«La ocupación»: el placer de sufrir con Annie Ernaux

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Ángel Colmenares | EFE

La premio nobel de literatura vuelve con una exploración a fondo de los celos, quizá las tropas más letales que existen. ¿Se puede dejar a un amante y castigarse porque se va a vivir con otra?

18 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Los celos son las tropas más poderosas y letales que existen, viene a decirnos con su exuberante fragilidad Annie Ernaux (Lillebonne, 1940), que tras alzarse con el Nobel de Literatura 2022 vuelve como un tornado al escaparate en Cabaret Voltaire. La ocupación, que vio la luz en el sello Gallimard en el 2002, llega en español 20 años después, nada reseso. Esas tropas de los celos que ceba y abriga el sentido total de la intimidad de una mujer van por dentro, «el enemigo soy yo», esta es la baza de Ernaux. Esas tropas avanzan por territorio propio, conocido, por la tierra quemada del amor. Por el amor de una mujer llega a llorar con I will survive y a enloquecer (y a llamar por teléfono a todas las personas de un vecindario y de una universidad) la protagonista —fiel a su obsesión, tan palpable— de este relato, que es un hijo flaco y enfermo pero especial de Pura pasión.

La mujer ocupada, que sabe como Marguerite Duras que el odio es una manera de resistir, y que no hay nada como la urgencia de amar, va liberándose al soltar lo que le reconcome. «Escribir ha sido una manera de salvar lo que ha dejado de ser mi realidad», desgaja Ernaux cuando es capaz de observarse desde fuera, de independizarse del deseo, de la sumisión que inflige esa pulsión vital para adueñarse de sí en el relato. Tras el amor, hay otra forma de amor, parece decirnos la escritora abierta en canal. Se ama de una manera más libre al recordar, ¿no? Puede que no.

El desapego es su virtud, observar los restos del naufragio (de su infancia, de un embarazo truncado, del matrimonio, de un padre, de una pasión...) hace inmenso el océano Annie Ernaux. La odisea del desamor se resuelve aquí en menos de noventa páginas carnívoras, perennes. Por este diario de adolescente incurable, navegamos letra y cabeza adentro, desde que el tal W. anuncia que se va a vivir con una mujer cuyo nombre no quiere revelarse hasta la llegada final a una Venecia en la que ya nada habla de amor. Hay ciudades educadas, muy cordiales, que solo te enseñan aquello que los ojos quieren ver.

Annie siempre es otra, esa otra mujer con la que es reemplazada por su amante. Y otra en sí, otra que observa con frialdad su desolación y se empodera al contarlo, rechazando el cliché-matón de la heroína fuerte, a semejanza del varón. «Sin duda, el mayor sufrimiento, como la mayor dicha, viene del Otro», escribe Ernaux a la altura del corazón del libro. La que siente y padece es ella. La que tiene valor.