Miguel de la Cierva, del Náutico de San Vicente: «Nunca hubo tantas furgonetas yendo de un lado para otro con músicos bien pagados»
FUGAS

El Náutico mantendrá este verano el patrón de conciertos sorpresa. Más de 150 acogerá en los próximos meses. Con estrellas consagradas y artistas emergentes. Este fin de semana tiene ocho actuaciones
30 jun 2023 . Actualizado a las 10:05 h.La apuesta no puede ser más arriesgada. Tampoco más consecuente. A Miguel de la Cierva, responsable del Náutico desde hace tres décadas, nadie puede negarle su pasión por la música ni por su trabajo. Una pasión que ahora lleva al extremo negándose a revelar los nombres de los más de 150 conciertos que tiene programados para los próximos tres meses. «Es una aspiración ambiciosa porque el sueño de un programador es que la gente vaya a tu local porque confía en tu criterio», comenta. El bagaje y las credenciales del Náutico y del propio Miguel son más que suficientes para que el local de la playa de A Barrosa siga siendo un foco de atracción de primer orden. Jugar con el factor sorpresa tiene sus riesgos y sus premios. En fin de semana pasado, sin ir más lejos, quienes se acercaron al Náutico pudieron disfrutar de un concierto de The Guapos, el nuevo proyecto de Leiva y de varias actuaciones espontáneas del músico madrileño.
—¿Por qué mantienes la decisión de no revelar el cartel de conciertos?
—El sector de la música en vivo se ha multiplicado exponencialmente y las tensiones derivadas de la competencia han generalizado los requerimientos de exclusividad de muchos artistas. No anunciar los conciertos me permite traer a determinados artistas sin restar venta de entradas a ningún otro promotor.
—No solo se han multiplicado los eventos, sino también los cachés de los artistas, ¿cómo afecta eso a una propuesta como la del Náutico?
—Los cachés responden a la demanda y al tirón de cada grupo. Si se pagan esas cantidades es porque quien contrata cuenta con patrocinios o ayudas institucionales que lo hacen posible. ¿Quién sufre las consecuencias de esa inflación? Las salas. Primero, porque los grupos ya no hacen giras de salas en invierno, sino que directamente esperan a los festivales. Y segundo, porque esos cachés son del todo inasumibles para salas con aforos de 200, 300 o 500 personas. Yo reconozco que hablo desde el privilegio de tener un sitio muy singular y de haber hecho los deberes hace muchos años. Aun así, yo también tengo cada vez más difícil acceder a determinados artistas y eso me empuja a hacer mi verdadero trabajo, que es conseguir cosas muy buenas pero accesibles, porque todavía no tienen una gran demanda. Hace unos años, para artistas muy consagrados el plan de venirse unos días al Náutico era muy seductor porque siempre tenían 4 o 5 días libres por semana, pero hoy en día tocan a diario. Jamás hubo tantas furgonetas yendo de un lado a otro cargadas de músicos bien pagados. Estamos viviendo una época dorada. Si tuviese un hijo, ya no me importaría que fuera artista [se ríe].
—¿No te preocupa perder el gancho que supone anunciar a esos grandes artistas que cada verano actúan en el Náutico?
—Traer a grandes estrellas depende solo del presupuesto, de la habilidad que se tenga para conseguir el dinero. Pero el verdadero trabajo del programador es el de prescriptor y con el patrón de conciertos sorpresa yo me tiro al foso para hacer valer ese criterio. Para ello, soy consciente de que hay que tener artistas con tirón. Yo les llamo los conciertos premio, que son esos conciertos que van a ocurrir aquí de artistas consagrados. Conciertos para muy poca gente y al mismo precio que todos los demás, 12 euros, que evidentemente es mucho menos que lo que pagarías por ver a ese artista en cualquier otro sitio.
—El patrón de conciertos sorpresa genera descontentos. ¿Cómo se gestionan, como un daño colateral asumible?
—Una de mis ocupaciones es que mientras el cartel es sorpresa la línea de programación no tenga abruptos, no haya conciertos de estilos o artistas que sean excluyentes. Soy consciente de que ha habido quejas de gente que quería ver a un determinado artista consagrado y no se enteró porque no se anunció. Pero es que esa persona seguramente tampoco habría podido comprar la entrada de ese artista porque si se anuncia, en cuanto se ponen a la venta se acaban en un santiamén. Ese descontento de no conseguir la entrada para tu artista favorito siempre va a existir. Pero también pasa, y cada vez más, que muchísima gente me da las gracias por los grupos que descubre en estos conciertos. Me gustaría, y creo que ya está ocurriendo, que la gente ponga el foco en la idea de venir porque el entorno es maravilloso y sabe que va a ver algo muy digno.
—Cuando ves aquel cartel del 2019, que llegaba desde el suelo hasta el techo, y en el que estaban todas las estrellas del momento, ¿qué se te viene a la cabeza?
—Aquello fue una gran anomalía. Hoy, tal y como está el sector, es absolutamente impensable repetirlo. Yo lo asumo como un premio por 27 años de trabajo incesante. Fue algo maravilloso y totalmente insólito. No tengo ninguna nostalgia.
—¿Eres más feliz ahora?
—Sí. Aquello ya se consiguió y ahora estoy tratando de lograr otras cosas. Mi objetivo ahora es que este fin de semana venga la gente a los ocho conciertos sorpresa que programo. Para mí, eso es más gratificante. Hay mucha gente muy buena por ahí, que tiene mucho que decir y que tocar, y creo que el Náutico es un buen lugar desde el que expresarse. Ese es ahora mi trabajo. Y en realidad es mucho más bonito. Yo ahora me considero un mayordomo para los artistas y un generador de momentos especiales para la gente a la que le encanta la música y le encanta este lugar. El choubisnes cada vez me gusta menos. Y tengo la sensación de que yo a él también le gusto menos cada vez.