Sidonie llegan al Atlantic Fest con nuevo disco en ciernes, más guitarrero, con el espíritu indomable de siempre y dispuestos a no esconder ni guardarse nada
14 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Aunque acaban de sacar el primer y excitante adelanto de lo que en otoño será su nuevo disco, de lo que más se habla en estos días respecto a Sidonie es del despelote integral que protagonizó su cantante, Marc Ros, en apoyo a Rocío Saiz. Por cierto, ambos coincidirán la semana que viene en el Atlantic Fest, en Vilagarcía. Marc Ros no suelta prenda respecto a si habrá o no performance en esta ocasión. «Ya lo veremos. Sorpresa», comenta entre sonrisas.
—Para sorpresa, «Cedé», una canción en la que recuperáis la esencia de una banda de rock, con un sonido casi garajero.
—Sí, incluso a mí me sorprende haber sacado una canción así después de un disco como El regreso de Abba. Yo tenía pensado hacer un álbum totalmente diferente al que vamos a sacar, que va a ir mucho en la línea de Cedé. Yo tenía canciones más experimentales, con un rollo más hippy, más apalancado. Pero de repente salieron este tipo de temas, centrados en guitarra, bajo y batería. No hay arreglos ni barroquismo. Ni siquiera armonías vocales, que siempre las hemos hecho. Hemos tirado para adelante, todo recto. Estrofa, estribillo, dos minutos y listo.
—Un sonido muy en la onda de bandas jóvenes, tipo Carolina Durante.
—Totalmente. Pero es que es muy interesante lo que está pasando con esos grupos que vienen empujando por detrás, mucho más jóvenes que nosotros y que ya tienen otros referentes. Ni de coña sus referentes somos los grupos del indie español, ni tampoco lo es el reguetón. Su planteamiento es «vamos a darle caña a las guitarras». A mí me ha alegrado que surjan grupos como Ginebras, La Paloma, Niña Polaca o Carolina Durante, claro que sí.
—¿«Volverá el cedé» es un licencia para la letra o una creencia? Ya nos engañasteis con lo de «El peor grupo del mundo».
—[Se ríe] Reivindicar el cedé es un posicionamiento contra esa nostalgia de los 90. Contra los sonidos de aquellos años que vuelven o la ropa, que ves ahora a los chavales de 17 años que visten como nosotros en el 97... Y contra esa pátina romántica que se le está dando a una década que para nada lo fue. Fue una época desastrosa. Soy consciente de que el cedé no va a volver, aunque yo los sigo comprando.
—Los cinco discos más vendidos en 1997 fueron, por este orden: Spice Girls, Rosana, Julio Iglesias, Ana Belén & Víctor Manuel & Joan Manuel Serrat y Ella Baila Sola.
—Impresionante dato. Fíjate, ahora nos quejamos, sobre todo la gente de mi edad, de que toda la música es una mierda y que la de antes molaba más. Pues ya ves... Hay que ver las cosas con perspectiva.
—En «Mi vida es la música» dices que «todo empezó a los 14 años con el 'Revolver'» de The Beatles. ¿Eso es literal?
—Sí, sí, totalmente. Fue en la playa de Roses, tenía una cinta que en una cara tenía Revolver y en otra Sgt. Pepper's. Yo lo recuerdo como una revelación mística. No pensé: «A partir de ahora me voy a dedicar a la música», pero sí fui consciente de que aquello que estaba escuchando iba a ser muy importante porque me estaba afectando de una forma intensa.
—¿Has vuelto a tener esa sensación?
—Sí, claro. Después vino la Velvet y al cabo de unos años me llegó Dylan.
—¿Y más recientemente?
—También. Por ejemplo, con el segundo disco de Billie Eilish, que no tuvo ni la tercera parte de la repercusión que el primero. Pero cuando lo escuché pensé: «¡Pero qué maravilla! ¡Cómo se puede hacer esta música hoy en día! Y estuve una semana enganchadísimo a él. Ya ves, una artista que más alejada de Sidonie no puede estar.
—Se dice que las salas de conciertos son las que están pagando las consecuencias de la fiebre festivalera. No será por vosotros. Acabáis de anunciar una intensa gira por salas para este invierno.
—Es que no entiendo por qué no pueden convivir. Yo soy defensor de los festivales mientras sean sostenibles, y creo que pueden convivir perfectamente con el hecho de que el público disfrute de un concierto en una sala. Es lo mejor que me ha pasado a mí antes de empezar a componer.
—¿Tu estriptis integral con Rocío Saiz fue espontáneo o premeditado?
—Yo tuve una hora y cuarto para pensar si lo hacía o no. Cuando empezó el concierto vi a Rocío en el lateral del escenario, le ofrecí que dijera lo que quisiera decir y comentó que había una canción nuestra que le encantaba, Estáis aquí, y que creía que en esa los dos nos íbamos a quedar en pelotas. Yo no sabía si lo decía de broma o iba a pasar de verdad. Estuve todo el concierto pensando: «¿Lo hago o no lo hago?». Y cuando llegó el momento de esa canción, pasó lo que pasa siempre en el escenario. Que con las luces, la adrenalina y el público, acabas haciendo lo más radical, que en este caso fue quedarme en pelotas. Se ve en las imágenes que incluso la propia Rocío se quedó parada. Ni ella se lo esperaba.
—¿Qué quisiste transmitir con ese gesto?
—Ese gesto surgió de la rabia. Muchas veces se nos ha acusado de que nuestras canciones son frívolas y de que siempre hablan desde el hedonismo. Pero cuando digo que somos un grupo político es porque realmente también lo somos. Y hacemos cosas como estas que no deberían sorprender a nadie. Yo espero que todo este revival y este afán censor que está apareciendo no sea más que una anécdota. Más nos vale. Que lo que pasó con Rocío, con la obra de teatro de Virginia Woolf o con el beso de las dos chicas en la peli de Pixar sea eso, la excepción, la anécdota. Si va a más, por supuesto tendremos que tomar medidas.