¿LAS COPAS SON INMORTALES?
¿Pero qué descubrirán los lectores en las 306 páginas de este libro que se devora como pipas? La pregunta central es saber por qué nos morimos y para ello Arsuaga va desmenuzando cómo se mueren las diferentes especies. Así aprendemos que los salmones mueren cuando desovan (la hembra pone los huevos, el macho el esperma) y se extinguen a la vez, dejan la descendencia ahí, sin nadie a su cuidado. Y que el bogavante puede vivir 140 años, frente al pulpo que vive dos o tres. ¿Por qué? A esas respuestas intenta darle sentido Arsuaga, que ejemplifica la idea de inmortalidad a través de unas copas en un restaurante. «¿Cuánto tiempo pasa desde que se compra una remesa de copas hasta que se rompe la mitad?», le pregunta a un camarero. «Si compro cien, en 6 meses desaparecen 50». «Pero no por desgaste, sino por accidente», concluye Arsuaga, para exponernos la teoría de Peter B. Medawar, premio Nobel de Medicina, sobre la explicación neodarwinista de la vejez y la muerte. «La copa es inmortal, no envejece, y sin embargo, tiene una vida media. Imagínate que fueras eterno, morirías igual», expone Arsuaga para concluir que en la naturaleza no hay vejez, solo plenitud o muerte.
Aprendemos en este libro que los animales grandes viven más que los pequeños a pesar de que tengan más células en su cuerpo, que en principio podrían causar más cánceres. Y aprendemos que en la evolución humana, cuando perdimos el pelo, se nos puso la piel negra porque al exponernos a la radiación tuvimos que pigmentarnos. «Lo normal es ser negro, lo anormal es ser blanco», relata Arsuaga que apunta que el alzhéimer, como otras enfermedades, aparecen a una edad en que deberíamos estar muertos: «Por eso la selección natural no ha podido eliminarlas».