Las niñas suicidas

Mercedes Corbillón FUGAS

FUGAS

Fotograma de la película «Las Horas», en la que se recrea el suicidio de Woolf
Fotograma de la película «Las Horas», en la que se recrea el suicidio de Woolf

20 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Empieza el año y me despierto en una habitación que no es la mía. Sobre mí hay una viga centenaria pintada de blanco y una ventana de claraboya que da a un cielo aún oscuro. Mi tesorito duerme a mi lado con el embozo de la cama blanca llegándole hasta el cuello. Sus sueños rugen suaves, como los de un gatito recién nacido, como es ella, bonita e inocente. Es curioso lo mucho que se parece a mí y lo distintas que somos. Tenemos las mismas ojeras que en su cara aún son un detalle con encanto y en la mía solo son la expresión del derrumbe que deja el tiempo a cambio de permitirnos estar vivos.

No importa, hay peajes que pagamos a gusto porque queremos seguir caminando, ver qué hay un poco más allá.

Estoy viva y el paso de un tranvía hace que tiemble un poco este edificio señorial y antiguo. Al subir, Tormentito dijo que las escaleras parecían las de un castillo. Si lo fuera, nosotras estaríamos en el palomar, siempre arriba, para que podamos abrir la ventana y volar sobre los tejados de París, aunque no estemos en París y no tengamos alas. Tenemos una familia que, desestructurada o no, es como todas, la suma de los secretos de cada uno de nosotros. O debería decir soledades. Hay algo ferozmente individual en la existencia y, sin embargo, el sentido de la existencia tal vez es compartir y suerte que tienes si alguna vez alguien te toca el alma. En eso pienso mientras la luz cenital del amanecer inunda este cuarto donde quizás tú no podrías ponerte de pie. En eso y en hablarte de niñas suicidas, como esa que vio la abuela de mis hijas el otro día dibujada en la acera, sus dieciséis años rotos sobre las baldosas de una calle cualquiera y hablarte de la forma de las nubes sobre el campanario de San Pierre y de los ojos de mis tesoritos, adonde me asomo asustada para buscar certezas y me quedo atrapada en esos colores imposibles que tienen misterio, pero espero que no tengan tristeza, al menos no una que las haga irse y cerrar la puerta, apagar la esperanza, decir basta. Hablarte de lo que me duele el dolor de las niñas suicidas, aunque no sean las mías.