«Supersaurio» se ha convertido en uno de los libros del verano gracias a su ácida crítica al trabajo. Su autora nos da las claves de la novela que ya va por su segunda edición
25 dic 2022 . Actualizado a las 16:47 h.Meryem El Mehdati (Rabat, 1991) ha debutado este año con Supersaurio (Blackie Books), un libro en el que se narra la escalada de una chica en prácticas por conseguir un contrato de trabajo en las oficinas de un supermercado canario. El libro ya va por la segunda edición, pero Meryem aún no se lo cree. «Siempre me quedo con la sensación de: '¿Estaré yo estafando a alguien? ¿Esto está pasando de verdad o me lo estoy imaginando?'», comenta entre risas.
—En «Supersaurio» hay una parte de cabreo pero también una parte de resignación.
—A veces lees en internet a gente hablar de que los jóvenes son demasiado idealistas, pero que ya se toparán con la realidad. Hay gente que dice «yo antes también era comunista pero me puse a trabajar y crecí y me volví realista». Quise jugar con ese cansancio con el que termina uno sobre las cosas que antes tenía muy claras, esas líneas rojas que no iba a cruzar. Pero luego la protagonista entra en el mundo real y ve que el margen en el que tiene que operar es muy reducido si quiere mantener su empleo. Poco a poco se va anestesiando y va tolerando cosas que su yo del principio del libro no habría aceptado en absoluto, pero su entorno empresarial va adormeciéndola y convenciéndola de que si sacrifica determinadas cosas va a conseguir el éxito que quería. Aunque en la realidad no es así, tú puedes hacer mil horas extra y no lo ves en tu sueldo y esa posibilidad de ascender a lo mejor no llega ni en cinco años. El libro se construyó como una broma respecto a la meritocracia. Ella se esfuerza mucho, se sacrifica mucho y al final consigue lo que quería dejando por el camino otras cosas que le importaban muchísimo más.
—El enfoque parte de la broma. ¿Cree que se le puede tomar menos en serio por esto?
—A los escritores que hacen humor no se les toman del todo en serio. A mi me encanta, por ejemplo, David Sedaris y creo que hacer reír al otro es muy difícil, porque hay una cierta relación de poder en hacer reír a una persona. Pero creo que muy poca gente ha entendido la broma de Supersaurio porque el feedback que he recibido es que muchos se han sentido identificados con la protagonista pero no se han llevado eso de que es una crítica a la meritocracia. A la protagonista le va todo bien entre comillas pero ella sufre bastante.
—La protagonista es una mujer joven, «de provincias»… ¿Es esto un hándicap?
—No me di cuenta de las diferencias que había, por ejemplo, entre Canarias y la península hasta que fui a estudiar a Granada un año. También cuando estuve en Madrid me di cuenta de la súper atención que se le presta a la capital en comparación con las necesidades del resto de comunidades autónomas. Por ejemplo, allí el transporte público funciona mucho mejor de lo que funciona aquí. La protagonista de Supersaurio es mucho más consciente de lo que era yo a su edad de esa desatención al resto de ciudades que no son Madrid o Barcelona.
—En el libro uno de los temas que aborda es el de la turistificación.
—El sur de Gran Canaria es casi todo hoteles y restaurantes para turistas. En la capital es más fácil pero en esas zonas al final el trabajo que hay es de hostelería o camarera de piso. En mi primera experiencia en empresa privada casi todo mi equipo era de la península y no entendía del todo por qué traíamos a gente de fuera, por ejemplo, graduada en ADE cuando en las islas hay una facultad y esa gente se tiene que ir a la península a encontrar trabajo porque aquí no lo tiene.
—Puede que muchos lectores, especialmente millennials se sientan identificados por el tipo de referencias culturales que hay en el libro. ¿Cree que esto la puede alejar de algunos lectores?
—Ese era mi miedo, que los lectores no entendiesen todas las referencias o no se ubicaran en el mapa que creé. Pero hay una cuestión que es la que realmente conduce todo el libro que es que ella es una persona de clase trabajadora. Y muchos de los problemas a los que se enfrenta es porque pertenece a esa clase y es pobre. Ella continúa en las prácticas aunque lo pasa mal porque necesita esos 500 euros de ayuda/beca. Cuando llega a la segunda parte y pasa a estar contratada por una ETT sigue enfrentándose a ser menos que sus compañeros porque sigue sin estar bajo el paraguas de la empresa. No es hasta la tercera parte, ya contratada, cuando ella empieza a responder a ciertas cosas. Tiene una conversación con sus compañeros en la que hablan de que la gente joven ya no tiene hijos y ella se mete a discutir. No se habría atrevido de no tener ese contrato firmado ya. Al final el hilo conductor más allá de su género, de su edad, es que pertenece a la clase trabajadora y es de ahora.
—La protagonista sigue dentro de la rueda sin alternativa. ¿Dejar un trabajo es un privilegio de clase?
—En una parte del libro la protagonista dice «las cosas que tenemos que hacer y soportar los seres humanos para pagar nuestras facturas son, como poco, deleznables». Es muy fácil animar a una persona a dejar su puesto de trabajo. Ahora están de moda los artículos sobre la gran renuncia. Para hacer eso primero tienes que ser consciente de que si tú abandonas tu puesto de trabajo no tienes paro. Tienes que tener un colchón lo suficientemente mullido como para poder mantenerte durante el tiempo que dure la búsqueda. ¿Es un privilegio de clase? Yo creo que sí, pero también pienso que se han desdibujado un poco las líneas de la clase obrera.
—El final de «Supersaurio» es triste.
—Es triste porque la protagonista se convierte, entre comillas, en su enemiga, pero creo que es interesante porque es muy coherente con todas las ambiciones que plantea al principio. Al final, cuando se va de la empresa, lo único que le importa es la nómina y cuánto está cobrando y estar en una posición que le permite cambiar de piso, comprar muebles nuevos. Si tuviésemos un epílogo en el que la protagonista habla a cámara directamente de tú a tú con el lector, le pondría en una balanza todo lo que ha perdido y todo lo que sufrió, y el poder que tiene ahora. Creo que ella diría que está en un final que le compensa. Es un tanto triste, a mí sí me lo parece como lectora desde fuera. Pero a ella a lo mejor sí que le compensa. Nos han vendido la idea esa del éxito en la que tienes que buscar estar feliz las 24 horas del día y si no estás siendo feliz, tienes que sentarte y preguntarte por qué y tienes que mostrar todas las fotos felices de tu vida porque las redes sociales es lo que te devuelven. Mira qué contento está en la playa, mira qué contento está escribiendo, leyendo, comiendo en este restaurante tan guay de vacaciones. Nadie enseña lo mal que lo pasa, sino que siempre son versiones editadas y también he jugado con eso.
—Las redes sociales fueron las que la llevaron a sacar «Supersaurio».
—Sí, antes tenía una cuenta de Twitter que borré hace tiempo, pero uno de mis seguidores era Jorge de Cascante, uno de los editores de Blackie Books. Yo tenía tuits de este estilo, quejándome a veces del trabajo. Y, sinceramente, no tengo muy claro cómo surgió, solo sé que me escribió porque me leía y le hacía gracia y me propuso escribir un libro. Me preguntó si tenía algo, le dije que no y me dijo que escribiese unas cuatro páginas para ver cómo escribía en largo y le mandé un documento que era cuatro veces que se me fue la guagua en la cara. Lo siguiente que supe fue que hablé con la gente en Blackie y me dijeron que adelante, que ellos me apoyaban y que si yo escribía un libro ellos me lo publicarían. Y me puse a escribir.
—En el libro se nota mucho la influencia de Twitter. ¿Es un estilo premeditado o salió natural?
—Antes de dedicarme a escribir le di muchas vueltas a cómo quería que fuese el tono, cómo quería construirlo, la estructura, qué quería contar exactamente y pensé que sería muy extraño que si el libro estaba planteado como un diario no tuviera esa influencia. Twitter, al menos en la forma en la que yo estoy acostumbrada a usarlo, es un poco microblogging de diario. Influyó sobre todo por el hecho de que si la protagonista es una tía que habla de redes sociales y habla de fanfiction y habla de que de esta broma de que vi en Twitter y de esto que vi en Instagram y demás, sabe perfectamente cómo usar las redes sociales, es como un impulso que tiene.
—Hablando de «fanfiction,» ha sido el género en el que ha crecido como escritora. ¿Siente que está minusvalorado?
Estoy segura en un cien por cien que se ve como una broma, como algo que hacen las niñas adolescentes. Lo que hacen las adolescentes siempre es un motivo de burla o algo que no vale tanto la pena
—¿Cómo ha valorado la acogida de «Supersaurio»? Ya va por la segunda edición.
—Pues muy positiva. La verdad es que no me lo esperaba. Pensaba que a lo mejor el libro iba a tener tirón aquí en Canarias porque toca temas que son muy de aquí. No solo tiene una, sino dos ediciones y seis meses después sigue saliendo en sitios. Salió en marzo y, por ejemplo, estoy hablando contigo ahora en septiembre. Es algo que sigue sorprendiéndome y no sé si intimidándome. Es extraño porque me escribe mucha gente para decirme que les gustó e intento devolver eso en cierta forma. Pero siempre me quedo con la sensación de «¿Estaré yo estafando a alguien? ¿Esto está pasando de verdad o me lo estoy imaginando?».
—¿Hay algún nuevo proyecto en mente?
—Si te soy sincera, no. Creo que estamos en un ciclo de no parar nunca. En mi caso, salió Supersaurio hace relativamente poco y cuando me preguntan por el siguiente pienso «pero si te acabo de producir uno, ¿tengo que escribir otro ya?». No paramos nunca y no hacer nada también tiene cierto valor. Al final nunca te bajas de la rueda. A veces me da miedo que la gente se olvide de mí, pero quiero hacer las cosas acorde a mi filosofía, que es trabajar cuando tenga algo sobre lo que quiera hablar, no ponerme a escribir una novela para aprovechar el tirón de Supersaurio. Quiero estar contenta con lo que haga.