Andrés Calamaro: «Nunca fui a Galicia a tomar sustancias, me agradan otras cosas, sus gentes»

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Andrés Calamaro actúa en Ourense el sábado, día 27.
Andrés Calamaro actúa en Ourense el sábado, día 27. Thomas Canet

Enamoró al público de A Coruña y Ourense lo espera este sábado, día 27. «Ni sabemos qué toros van a salir en Ourense... Cantamos frente a algo inédito que se viene encima», revela el cantor

24 may 2023 . Actualizado a las 14:23 h.

Es posible que, como músico, se haya expandido a escala social o cultural, pero eso no le ha valido el ascenso a la burguesía, asegura Andrés Calamaro (Buenos Aires, 1961), que puso en pie el domingo al público en A Coruña y llega este sábado, día 27, al Ourensound Fest sin nostalgia embutida de otras décadas.

 ­—¿Se encuentra cómodo Calamaro en la actual escena musical? ¿Qué echa de menos del «business» de hace unas décadas y qué hay ahora que le complazca y que no tenía entonces?

—Me encuentro cómodo en la escena musical, o en la bola de espejos que es el conjunto de las «escenas». No echo de menos otras décadas. Publicábamos discos de otra forma y con otras expectativas, pero evolucionamos en la música grabada y en las giras. La intención es mejorarse como cantores y no embutirse en el pasado personal. Lo clásico es otra cosa.

—A buena parte de los músicos de su generación les desagradan las tendencias musicales de actualidad o directamente confiesan que ni siquiera están al corriente. ¿Cuál es su situación y su actitud al respecto?

—Estar siempre al corriente es improbable, y la música hay que estudiarla para atrás también. Las tendencias actuales no me molestan en absoluto; elijo los discos que quiero escuchar y eso escucho. Somos músicos, oímos de un modo analítico porque siempre estamos maniobrando con nuestra manera de hacer las cosas. Mi actitud es buena. Las tendencias actuales no me molestan nada, algunas cosas me gustan realmente.

—Decía en una reciente entrevista que España no trata bien a sus artistas. ¿Se ha sentido o se siente maltratado o infravalorado? ¿Qué le habría gustado alcanzar pero no le ha sido permitido?

—Existe una cierta «indiferencia institucional» que afecta a cualquier artista que destaque por su villanía y no se exhiba campechano, triste y globalista. Da la impresión de que la mayoría de los neocríticos se sitúan por encima de la obra. Puedo vivir «infravalorado» por mi naturaleza prolífica, tengo demasiada obra y muchas giras, es complicado abarcarme desde un teléfono portátil o sin escuchar suficiente música. En las giras nos brindamos al público, pero en privado hago música para especialistas, para gentes que entienden de música. Intento conjugarme en ambos escenarios. Este año tocamos 22 veces en España antes de saltar hacia América por Colombia, Ecuador, Panamá, Costa Rica, México, Estados Unidos, Puerto Rico y Argentina. Tampoco estoy mal considerado ni mucho menos. No aspiro a más, no soy ambicioso en ese sentido.

­—También comentaba en esa entrevista que la fluidez musical que tenía con la farlopa era insólita. ¿Hasta qué punto el consumo de un tipo de drogas ha determinado (o determina) la historia de la música? ¿En qué momento cree que estamos en la actualidad, al respecto? ¿Cuál es la droga que se asociará a este tiempo y qué ha generado en él?

—Para hablar de drogas y sustancias, primero deberíamos recordar que fuimos vacunados en masa y sin protestar, incluso mostrando entusiasmo por inocularnos una sustancia cuyas consecuencias desconocemos o estamos percibiendo. La droga de este tiempo es el teléfono y la conectividad que les inducen a niños de muy corta edad en adelante. Asimismo, llama la atención el silencio informativo con asuntos tan delicados como el consumo de crack, el suicidio, el sida y la prostitución. Experimenté la psicodelia para mi propia búsqueda de la intensidad en la vida y en la música, es verdad. Con muy buenos resultados artísticos.

—En aquellos sus años locos, Galicia debía de ser para usted como un maravilloso parque de atracciones. ¿Cuál es su relación actual con nuestra tierra? ¿Hay algo que le fascine especialmente de Galicia o de los gallegos?

—Nunca fui a Galicia para tomar sustancia, ni la consumí para incrementar mi vida social; mayormente, acompañaba interminables grabaciones musicales. Me agradan otras cosas de Galicia. Sus gentes, el espíritu, no sé explicarlo. Todo. Tiene una atmósfera que me hace sentir bien. Me encanta. Este año vamos por tres veces. Los años locos son los de la música loca y las camas redondas.

—Le he escuchado hablar en varias ocasiones de la música secreta, la nunca escuchada. Cuando todo alcanza un nivel de exposición tan alto, ¿dónde están hoy esos cofres de tesoros musicales?

—No soy divulgador musical, no creo que tenga por qué revelar mi algoritmo personal. Es para conversaciones privadas, en la mesa chica es donde somos desprendidos con los conocimientos y secretos musicales. Y hasta ahí. Luego no. No tengo veleidades de ensayista musical. En los pódcast nos estiramos un poco, deberíamos compartir menos.

—Dice que el rock no se ha aburguesado, perousted sí. ¿En qué sostiene ambas aseveraciones?

—Es una broma. Una ironía. El rock and roll es inalterable, vive dentro de algunas personas y en tribus dispersas en todo el mundo. Lo da todo sin pedir nada a cambio. Es posible que, como cantor, me haya expandido en una escala social o cultural, pero no me ha valido como ascenso a la burguesía.

—¿Qué deberíamos reivindicar hasta el infinito, qué no podemos perder?

—Los toros y Pablo Picasso.

—Ha dicho que va a probar cosas en la gira 2023. ¿Cómo son los conciertos de esta gira y cómo su versión festival, como el que veremos el día 27 en Ourense?

—Los conciertos son todos parecidos en el papel, no es un museo con cuadros previamente pintados. Cantar es «pintar el cuadro y quemarlo después». La música se esfuma invisible en el tiempo. Siempre estamos probando cosas, somos cinco tocando juntos y cantando con hechuras clásicas y desenvueltas. Ni sabemos qué toros van a salir en Ourense, asumo este oficio parecido al de los toreros en algunas cosas. Cantamos frente a algo inédito que se viene encima: el silencio anterior a los instantes. Somos cuatro músicos expertos y un cantor que se encomienda al embroque del silencio y la música.