Las canciones pueden ser los puntales de la vida y evitar que nos echemos a correr y lo abandonemos todo. Así lo ve el músico vigués en «Trinchera pop», su nuevo trabajo que hoy ve la luz
10 mar 2023 . Actualizado a las 09:44 h.Siete años sin un elepé con material propio y, de pronto, apareció una canción como En el alambre. Hizo que el público experimentase una secuencia emocional: aturdimiento inicial, encantamiento posterior y reencuentro final. Salió en diciembre del 2022 como adelanto de Trinchera pop, el disco que hoy ve la luz. «Afortunadamente, ya no estoy en esa vorágine de tener que sacar un disco cada dos años. Me gusta mucho este lugar en el que estoy de no tener que estar pensando en el mercado», dice Iván Ferreiro. El 24 de marzo lo presenta en Santiago (Palacio de Congresos, 21.00 horas, desde 30,50 euros).
—«Tenemos las canciones para no escapar», canta. Choca con la idea de evasión que se le atribuye a la música. ¿Qué filosofía hay detrás de esta trinchera pop?
—La trinchera pop la veo desde dos lugares. Uno es el del creador. Tiene que ver con el compromiso con la canción y con el oficio. No sirve cualquier canción y de cualquier manera. Por otro lado, está la trinchera del oyente, donde cada uno hace su guerra particular. Me imagino a alguien levantándose por la mañana, enfrentando el día y teniendo sus discos de cabecera para llevarlo adelante. Existe la idea de que la música es para evadirse, claro. Pero creo que las canciones nos dan esa tranquilidad que nos permite seguir en el sitio y no salir corriendo y abandonarlo todo, que es de lo que da ganas muchas veces. Esa frase que citas es un guiño a Bruce Springsteen y esa idea de salir corriendo de Born to Run. Me doy cuenta que a veces sí, las canciones nos sirven para evadirnos y poder seguir con nuestra vida. Y, a lo mejor, la vida es posible porque tenemos canciones que la apuntalan.
—Se marcó un objetivo: quitar el romanticismo y meter la filosofía en su música. ¿Sobra uno y falta otra en el pop en general?
—No, es una cuestión personal. He escrito muchísimos temas que hablan de amor romántico, pero me veo ya con una edad. Quise hacer el disco de pop de una persona de 52 años. El amor no es el tema que más me preocupa. Vivo bien, tengo una pareja estable y soy feliz con ella. Cuando uno está bien ahí, empiezas a hablar de otras cosas. Y puede ir de la política a la jardinería. Eso es la filosofía: lo que pensamos, lo que sentimos, cómo nos tomamos las cosas. Para hablar de amor hay gente que está más preparada que yo ahora. El pop se va regenerando y cada año hay nuevas canciones de gente joven. En ese sentido, noto un cambio generacional. Creo que poco le voy a contar yo a un chaval de 20 años sobre el amor. Por otro lado, nosotros tenemos ese espacio que nos da el público y creo que la filosofía y la metafísica son buenos temas y muy emocionantes.
—En el disco habla del dolor de espalda o la presbicia, por ejemplo. ¿Hay un intento de hacer un pop de gente mayor?
—Sí, a mí me gusta mucho jugar con eso. La palabra pop está muy denostada en los adultos. Parece que es más interesante hacer estilos más complejos. Y para mí el pop tiene que ver básicamente con la memoria colectiva, con esas cosas que se convierten en algo pop y no necesariamente tienen que ser cosas poperas cuando surgen. Hay temas de AC/DC o los Rolling Stones que ya forman parte de esa cultura pop. Me da la sensación de que la gente de mi edad huye de esa palabra para acudir a otros estilos que considera más elevados intelectualmente. Para mí la manera de elevarlo intelectualmente es llamarlo por su nombre: pop. Y sí que es cierto lo de la edad. Cuando me enfrento a un disco mío pienso en la edad que tengo y no quiero estar desfasado. No quiero hacer nada que no tenga que ver conmigo y con mi edad. Creo que tengo que ser consciente de la edad que tengo y, desde ahí, hacer algo coherente conmigo.
—«En el alambre» supuso una ruptura y un golpe de autoridad en el pop español. ¿Es uno de las mejores temas de su carrera?
—Sí, pienso que es de lo mejor que he hecho nunca. Contiene el pop, pero también una cierta sofisticación de cómo contar las cosas. Me gustaba la idea de poder hacer una letra que no es una letra tan sencilla como otras. Una letra que no es un reflejo directo. Pienso que el disco lo necesitaba: dejar claro que había una cierta sofisticación, pero que hubiera también pasión.
—Se decía que R.E.M. hacían letras que no se entendían del todo, pero que sabías que en ellas se estaba diciendo algo importante. Aquí semeja que ocurre eso.
—Puede ser. Quería que el oyente se sintiera cómplice conmigo en esta letra. En principio parece compleja, pero en el fondo a nivel emocional nos toca y dice cosas bastante sencillas. Es como cuando tenemos un problema. Lo verbalizamos y parece muy complicado, pero llega alguien de fuera y te lo resume con dos frases. Me gustaba esa idea de que parezca que te suelto un rollo sofisticado con ideas complejas, pero tiene una conclusión muy sencilla: igual hoy tenemos que rendirnos y no hay mucho que hacer. Mejor meterse en cama y esperar a mañana.
—«No te cansas de sentirte siempre fuera de lugar», canta ahí. ¿Buscaba lanzar versos que sirvieran para todos?
—Es que todos nos sentimos un bicho raro y pensamos que lo de fuera es horrible, en un momento dado. Al final, hay cuatro frases que nos definen un poco a todos siempre. Es como el horóscopo, que lo lees y tanto da si encajas en el signo, porque todos hablan de todos. Yo creo que las canciones deben tener esa virtud: hablar de todos y no dejar a nadie excluido.
—¿Es eso lo que lleva al disco a tener esa dualidad de placidez y tensión?
—Así es como vivimos. Y creo que, a nivel musical, necesitaba que pasara todo eso. Pensaba mucho en esas canciones de Radiohead, que tienen su parte agarrotada y se van abriendo poco a poco. Cuando lo hacen te sientes muy liberado. Yo quería que tuviera eso de agarrar-soltar a nivel musical y que fuera ligado a palabras, jugando con las contradicciones. A veces, la letra te cuenta una cosa, pero la música te está diciendo otra. Por ejemplo, La humanidad y la tierra te está diciendo «a bailar», pero ese ritmo es muy difícil [risas]. Eso me gustaba. O en Miss Saigón, que habla de las partes feas de una familia dentro de una canción de baile.
—En ese tema localiza la escena en el día de la Reconquista de Vigo. Otro se titula «Dejar Madrid». ¿Nunca había sido tan concreto localizando las canciones?
—Había nombres de lugares, pero a lo mejor no concretaba tanto lo que pasaba en ese lugar. Antes los mencionaba de una manera más general. A mí la Reconquista de Vigo me sirve para hablar de una parte de mi vida familiar y una ciudad que, a veces, es un poco como una familia y nos marca. En este caso, tanto en Vigo como Madrid..., al final no estamos contentos ni en una ni en otra. Eso es porque estamos incómodos en general y no hay un lugar en donde sentirse a gusto.
—Usa samplers muy obvios con los que resulta instantáneo sentir familiaridad.
—Trabajamos mucho en ello y buscábamos cosas muy reconocibles. Nos dimos cuenta que, con el discurso que queríamos contar sobre el pop, Vivaldi era increíble. Aunque sea muy obvio, echamos de mano tanto de él [risas]. En el caso de Antón García Abril nos pasaba igual. Es una música española, contemporánea de los setenta y es nuestra memoria colectiva. La queríamos reutilizar. Cuando tienes un sampler como el de El hombre y la tierra ya te lleva directamente al mundo animal. Lo bonito de todas estas cosas es que te crean un escenario antes de que escribas una sola palabra. Y trabajamos mucho en afinarlos y colocarlos en el sitio que queríamos. No queríamos usar sampler y que quedase en algo vacío. Nos obsesionaba divertirnos y emocionarnos, pero al tiempo que no fuese cualquier cosa y fuera de cualquier manera.
—Hablaba antes del cambio generacional. En la música española se produjo una ruptura muy grande allá por el 2007/2008 con el trap y las músicas urbanas que ahora es un abismo. ¿Se nota el otro lado de eso?
—Sí, me noto al otro lado pero muy contento. Yo veo cómo la gente joven está haciendo música y me parece muy bien. Creo que es la primera ruptura buena que tenemos. En el fondo, la música indie se parece bastante a la de los ochenta, incluso en el planteamiento en el escenario con la batería, los músicos a los lados y todo eso. Es mucho más interesante lo que está pasando ahora con la música urbana que lo que hicimos nosotros. Pienso que ya era hora que ya pasase algo que no fuera un pequeño desarrollo de lo anterior, sino una manera nueva de enfrentarse a la canción. Lo que más me gusta de esos artistas jóvenes es que poca música les puedo enseñar yo. Tienen mucha más música para enseñarme a mí que yo a ellos. Eso me parece maravilloso.
—Su postura no es la común. Muchos de su generación se sienten totalmente violentados con estos sonidos y artistas diciendo: «¡Eso no es música!».
—Igual que se violentaron los de los setenta con el pop de los ochenta. El que se violenta es porque está perdiendo algo y no está subido a un carro. Lo que está claro es que alguien que tiene ahora 20 palos no va a estar haciendo la misma música que hago yo. Y, por primera vez, siento que en España hay una verdadera ruptura, protagonizada por gente que está haciendo cosas interesantes con su propio idioma, sonido y códigos. Esos códigos son ajenos a mí, pero precisamente por eso es interesante. Entiendo que haya gente a la que le moleste. Pero eso solo habla de que están un poco atrasados y que les falta un poco de modernidad.
—Solo hará un concierto de presentación en Santiago y luego vendrá el maratón de verano. ¿Por qué?
—Sí, quería presentarlo en Galicia, tocando el disco entero, mirando a la cara a la gente y no tener que estar pendiente de un horario. Quería subirme tranquilo a un escenario a enseñar mi disco. Luego, ya vendrá la gira. Pero esto lo veía muy necesario.