«No me gusta mi cuello» llega para refrescar las mentes angustiadas por el peso de la edad
16 jun 2023 . Actualizado a las 09:10 h.Cuando casi pierdo el único avión que casi pierdo en mi vida, recuerdo a mi amiga Ana diciéndome «no te preocupes, nos reiremos de esto en unas horas» mientras corríamos como locas por el aeropuerto. Todos necesitamos una amiga así, que nos recuerde que las agonías se pasan con el tiempo y la perspectiva suficiente. Si usted no tiene a nadie como Ana a su alrededor, siempre puede leer a Nora Ephron (Nueva York, 1941-2012).
La estadounidense es maestra en eso de darle una vuelta de tuerca a las penurias y exprimir el humor que se esconde en las tragedias. En No me gusta mi cuello, publicado en inglés en el 2006 y traducido ahora al castellano por Libros del Asteroide, Ephron repite la fórmula de No me acuerdo de nada que a tantos enamoró el año pasado y aprovecha los momentos claves y no tan claves de su vida para hacer gala de su ingeniosa y divertida manera de ver el mundo. Y, claro, para refrescarnos un verano que luce caluroso.
Dice, por ejemplo, que justo después de enterarse de que su marido la estaba engañando con otra estaba «llorando, histérica, y al mismo tiempo pensando que algún día esto será una anécdota graciosa». Cuenta cómo la disparatada subida de precios del mercado inmobiliario neoyorquino la obligó a despedirse de su verdadero amor: un piso de cinco habitaciones en el West Side. Relata la ardua e hilarante tarea de encontrar algún establecimiento que venda strudel de col.
Pero, sobre todo, nos hace reír mientras confiesa, con ligereza, que sus amigas se están muriendo y que ella ya no puede leer porque está «ciega como un topo». Es capaz de asumir eso que tanto nos cuesta asumir a los que no somos tan inteligentes como ella: nos hacemos mayores. Puede que Nora no tenga la receta para combatir las arrugas de su cuello, pero tiene la fórmula para hacer más livianos los golpes de la vida: reírse de ellos. «No logro entender que alguien pueda escribir ficción cuando lo que ocurre en la vida real es tan asombroso», aseguraba. Con su forma de contarla, yo tampoco.
Una mujer universal
La mirada de Ephron es certera y perspicaz porque pone el foco en el lugar que uno menos se espera. Y al hacerlo convierte sus problemas, es decir, los de una neoyorquina de clase alta en los setenta, en algo universal. El paso del tiempo, la nostalgia que cicatriza tras un divorcio, la tiranía de la moda y la belleza femenina... Todo sigue vigente en un mundo en el que los precios de los alquileres siguen duplicándose y los bolsos de Hermès siguen costando un riñón.
Pero a veces a Nora se le cuela una voz añeja en su moderna visión del mundo. Una gotita de whisky en el mojito. Nadie escapa de su generación y entre que Ephron escribió y nosotros leemos ya se abrió una pequeña brecha.
Si quieren un consejo, ignoren esa vocecilla. Disfruten de ver cómo la autora se ríe de sí misma y de sus circunstancias. No piensen en las diferencias, quédense con las victorias. O como diría Nora: «Si solo has elegido mal una tercera parte de la ropa que tienes, vas ganando la partida».