Marta Robles: «Hay donjuanes a patadas, el mito no desaparece»

FUGAS

Jorge Pintado

La escritora y periodista pone toda la carne en el asador tras asaltar la trastienda de los reyes de España y revelar sus pasiones más recónditas. Ahora, desnuda a los artistas...

14 feb 2023 . Actualizado a las 22:28 h.

«El amor es el anhelo de salir de uno mismo», dijo Baudelaire, según recuerda la periodista y escritora Marta Robles (Madrid, 1963), que recurre a un verso de Neruda para compendiar el desnudo de las pasiones más recónditas, salvajes y escandalosas de los artistas. «Hablemos de amor. De pasiones. De sexualidad», propone la autora en Lo que la primavera hace con los cerezos, una galería ardiente de anécdotas en la que, página a página, «presenciamos» sin velos el tiro en la sien de Larra ante su hija tras el abandono de su amante Dolores, la sexualidad feroz y esclavizante de Pasolini, el enjambre de relaciones con casadas y viudas de Galdós (incluso tras su hemiplejia), las 300 conquistas de Byron o el «yo confieso» de Neruda como autor de violación y maltrato.

—«Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos», dice Neruda en ese sugerente verso que elige como título. ¿Qué nos da la belleza de lo efímero?

—El verso de Neruda alude a sacar lo mejor del otro; a ese amar bien que siempre es tan difícil y desde el que se pretende hacer florecer a la pareja, ayudarla a conseguir su mejor versión. Comparar ese florecimiento con el de los cerezos evoca el momento en que los árboles pierden sus flores en una bellísima tormenta de pétalos bailando en el viento, que los japoneses llaman sakura fubuki. Lo efímero del momento lo vuelve más único. 

—Pero lo efímero se desvanece...

—Tras él, queda el recuerdo y la esperanza de la siguiente primavera.

—¿Se lo han dicho alguna vez, el verso, «quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos»?

—No me lo han dicho nunca. Pero lo siento cada mañana en mi casa y en mi vida, donde sé que quieren sacar lo mejor de mí y me ayudan a conseguirlo. Y no es fácil: como buena insegura, muchas veces soy mi peor enemigo.

­—La creación se parece al sexo, recuerda que dijo, entre otros, Goytisolo.

—Más que parecerse al sexo, según Freud, proviene de un impulso sexual. Goytisolo advirtió que, si eso fuera así, las mujeres, a las que se nos ha castrado el impulso sexual durante siglos, habríamos tenido menos herramientas para la creación. Puede ser... Siempre lo tuvimos más difícil en todo. Pero yo creo que, más allá del impulso sexual creador, que Freud compara con el de alimentarse, está el amor que, como dice Voltaire, «ataca al mismo tiempo a la cabeza, al cuerpo y al corazón» y, por tanto, puede potenciar la creación más que el sexo.

­—¿Una mujer inventó el amor?

—Safo inventó el concepto del amor que tenemos hoy. Le prestó esa atención... Atendió a las emociones que nos provoca. En lo poco que nos ha llegado de la poeta griega, quedan perfectamente reflejadas esas sensaciones que van más allá de lo físico y que reconocemos en nosotros mismos cuando estamos enamorados.

­—¿Hay más de un donjuán? ¿Está de capa caída el mito o es al contrario?

—Hay donjuanes a patadas. Los hubo antes de que Tirso de Molina creara al personaje y los sigue habiendo en el XXI, después del MeToo. Lo que sucede es que ese mito, exportado al mundo entero con unas características precisas, va evolucionando con cada creador, que lo construye a su medida. Al de Tirso, como su creador era clérigo, no le redimía el amor de la novicia, pero al de Zorrilla, que era un donjuán en su propia vida, sí. Y, en el caso de Byron, que contabilizaba, según algunos, más de 300 conquistas, se convertía en una especie de damisela en apuros que no podía evitar dejarse seducir… El mito cambia, pero los donjuanes no desaparecen...

—¿Por qué?

—Porque a muchas mujeres les siguen gustando los canallas. Es la cultura de la abnegación. O tal vez la esperanza de poder redimir al hombre al que aman, cambiarlo… Y es peligroso porque, en creer que se puede cambiar al otro, está en ocasiones el germen del maltrato.

­—¿Qué amor atormentado o prohibido le ha fascinado más descubrir en el proceso de elaborar este libro?

—El amor de Víctor Hugo por su hija, que superaba el que profesaba a su mujer, a su amante y a las prostitutas con las que se relacionaba. La pérdida también es otro de los motores de la creación. Por eso cuando su hija muere, el escritor busca desesperadamente la manera de reencontrarse con ella a través del espiritismo. Más que fascinarme, me ha dolido descubrir la relación de Chaikovski con su mujer, con la que se casa para luchar contra su naturaleza, contra su homosexualidad. La relación obsesiva de Larra con Dolores Armijo que, cuando deja de ser correspondida, lleva al escritor a volarse la cabeza delante de su hija.

—¿Quiénes fueron los más perversos creadores? ¿Y los más promiscuos?

—Neruda, uno de los más grandes poetas, fue, según confiesa en sus memorias, un violador, además de maltratar y abandonar a su mujer y a su hija, que tenía una minusvalía; Picasso exprimía a las mujeres a las que necesitaba en cada etapa de creación. En alguna de sus relaciones, el maltrato llegaba a las quemaduras con cigarrillos. Entre los más promiscuos destaco a D’Annunzio, que conquisto a las más grandes mujeres de su tiempo; alguna de ellas incluso le llegó a pagar un sueldo mensual por ser su amante. Y eso que, aunque era un dandi, no era un hombre físicamente atractivo: bajito, de caderas anchas…El nieto de Freud, el pintor Lucian Freud tuvo varias esposas, hijos que no conoció, una actividad sexual frenética…¡y eso que trabajaba 12 horas al día!

­—¿Tuvo Simenon diez mil amantes?

—Nunca me creo las cifras que declaran los conquistadores. Ni las de Simenon, ni las de Julio Iglesias ni las de Bertín Osborne… Simenon tuvo muchas relaciones, sobre todo con prostitutas. Confesó su necesidad de relacionarse con mujeres de todo tipo y en sus memorias.

—Ha habido hasta quienes mataron por amor... Matar y amar no resisten juntos en una frase la prueba del algodón de este momento. ¿Se llega a morir o matar por amor? 

—Nunca se ha matado por amor, se ha matado por posesión. Pero ni siquiera recojo uno de esos casos en este libro. Sí aparece el caso de una gran escritora de género negro, Anne Perry, que de adolescente y con otra identidad fue cómplice del asesinato de la madre de su íntima amiga. La mataron porque no las dejaba ir a vivir juntas…También la muerte fortuita, por un estúpido juego de la mujer de Borroughs, Joan Vollmer, a la que el escritor dispara en un escenario de drogas y exceso. O la de escritora Nancy Crampton, que escribe un libro sobre cómo matar al marido... ¡y mata al suyo!

—¿Todo era platónico en Quevedo? ¿Un hombre a su misoginia pegado...?

 —Yo presumo que sí. Quevedo solo tuvo un matrimonio obligado y fallido de tres meses; a las mujeres que cantaba en sus versos nunca se las vio y era de una misoginia tan brutal que no parece descabellado pensar que lo que ocurría era que las mujeres no le hacían caso…

 —¿Amó Galdós a Pardo Bazán como a cualquier otra mujer de su enjambre de amantes?

—No. La amó de manera distinta porque su relación fue la única de igualdad que mantuvo. Igualdad intelectual y económica. Las otras mujeres, que fueron muchas y le sirvieron para construir de manera extraordinariamente creíble a sus personajes femeninos, siempre dependían de él por alguna razón.

 —¿No era Hemingway tan macho como parece?

—Bueno. Digamos que le ofrezco al lector una teoría, que no es mía, y que no parece ningún disparate, si nos fijamos en determinados detalles incontestables. Ahí lo dejo. Hay que descubrirlo en la lectura...

—¿Hay alguien más libre que Colette? Quién fue el artista más esclavo de su sexo?

—Colette consiguió ser libre, en buena medida gracias al legado de su madre y la buena educación que recibió; pero tardó tiempo en lograrlo, en ser libre y, por lo tanto, fatal, claro. Más que del sexo, Hedy Lamar, la actriz ingeniera, la mujer más bella del cine, la que interpretó el primer desnudo femenino y el primer orgasmo y cuyo invento fue precursor de la wifi, fue esclava de su belleza; a Marilyn Monroe la belleza también le robó la felicidad. ¿Esclavo del sexo? Quizás Simenon...

—Tremendo ese arranque de pene ajeno de Caravaggio que cuenta en el libro…

—Se produce tras un partido de pallacorta; parece que el pintor solo quiere rebanar el pene con su espada a su oponente, pero le toca la arteria, se desangra y Caravaggio se convierte en asesino. Caravaggio era un pendenciero, pero es posible que ese asesinato no fuera solo producto de haber perdido en el juego, sino de que el muerto fuera proxeneta y maltratador de las prostitutas con las que Caravaggio tenía una muy buena relación. Eran sus modelos y, alguna, su novia durante algún tiempo. 

—¿Y usted, ama con locura? ¿Hay pasión arrebatadora que nos mantenga la cabeza sobre los hombros?

—¿Yo? Tengo muchos años y un pasado. Claro que he amado con locura. Incluso el amor de mi vida, de mis últimos 24 años, ha tenido su momento de locura. Ahora diría que es un amor sereno, pero con pasión. No podría mantener un amor sin pasión.

—¿Somos hoy, en el fondo, más convencionales en el deseo y el amor que en el pasado?

— Bueno... Lo que hay que decir es que en el pasado ya estaba todo inventado. El queer, el género neutro, el poliamor, los triángulos amorosos y todo lo demás…