Javier Rodrigo, historiador: «Franco es hoy irrelevante, otra cosa son los valores propios de la dictadura»

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El historiador Javier Rodrigo.
El historiador Javier Rodrigo. Marta Pérez | EFE

En «Generalísimo», el autor aborda al dictador a través de las denominaciones que ha tenido y de los mitos adheridos a la figura del «hombre más importante del siglo XX español»

09 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No es ni una biografía de Franco ni un libro más sobre el dictador. En Generalísimo. Las vidas de Franco, 1892-2020 (Galaxia Gutenberg, el historiador Javier Rodrigo (Zaragoza, 1977) ofrece una visión nueva.

 ­­—¿Cuál es el propósito de su libro?

Generalísimo no es una biografía al uso, sino que se acerca al estudio de los mitos adheridos a su biografía, usando como fuente principal unas cincuenta biografías publicadas, además de fondos inéditos como la prensa rosa o las biografías radiadas en RNE. Mi propósito es comprender mejor y explicar a los lectores los elementos que configuraron la legitimidad de su poder a lo largo de su dictadura, que son a su vez las raíces de lo que narrativamente queda de Franco en la actualidad. En el libro recorro los traumas, la infancia y la juventud, Marruecos, la República, la violencia, la guerra, Hendaya, el desarrollismo, el declive vital, la muerte, el entierro y hasta la exhumación y segundo entierro del 2019. Es un panóptico de largo recorrido, donde dialogo con la historia contemporánea de España a través de la figura del hombre más importante del siglo XX español, para solaz de muchos y desgracia de otros muchos.

—Destaque los mitos más llamativos sobre Franco y los nombres que le han dado sus detractores y partidarios.

—Nombres tuvo muchos, desde Cerillita a Su Excelencia pasando por los de Caudillo, Paca la Culona o Miss Canarias 36, que es como de manera denigratoria le llamaron algunos de sus conmilitones en la sublevación de 1936. A mí me interesa mucho el de Generalísimo, pues es el único que ostentó tal rango en España y porque es después de su elección el 1 de octubre del 36 cuando inicia toda la construcción mítica de su biografía. Es el momento, como le dirá a su hija Carmen, en el que dejó de ser persona y pasó a ser otra cosa: un espacio de poder, un símbolo, un mito, la hipóstasis de España, un santo, tocado por Dios para salvar a España. El pliego de fotos del libro empieza, precisamente, con esa imagen de Franco ya Generalísimo dando su primer discurso público como tal.

—¿Qué papel juega Franco en la España actual, 47 años después de su muerte? ¿Se utiliza su figura políticamente?

—Franco ocupa un espacio afortunadamente menguante en la España actual. Su rol es intrascendente y solamente aparece en la información sensacionalista o en los memes de las aplicaciones telefónicas. Más allá de algunos anacronismos como su fundación, es irrelevante en la España de hoy. No lo reivindican públicamente ni tan siquiera los herederos —en algunos casos, literalmente— de la clase política franquista. Otra cosa son los valores propios de la dictadura: el ultraconservadurismo, el nacionalcatolicismo teocrático militante siguen formando parte del panorama político español. Pero no dependen ya de la existencia o no del mito de Franco. ¿Qué perfil personal y político trazaría de él?

—En lo personal, muchos de los suyos lo muestran afectuoso y amable, algo frío y distante, mediocre y tal vez anodino en el trato corto, pero cariñoso con sus seres queridos y, sobre todo, con su familia más cercana, muchas veces la rama femenina: su madre, su hermana, su hija, sus nietas y nietos. Su cuñado, Serrano Súñer, lo muestra como provinciano y pequeñoburgués, un hombre de paseo vespertino por la plaza mayor de una ciudad castellana, un español de gustos normales: los toros, el fútbol, la música ligera, con algunas veleidades como la caza o el golf. Pero hay mucho de estereotipo y de sublimación propagandística de su normalidad, detrás de la cual bien puede estar la ocultación del lujo y el enriquecimiento desmedido que gozaron él y su familia. En lo político, un hombre ambicioso y seguro de sí, creyente en su propia causa personal, con mucha suerte y mucho desgaste: el ejército de un solo hombre, como lo denomino en el libro.

—¿Franco se creía su propio personaje de salvador providencial de la patria?

—No tengo ningún elemento que lo desmienta, y algunos de sus biógrafos lo creen firmemente. Sus actos apuntan a una interiorización del sentido de providencialidad y predestinación, cual si el poder fuese una carga que debe aceptar por el bien de España. No sabemos si se leía sus biografías porque ni en el Pardo ni en Meirás quedó biblioteca más allá de algunos libros de compromiso, y porque mucha gente cercana confirmó que no le interesaba la lectura. Pero que creía en algunas de las cuestiones subrayadas por sus biógrafos, como el carácter providencial de su poder, su rol de pacificador y padre de la patria o su importancia en la construcción de la arquitectura política que le habría de sobrevivir, con la designación de su sucesor, todo eso, sin duda, sí, lo creía.