Cuando las horas de luz empiezan a escasear y los timbres de los colegios marcan el regreso a las aulas, a muchos nos empieza a entrar un mal otoñal que nos envuelve en la más absoluta nostalgia. Qué difícil es decir adiós a los días de verano y volver a sacar el edredón de su escondite estival. Pero tranquilos, que para paliar la tristeza estacional y ayudarnos a sobrellevar todas las ciclogénesis y heladas que están por venir, tenemos a Juan Pablo Villalobos.
El escritor mexicano, que siempre ha coqueteado con el humor —hasta en sus novelas más dramáticas—, se entrega con los brazos abiertos a la perspectiva más cómica de la vida para contarnos en Peluquería y letras las aventuras de lo que, a priori, es tan solo una jornada más en el día a día del escritor.
Es una virtud eso de conseguir exprimir algo extraordinario de lo puramente cotidiano y por momentos, también por el tono sarcástico y ácido que nos regala, recuerda a los relatos de David Sedaris. Situaciones hilarantes, conversaciones para enmarcar, casualidades inverosímiles...
Quizás por eso durante las cien páginas que componen este relato, ágil y veloz donde los haya, uno no puede dejar de preguntarse si lo que está leyendo es algo muy real o la más deliciosa ficción. ¿Cuánto de verdad hay en lo que nos cuenta Juan Pablo? ¿Cuánto de adorno? ¿Es todo una gran mentira? Ojo, que la culpa de tantas dudas es del desconfiado lector, porque Villalobos zanja el asunto desde el principio: «Nada en este libro es cierto, salvo lo que sí». Más claro, agua.
Aunque, a decir verdad, poco importa si esto es ficción, si es realidad o es un híbrido entre ambos que se cobija bajo el paraguas de la autoficción moderna. Lo que uno debe hacer si quiere que este libro le cure las heridas de la infelicidad es dejarse llevar.
Un día (casi) normal
Todo empieza como empiezan siempre las buenas historias: con el primer café del día. La agenda de Juan Pablo no dista mucho de lo habitual. Desayuno en familia, recados a primera hora y una jornada de escritura en el estudio. Pero el destino a veces es caprichoso y uno puede acabar haciéndose viral en Instagram sin comerlo ni beberlo.
Así, entre conversaciones con recepcionistas, visitas a la peluquería y algún que otro accidente, Villalobos nos lleva de la mano por su barrio de Barcelona. Pero también hace algo más. «En la literatura siempre es así, escribes de una cosa aunque en realidad estés hablando de otra». En este caso, esa otra cosa es la virtud de utilizar la risa como coraza. De saber reírse de uno mismo. De poner la otra mejilla cuando la vida te da un bofetón y aprovechar el humor, la narración, la literatura, como mecanismo de defensa en los días grises.
Y es, precisamente, lo que consigue este libro: ser un rayito de sol para este otoño.