La serie ha conseguido mantener intacta esa naturalidad con la que los dos protagonistas evolucionan en su relación de amigos a más que amigos; una de las claves ha estado en la elección de los actores: Joe Locke en el papel de Charlie, un intérprete de 18 años, hasta el momento desconocido, que el día antes de que se estrenara la serie ya tenía cientos de miles de seguidores en Instagram; y Kitt Connor, que ya había participado en películas desde niño y que borda el paso de la inmadurez a la madurez que experimenta el adolescente que interpreta.
Los capítulos de media hora invitan a ver uno detrás de otro de un tirón, y en todos ellos se pueden ver tres elementos muy característicos: esas conversaciones escritas en el móvil que reflejan tan bien las relaciones de adolescentes -con esperas que se hacen interminables mientras aparece y desaparece el mensaje de «escribiendo» en la pantalla-; esos pajaritos y hojas dibujadas, que saltan entre los personajes para reflejar las mariposas en el estómago en las escenas más con más intensidad; y esas imágenes dobles que recuerdan que antes de ser serie esta historia se plasmó en un cómic.