gente de siempre». «Las cosas cambiaron una salvajada en pocos años, pero no el cliente. Se vende mucho bestseller y autores como Rosa Montero, pero los clásicos ya no existen».
¿Cómo es posible? En Lume constatan, por ejemplo, un interés veinteañero por Jane Austen. «Aquí no. El Quijote no se lee, se compran adaptaciones. Antes teníamos muchos libros de Cátedra, ahora son tres o cuatro... Pero siempre queda alguna sorpresa, como el bum de El infinito en un junco o Imperofobia», matiza el librero. La fidelidad de la gente los mantiene en pie. «De eso vivimos. Viene gente que te dice: 'Aquí era donde mi padre compraba los libros'». La familia tiene costumbres literarias.
En pie en Lugo y Paz en Pontevedra
De las librerías de Lugo presumen los libreros de Balmes, de las antiguas y de las modernas, de Lectocosmos y Trama especialmente. Balmes estaba, antiguamente, frente a Lectocosmos. «En 1870, cuando empezó la librería —hace memoria José —, a lo mejor salían 30 libros cada seis meses. No había casi novedades. Cuando empezaron a aumentar, el local se amplió hacia atrás y esa parte fue la que expropió el Ayuntamiento». La Balmes superó el peligro de cierre en el 2010 y encaró de frente el gran golpe de la pandemia. En vez de presumir, José recomienda a los compañeros; ir por ejemplo a Valín Libros que, según cree, «tiene la primera edición de Cantares gallegos». La solidaridad es un arma que comparten los libreros, veteranos y no tanto, de Galicia.
Ánxel Fole fue de los visitantes ilustres que ha visto entrar por su puerta la Balmes. «Pero, en general, no les doy mayor importancia a los escritores que hacen presentaciones aquí que a mis lectores», matiza José, que cuando empezó, en los ochenta, eran «una pila trabajando». «Hoy solo somos tres», arroja. Aun así, la esquina cultural de San Pedro con Campo Castelo se dobla como el junco, pero siempre sigue en pie.
Cano Paz, que refresca el apetito lector desde la Illa de Arousa, tiene 34 años como librero. Sus padres abrieron en Pontevedra la Librería Paz en el 67, «á volta de Venezuela». El abuelo paterno, asesinado en el 36, tuvo una imprenta y esta era la idea de negocio del padre en el regreso a Galicia. «Pero a miña nai quería algo máis tranquilo e montaron a libraría», cuenta.
¿Cómo ser librero y no ceder al desaliento? «A estas alturas, é cuestión de tradición, é un 'Me cago en diez, se cheguei ata aquí, non vou pechar agora!'», responde este apasionado del cómic que estudió Historia y se juró que «nada de mostradores». Pero empezó, e hizo su propia librería tirando de lo que más le gustaba a él como lector, el cómic. Como librero, creció escuchando a sus clientes. La recomendación de historias es una conversación que detiene la velocidad y embrida la impaciencia. Como advierte Miguel Salas Díaz en (En) plan lector, sobrevivir a la adolescencia sin dejar de leer, «leer puede ayudarnos a ser más felices». No es magia, es hábito, y no vale cualquier libro para establecerlo y reforzarlo.
«Hai moito escritor visible que publica un libro ao ano, pero hai moitísima literatura da que ninguén se decata por non ter promoción. E xusto aí entra o traballo do libreiro e a libreira», subraya Cano Paz. Su librería, que sobrevivió a varias inundaciones, no rechaza los premios Planeta ni los escritores que se coronan en Amazon a golpe de campaña promocional, pero mima de modo especial el espacio de los libros escondidos. «Ler é pasar un bo momento, e cada persoa pasa un bo momento con cousas distintas». ¿La pandemia fue el peor golpe o un estímulo, con el aumento de la lectura? «Foi un golpe, pero colleunos con certo colchón para pagar facturas mentres non se facturaba. En Galicia, hoxe xa non quedan librarías grandes, queda Follas Novas, en Santiago, e pouco máis», recuerda el librero, que opone que el negocio los fines de semana mejoró en su caso gracias a la peatonalización masiva de Pontevedra.
Los hábitos de lectura y de compra de libros han cambiado, pero hay ciudades amigas de los libros que peatonalizan la esperanza. Los que más leen hoy tienen entre 14 y 24 años. Y los libreros del alma no temen el algoritmo. Lo llevan dentro. Al salir de una de esas librerías con alma uno se lleva más que libros. Entre otras cosas, el deseo de volver para llevarse otra historia.
Ana Regueiro, 38 anos en Follas Novas, a outra catedral de Santiago: «Aínda podemos ver a Torrente Ballester subindo a escaleira»
Si, aínda quedan libreiros como os de antes, afirma Ana Regueiro, que leva 38 anos en Follas Novas, a outra Catedral, que dixo Ramón Piñeiro, desde o 71.
—Cando abriu Follas Novas, lin que ían nun coche de editorial en editorial.
—Si. Rafael [Silva], o fundador da libraría, movíase por toda Galicia cun coche pequeniño. Iso de que cheguen os libros como están chegando agora... é Jauja!
—Había que ir busca dos libros?
—Rafael ía a primeiros de curso a moverse entre Madrid e Barcelona e mandábanse os libros en saca por tren... Despois, el empezounos a mandar a Eva e a min a Madrid. Eramos dúas pardillas en apuros, con saias plisadas...
—Saia plisada, libro na man. Soa ben!
—Eramos unhas nenas cando empezamos. Todas levamos aquí polo menos trinta anos. Rafael, toda a vida.
—Foi moi duro o comezo?
—Ao principio, non estaba de acordo moita xente en que se abrise unha librería na que se puidesen tocar os libros. Rafael estudou en Alemaña, en Roma..., e veu con ideas distintas. El foi pioneiro niso. Pero ao principio impactou, chegaron a romperlle as cristaleras. Pero foi para adiante e aquí estamos.
—Xa non venden os clásicos?
—Ao contrario. Temos unha sección de clásicas, desde Aristóteles ata Tucídides, na que hai moito movemento. Hai cantidade de xente nova polos clásicos. Asombraríaste...
—Hai libros que é mellor negarse a vender?
—Non, nós non negamos a entrada aos libros. O autor que se autoedita está na mesa cos grandes, como se fose un Vargas Llosa...
—A que ilustres recordan máis?
—Non poderiamos escoller só tres ou catro, é moita xente. Eran moi entrañables Ramón Piñeiro e Torrente Ballester. Entraban os dous sempre sen meter ningún ruído. Torrente hai máis de vinte anos que morreu e parece que aínda o vemos subir a escaleira...
—Xa non quedan libreiros como os de antes?
—Si. Penso que si que quedan. Eu levo aquí 38 anos e todos os días aprendes cousas. Iso vaite facendo. As verdadeiras universidades dos libreiros son as librarías.
—Se hai libreiro de cabeceira, sobra o algoritmo?
—Por suposto. Os ordenadores axudan moito, pero a min se me preguntan por un libro de hai 20 acórdome. E, ao mellor, cun libro que fichaches no ordenador hai dez días dubidas. Antes, pasaba todo polas nosas mans.
E as mans recordan mellor.