Depedro: «Si te manipulan, desconéctate, llámese tele, redes o Spotify»

FUGAS

Juan Perez-Fajardo

No le baja la guardia a los tiempos Depedro, que presenta en directo en A Coruña su disco más musculoso y colorista. Aunque él dice que es verde

18 mar 2022 . Actualizado a las 13:35 h.

Nunca ha habido en Jairo Zavala (Madrid, 1973), Depedro, un afán determinado de conquista. Ni cuando bregaba en garitos ni ahora que lo acogen excelsos santuarios de la cultura. Al contrario, casi siempre ha sido él quien ha preferido dejarse seducir. Por los ritmos africanos, por las músicas de frontera, por la sonoridades sureñas, por los tiempos quebrados, por las melodías cálidas de Latinoamérica... Por cualquier cosa que satisfaga su irredenta vocación de mestizo. Esa que tan fantásticamente ha quedado plasmada en su último disco, Máquina de piedad, que por fin tiene ocasión de presentar en Galicia.

—¿Por qué has rescatado la palabra «piedad», no ya en desuso, sino denostada?

—¿Y por qué no? Al margen de cuestiones religiosas, que respeto, me gusta pensar que la piedad es prima de la solidaridad. Somos seres frágiles. Necesitamos ser piadosos entre nosotros para cuidarnos.

—¿De qué color es este disco?

—Es verde. Como la esperanza. Y como el poema de Lorca.

—Desde luego, es un disco optimista, a pesar de ser hijo de la pandemia...

—Es más musculoso, sí. Yo siempre he tenido la esperanza como una palabra a la que agarrarme. Y en esperanza, etimológicamente, está incluida la espera, la resistencia. Es necesario valorar el tiempo porque tenemos un final. Y menos mal que lo tenemos. Si no lo tuviéramos, estoy seguro de que no disfrutaríamos igual de las cosas.

—No sé si «Máquina de piedad» parte de un concepto previo o surgió a medida que lo ibas componiendo. En cualquier caso, ¿qué quieres transmitir con él?

—No me suelo apoyar mucho en la intencionalidad de las cosas. No tengo una imagen previa en la cabeza. Ni a nivel de estética ni de objetivo final. No soy como ese escultor que ve un trozo de madera y dice: «Ahí dentro hay un pájaro». Es cierto que, en ocasiones, he trabajado de la otra manera, a partir de la idea romántica de quiero conseguir esta frase, esta canción o este sonido. Pero en el proceso de búsqueda de ese algo predeterminado siempre aparece la frustración. No compensa.

—Aunque sin perder ese carácter fronterizo tan característico de tus trabajos, este es un disco más pop. En «Mañanitas», incluso coqueteas con la música disco.

—Sí, este disco tiene mucha melodía, es verdad. Supongo que es porque tengo la maleta llena de sonidos derivados de la curiosidad que siempre me nutre. Me encantan las lentejas, pero qué aburrido sería comer lentejas todos los días. Respecto a Mañanitas, la música disco africana o la rumba congoleña han sido siempre para mí una fuente de inspiración tremenda. Y bueno, quería hacer un homenaje a ese género que me ha hecho bailar tanto.

—Pensábamos que el tener toda la música del mundo al alcance de la mano nos iba a descubrir fascinantes territorios, pero al final resulta que el algoritmo nos lleva casi siempre por senderos conocidos.

—Eso pone más en valor la radio y la importancia del programador, que te sugiere cosas que a lo mejor a priori no tienen conexión. Yo no necesito que alguien me lleve siempre a mi zona musical de confort. Lo que necesito es que me saquen de ahí.

Pero la culpa es nuestra. No hay que dejarse infantilizar. «Es que me manipulan». Bueno, pues desconéctate de quien te manipule, llámese tele, redes sociales o Spotify. La culpa no es siempre de Yoko Ono.

—Actualmente, ¿cuál es el punto geográfico de mayor interés musical, donde se están haciendo las cosas más excitantes?

—Ahora mismo, Perú es muy interesante. Y África es siempre un motor tremendo de ruido. Hay un montón de artistas que, gracias a las nuevas tecnologías, están teniendo por fin capacidad de grabar de una manera más coherente y más al gusto del planeta, y se están haciendo cosas maravillosas. Latinoamérica y África me parecen fuentes inagotables.

—Ya te has cansado de «las baratijas de occidente».

—No, me encantan. Yo me he criado ahí. No puedo negarlo. Pero, macho, otra vez las lentejas...

—Este año te vemos en muy pocos carteles de festivales.

—No es algo que haya programado. Es cierto que muchos festivales, más que una programación de músicas, ya son eventos a los que la gente va a pasárselo bien. Pero allá cada quien. Si hay gente que está dispuesta a pagar un pastón por la entrada y no escuchar la música... Cada uno que haga lo que le dé la gana. Yo lo único que soy es agradecido con las oportunidades que tengo para tocar. No puedo ser cínico y decir: «Yo solo quiero tocar en A Casa das Crechas». No. Puedo tocar en el Palacio de la Ópera y lo disfruto igual.

A CORUÑA PALACIO DE LA ÓPERA SÁBADO. 21.00 DESDE 22 EUROS