Silvia Pérez Cruz: «Con mi arte quiero reivindicar la belleza de la vulnerabilidad»

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Junto a la Farsa Circus Band, la cantante llega a Galicia presentando un disco que habla de la verdad y las máscaras

28 may 2022 . Actualizado a las 00:05 h.

No es Silvia Pérez Cruz una artista al uso, con una idea fija de concierto con varios temas nuevos y el grandes éxitos tocado más o menos de la misma manera. «La música es una manera de vivir. Me voy descubriendo y cambio. Me gusta mucho la sensación de aprender», dice. Mañana estará en A Coruña (Palacio de la Ópera, 21 horas, desde 20 euros) dando fe de ello junto a la Farsa Circus Band. Algo que, una vez más, será totalmente único. Se trata de una cadena a sumar a su recital minimalista en el mismo lugar con el pianista Marcos Mezquida. O el anterior, con un cuarteto de cuerda. «Yo estoy en crecimiento constante. Es algo que no termina», añade la artista.

­—Su disco «Farsa» se basa en lo que enseñamos y lo que realmente somos. ¿No es una contradicción hacerlo desde el arte, donde se usan tantas máscaras?

—Esa es la reflexión que estaba haciendo mientras lo grababa. En mi momento vital, me llamaba la atención la fortaleza y perfección que mostramos y la vulnerabilidad que nos representa. Eso llega por las redes sociales. Podemos manipular la parte superficial. Me hacía reflexionar sobre el arte. Me di cuenta de que la parte que más me gusta del arte es reivindicar la belleza de la vulnerabilidad y es lo que quiero. Por otro lado, hay una reflexión sobre la máscara. Todos tenemos una y esta nos acaba representando.

­—«La belleza de la vulnerabilidad». Parece la mejor definición de su música, bonita pero tremendamente frágil.

—Es el punto al que llego y en el que me reconozco. Con el tiempo miras alrededor, a ti y a tu pasado, y te das cuenta de que el artista en el escenario tiene mucho poder. No se puede regodear y llevarlo a la perfección en todos los sentidos. Ahí pasan cosas muy especiales Yo me encuentro en un sitio muy puro. Estoy muy en mi eje. Me da fuerza. Me gusta que la gente que está en la butaca entienda que somos lo mismo y conectamos con lo mismo. La vulnerabilidad no es el artista idealizado, sino el que se está abriendo y enseñando sus emociones con libertad.

—¿Camina en una cuerda floja sonora?

—Sí, algo que me lleva ahí, como si me resistiera a ese sonido inamovible, que por otro lado es más comercial. Me debe gustar inconscientemente. Me lo han dicho muchas veces. Hay algo en mi canto que parece que no voy a llegar, pero llego. Me gusta mucho trabajar la intensidad con el mínimo. Hay algo en ese sonido de cristal que parece que se va a romper, pero va resistiendo, que me define.

­—Es lo que fascinó de su disco «Granada» (2014). La crudeza y la fragilidad, una sensación de pureza que choca con esa perfección comercial de la que habla.

—Granada era un homenaje a la interpretación como acto creativo y al formato dúo, en el que me crie con mi padre. Se trataba de buscar la fuerza en cómo se interpreta y en los arreglos. Creamos un sonido muy personal. Y sí, ahí siempre hay un espacio para el vértigo, supongo.

—En su gira anterior hablaba mucho de la maternidad y como esta había influido en su música. Ahora sale en las canciones.

—Cuando salió el disco, alguien me comentó esto y yo dije: «Es totalmente verdad». Pero no tenía ni idea de la conexión. No solo por lo que dices, sino por más motivos. A nivel vital soy madre. El amor más grande que existe es el amor que tengo por mi hija. Eso es lo más real que hay en la vida. Lo que me hace sentir algo más amplio y me conecta con la tierra. Hace 14 años que soy madre. Cuando mi carrera empezó a crecer, ser madre me puso ante el espejo más grande. Eso te marca la manera de ser y, en mi caso, la de conciliar. Ahora conozco a muchas más mujeres que son madres y músicas, pero en aquel momento yo no tenía ninguna referencia. Todo el ritmo compositivo y de conciertos está marcado por mi vida como madre. Nunca he hecho giras largas. Eso es muy importante.

—También anda siempre por ahí, su infancia, un paraíso de libertad.

—Fui hija de padres separados, por lo que no fue una infancia ideal de familia unida, pero sí que está llena de belleza. Mi madre me ha enseñado una manera muy curiosa y muy auténtica de vivir. Fundó su escuela de arte cuando yo tenía 12 años, pero hasta llegar ahí es todo un viaje. En mi casa se cantaba desde siempre. Desde los ensayos con mi padre a cuando cantábamos toda la familia. Siempre ha habido arte. A los 5 años iba a piano. A los 7, a saxo. Desde los 3 hacía danza. Me encantaba todo. Lo necesitaba.