—¿Es una excepción o en general estás mirando con distancia la actualidad social y política?
—Con absoluta distancia. Llevo un tiempo viviendo una realidad paralela. Muy amable, la verdad. Mi vida está estupenda, me va muy bien, no veo nada la tele, apenas leo la prensa... Estoy bastante en los mundos de Yupi. Seguramente es absurdo y bastante ingenuo estar en esta burbuja, pero qué gozada. Me siento muy a gusto.
—Dentro de un mes actúas en el Portamérica. ¿Cómo es tu relación con los festivales, sobre todo después de venir de un formato tan íntimo e intenso como el de «Mi nombre es Coque Malla»?
—Yo me siento increíblemente bien en ellos. Hay mucha gente que se queja porque dicen que el público no presta atención a la música. Mira, yo he chupado cientos de conciertos gratuitos y fiestas mayores con la noria sonando al fondo, donde ahí sí que la gente está a por uvas. Pero en los festivales me lo paso muy bien. Allí, por lo menos, la gente paga una entrada. Y depende también del artista el ganarse al personal. Hemos tenido conciertos míticos en festivales. A mí me encantan. Y además, después de lo que hemos vivido... Me voy a tirar al público en plancha.
—El Portamérica fusiona música y gastronomía. ¿Te parece un buen maridaje?
—Es perfecto. Imagínate... A mí son las dos cosas que más me gustan del mundo. Yo si no hubiera sido músico, estoy seguro de que habría sido cocinero.