Andreu Martín: «Ahora intento contenerme y escribir solo una novela al año»

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El escritor recupera la Barcelona de principios de siglo para crear una deliciosa trama de espionaje en «La cuarta chica por la izquierda»

10 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

(Barcelona, 1949) es uno de los más veteranos escritores de novela negra en España. Si se fijan bien, seguro que encuentran alguno de sus títulos en su biblioteca o en su memoria. Acaba de publicar La cuarta chica por la izquierda con la editorial Alrevés.

­—Barcelona, protagonista otra vez.

—Yo diría que el protagonista máximo de esta novela es el Paralelo. Todo el mundo habla de aquel Paralelo como una zona muy rica en teatro, maldades y excesos de todo tipo. Yo me he tomado la preocupación de ir recopilando testimonios de la época, de 1917, para dibujar ese Paralelo.

­—Muchos de los lugares que cita ya no existen, pero otros sí. El Molino, por ejemplo.

—Sí, El Molino sigue abierto, aunque resulta chocante que se quiera hacer un music hall políticamente correcto. Yo creo que las dos cosas a la vez no pueden ser.

­—Ya no vive en Barcelona. ¿Se exilió?

—Ja, ja. No. Vivo cerca, en Sant Cugat. Me trasladé por motivos familiares, pero me alegré de tener que hacerlo. Dejé Barcelona poco antes del covid y Sant Cugat resultó un paraíso en la pandemia comparado con la zona en la que vivía.

—¿Por qué eligió esta época para ambientar la novela?

—Yo pensé en escribir una novela de espionaje, que nunca había escrito. Porque la novela de espionaje es una novela que juega con secretos y mentiras, con gente que se disfraza para obtener verdades y que luego vende aunque no lo sean. Eso me conectaba muy de cerca con las fake news actuales. Y si hubo una época en la que Barcelona se hizo famosa como capital del espionaje europeo, fue esa. En ese año pasó todo. Llegaban los ecos de la Revolución rusa que los alemanes aprovechaban para estimular y así debilitar a las potencias aliadas. Esa, la de la espionitis, es una Barcelona mítica. Luego me di cuenta de que si quería hablar de espionaje en aquella época, no podía dejar de lado los submarinos alemanes en el Mediterráneo. Eso provocó más investigación y más descubrimientos que me parecieron muy interesantes para el libro.

­—Tuvo que dedicar mucho tiempo a documentarse.

—La documentación es un proceso muy divertido y muy creativo. Me obligó a desempolvar muchos libros que tenía. Pero me dio mucho más trabajo Cabaré Pompeya. Estuve cinco años investigando. En este proceso encontré apuntes de aquella investigación, que basé mucho en entrevistas con un tío mío, que se habían traspapelado y que me han servido mucho para este libro, para contar aquella Barcelona tan gamberra, desabrochada como decía Joan de Sagarra.

­—Un cura renegado, un empresario con conciencia y una artista de «music hall». Ha conseguido un trío protagonista muy poco frecuente.

—He intentado que los tres personajes sean muy calidoscópicos. Mi preocupación ha sido jugar con la verdad, con lo que parece verdad. Amadeo [el personaje de un cura que, decepcionado por el comportamiento de la jerarquía, abandona el sacerdocio] es el representante de esas noticias falsas, que a cualquiera con dos dedos de frente le parecen imposibles, pero que condicionan a millones de personas en todo el mundo y que son las creencias religiosas. Lo que me atrae del espionaje es que son esas cosas rarísimas de creer, pero que te las tienes que creer porque yo te lo cuento. Ese es el espíritu de la historia.

—Usted ha colaborado bastante con el cine. ¿Le gustaría ver esta historia en la pantalla?

—No lo sé, porque ya me he llevado suficientes decepciones. Tendría que hablar con un director que la entendiera y la mimara. Pero no es mi objetivo principal. Eso ya pasó.

­—Desde luego, habría que poner dinero suficiente para la escena final.

—Ja, ja. Bueno, responde también al espíritu del musical, cuando al final llega el mejor número de todos.

­—¿Está escribiendo algo ahora?

—No, pero a ratos libres pienso y tomo notas para la próxima novela que va tomando forma y cada vez me apetece más. Hasta que tengo toda la historia construida no me pongo a escribir.

—Usted sale a una novela al año.

—Intento contenerme y escribir solo una novela al año. Eso significa una al año para adultos y alguna más para jóvenes para no quedarme quieto.

­—¿Viene por Galicia de vez en cuando?

—Hace mucho que no voy. Hubo un tiempo que, para hablar de mi personaje Flanagan, iba por muchos colegios y viajaba por toda España. A Galicia fui muchas veces. Y nos divertíamos mucho.

El año en que Barcelona fue la ciudad de la espionitis

En 1917 el mundo iba a todo trapo. Rusia iniciaba una revolución política y social que cambiaría para siempre a la humanidad. Las potencias europeas se enzarzaban en una guerra que provocaría millones de muertos, pero que serviría para actualizar la siniestra industria armamentística y para dibujar un nuevo mapa de fronteras. Y Barcelona... Barcelona empezaba a ser la gran urbe que es al amor de una neutralidad bélica que, en realidad, no lo fue tanto y que permitió que se apuntalasen las grandes fortunas que todavía hoy mantienen la posibilidad de apretar un botón rojo.

En ese ambiente nos sumerge Andreu Martín, en la ciudad de los prodigios donde florece la espionitis. En el Café Español, en los casinos de la Rabassada, en el Hotel Colón, en el Liceo, pero también en los talleres del Poble Sec o en la Tierra Negra, donde la ciudad aún no había sido urbanizada y donde germinaban los movimientos anticapitalistas. Martín se inventa a tres personajes sobre los que construye una trama policíaca sometida a la descripción de la ciudad, auténtica protagonista de la novela. Un cura renegado, un millonario venido a menos y una artista de music hall; un extraño trío con el que el autor teje una historia en la que las cosas no son siempre lo que parecen y en la que el lector tal vez eche de menos algunas certezas.

En cualquier caso, es tan fácil leer a Andreu Martín que la novela se le acabará antes de que se dé cuenta, porque irá pasando páginas a velocidad creciente. Se divertirá y, de paso, conocerá algo más sobre los submarinos que masacraron la flota aliada en el Mediterráneo, sobre espionaje y, especialmente, de una época fascinante y de una ciudad que, por alguna razón, acaba cautivando a todo el mundo, o casi.

Da la impresión de que Andreu se hubiera movido como pez en el agua en esa época que con tanto cariño retrata. No espere remilgos de este autor. Como dice en la entrevista, no se puede esperar del music hall contenidos políticamente correctos. Tampoco se puede esperar de una ciudad llena de espías certezas absolutas, amores reales o amistades fieles. Esto es la guerra, amigo.

«LA CUARTA CHICA POR LA IZQUIERDA»

ANDREU MARTÍN

EDITORIAL ALREVÉS PÁGINAS 436 PRECIO 20