Miguel Poveda: «¿Los puristas? Ven la portada y la palabra 'diverso' y ya huyen»

FUGAS

cedida

Heterodoxo hasta el tuétano, pero flamenco como el que más. Receloso de los «micromundos», en su nuevo disco, «Diverso», tiende puentes a muy distintas culturas. En marzo lo presentará en directo en A Coruña. En un concierto anterior cantó «A Rianxeira», en este puede haber sorpresa...

18 feb 2022 . Actualizado a las 04:14 h.

Frente a un universo de claroscuros, como es el del flamenco, él se tiñe de color. Frente al quejío antepone el quebranto. Frente a la luminosidad de las alegrías, la nocturnidad del tango. En lugar de palmeros recurre al mariachi. En vez de al taconeo, al frenesí de la salsa o a la síncopa del funk. Cuando Miguel Poveda (Barcelona, 1973) se autoproclama Diverso, sabe de lo que habla. Y lo que se juega. Su afán heterodoxo, su inquebrantable determinación de ir por libre, su condición de homosexual, su paternidad fruto de la gestación subrogada o su aversión a los cánones estéticos e ideológicos no han sido siempre bien recibidos por «los guardianes de la esencia». Él confiesa que no lo hace por provocar y que se siente tan flamenco como el que más. De demostrarlo se encarga cada martes en el programa Los caminos del flamenco, de TVE.

—Estaba yo pensando qué podemos aportar a esta entrevista. Es que lo dejas todo dicho, y de qué manera, en «Diverso».

—Bueno, digo una parte (se ríe). Pero sí. Tengo que ser honesto conmigo mismo y, para bien o para mal, esa es mi forma de estar en la vida y en el arte. Reconozco que en algunos momentos de mi vida he tenido temores: «¡Ay, cómo voy a cantar yo esto! Me van a ver menos flamenco». Pero es que yo soy un tío diverso. Y creo además que en la diversidad está lo atractivo. Los micromundos son maravillosos, pero me asfixian. No van con mi espíritu.

—Dices que tienes que ser honesto, pero también has tenido que ser valiente.

—Valientes fueron otros artistas en otra época, en la que todo era mucho más difícil. Y, sin embargo, nos rompieron muchos muros para que ahora nosotros pasemos por encima de sus escombros. Artistas como Enrique Morente, Paco de Lucía, Camarón o el Lebrijano nos han dejado a los demás el camino mucho más fácil.

—¿Cómo ha reaccionado el sector purista a este disco?

—Yo creo que ya ni me escuchan. Ven la portada y la palabra «diverso» y huyen. Pero yo les respeto. No seré yo quien censure que alguien pueda verter cualquier opinión respecto a mi trabajo.

—Fusionar el flamenco con rancheras, boleros, con la salsa, con el tango y hasta con el funk tiene bastante de osadía.

—Sí, sobre todo en ese tema funk hay algo de descaro. Pero necesitaba cerrar el disco así. Yo sentí la necesidad de hablar de diversidad y de encuentros entre culturas en contraposición a lo que estaba viviendo, de radicalización en muchos aspectos.

—¿Hay algo en ello de provocación?

—No. Hay algo de perverso. Pero yo solo quiero provocar cosas bellas. El símbolo de este disco es el planeta Tierra y hago parada en lugares en los que hay diversidad y colorido. Es verdad que sí que hay un cierto compromiso social, pero no para provocar, sino para remover conciencias y siempre desde un lado amable y festivo.

—Remover conciencias en los tiempos que corren no es pequeña provocación.

—Visto así, lo acepto (se ríe).

—¿Cuál es el lado perverso de Miguel Poveda?

—Ese rebelarte, desnudarte, pintarte... El no ser nada comedido ni seguir los cánones que impone la música tradicional. No me siento nada conservador. En nada.

—En «Diverso» hablas de «matar complejos». ¿Cuáles has matado?

—El estar pensando en qué dirán cuando haga esto. De verdad que ahora ni se me pasa por la cabeza. Hago lo que siento que tengo que hacer y punto pelota. Me da mucha pena la gente que tiene talento, pero no es capaz de sacarlo o lo esconde por miedo a la crítica feroz que hay en las redes.

—¿Cómo te llevas tú con las redes?

—Yo le doy un uso muy personal. No cumplo para nada con las estrategias que mandan los expertos. Seguro que me dirían que lo hago fatal. Mis redes son aburridas porque prácticamente lo único que hago es anunciar conciertos o compartir alguna causa solidaria. Puede ocurrir, como me pasó hace un mes, que me pille sensible y algún comentario me pueda herir y me pueda condicionar. Pero me tiene que pillar con el cuerpo y las defensas muy bajas.

—¿Te has sentido o te sientes incomprendido?

—[Se toma su tiempo] No. Quizá a título más personal. Por ejemplo, con amigos que a veces no entienden que yo estoy volcado con mi profesión, que le pongo muchas horas y que estoy continuamente de un lado para otro. Y hay gente que eso no lo entiende, que necesita de ti. Y que además, cuanto más te ve, más quiere tenerte a su lado. A mí eso me parece que está bien, que es bonito, pero es que no me da la vida. Puedo sentirme incomprendido en esa parte, pero a nivel artístico no. Sería un ingrato si me quejase en ese aspecto.

—¿Cómo se te queda el cuerpo cuando oyes hablar de apropiacionismo cultural?

—Pues me acuerdo de toda la gente que celebra Papa Noel o Halloween. Criticamos a Rosalía, pero Halloween lo celebramos. Yo soy defensor de las culturas de esencia, de la raíz y es sano que sigamos luchando por mantenerlas, pero no le podemos dar la espalda a la mezcolanza, a que cada vez nos comunicamos y nos conectamos más. A mí eso del apropiacionismo me parece una tontería.

—¿El fenómeno Rosalía ha sido positivo para el flamenco?

—A ver, no es que al flamenco le haga falta Rosalía, pero tampoco le resta. Si Rosalía coge el flamenco con todo el respeto del mundo, lo mete en su coctelera, hace su propia música, la lanza al mundo y de repente esos sonidos flamencos llegan a millones de hogares, pues crearán conocimiento y afición hacia nuestra música. Así que... ¿por qué no?

—¿Y figuras como el Niño de Elche?

—Yo desconozco su universo. No me interesa. Pero bueno, ni a él el mío. Yo le tengo más respeto a él que él a mí pero, honestamente, no me interesa.

—¿Y qué te parece la confluencia del flamenco y el rock que proponen, por ejemplo, Los Planetas?

—Me parecen encuentros que aportan cosas interesantes al flamenco. Se nota cuando se hace desde el amor, desde el conocimiento y desde la coherencia. Cuando no ha sido algo impuesto por la industria. A mí me parece que Los Planetas lo han hecho muy bien. Igual que lo hicieron en su día Lagartija Nick con Enrique Morente. Aquello fueron palabras mayores.

—¿Qué es lo más grande que has aprendido andando «los caminos del flamenco»?

—He aprendido mucho porque he vuelto a estar en contacto con mis compañeros. Reencontrarme con ellos ha sido muy enriquecedor porque ha sido volver a compartir. Yo soy muy aficionado a escuchar flamenco y siempre he estado buscando aquí y allá. Lo que pasa es que este es un mundo un poco complicado y yo, que soy muy de energías, cuando he notado mal rollo me he quitado del medio. He sacrificado estar en una fiesta escuchando a este o al otro por no tener que aguantar miradas fulminantes. Pero en este caso, después de tanto tiempo encerrados, había muchas ganas de juntarse. El flamenco vuelve a entrar en TVE a una hora decente. Y aunque está enfocado para todos los públicos, los clásicos también están ahí. Se escuchan unas seguiriyas de Dolores Agujetas. ¿Cuánto tiempo hacía que no escuchábamos eso en televisión? O un solo de guitarra de Tomatito. O el cante de Rancapino. O Riquemi. O José de la Tomasa. O El Pele, por fin... Yo todo eso lo celebro.

—Y el duende, ¿existe?

—Sí. En el flamenco se le llama duende y en la pintura le llamarán otra cosa. Pero es el momento ese de magia, de algo que está flotando en el aire y que tú no sabes qué es. Una puerta al universo que te saca de ti mismo y te lleva a la inspiración máxima. A mí me ha pasado varias veces y es impagable.

—Uno de los grandes retos del flamenco, como de otras tantas músicas minoritarias, es enganchar a las nuevas generaciones. ¿Cómo se puede conseguir conectarlos y atraparlos?

—Por parte de los artistas, con mucho compromiso. Pero ahí también tienen mucho que ver y que hacer las instituciones. En otros países lo tienen clarísimo y lo trabajan muy bien. Es trascendental que las nuevas generaciones tomen el flamenco como parte de su cultura y para eso hay que trabajar en los colegios e ideando espectáculos y fórmulas que sean atractivas para ellos. Por supuesto, los artistas también tenemos que poner de nuestra parte. No podemos comportarnos con 20 años como si tuviéramos 70. Y eso en el flamenco pasa. Hay muchos viejos prematuros. Hay que saber adaptarse a los tiempos. Eso no te va a restar pureza en tu cante. Tu forma de cantar no va a cambiar porque te pongas el pelo del color que te lo pongas o porque salgas con una americana o con una chupa de cuero. La pureza está dentro de ti. Sin renunciar a ser uno mismo hay que buscar vías que nos conecten con la gente joven. Enrique Morente lo hacía. En eso, como en tantas cosas, era un maestro. Era un cantaor pero tenía otra manera de andar por la vida.

—No sé si estás al corriente de lo que está pasando en Galicia con Tanxugueiras y, por extensión, con la música tradicional.

—Sí, algo he oído. Y me parece fantástico. Las músicas de raíz, cuando salen del micromundo y se hacen populares, es que son maravillosas. Además es que estamos ávidos de músicas que tengan verdad, que tengan una historia, que no sean prefabricadas. Lo mismo que ha habido una invasión del reguetón o de las músicas electrónicas, si ahora la corriente nos lleva a las músicas de raíz, bienvenida sea.

—En su día llegaste a grabar un disco en catalán. ¿Te animarías a cantar en gallego?

—Ya lo hice. En un concierto anterior que di en Galicia canté A Rianxeira. Pero mira, me acabas de dar una idea. A ver si para cuando vaya a A Coruña me preparo algo y os doy una sorpresa.

A CORUÑA PALACIO DE LA ÓPERA, 26 MARZO (DESDE 39,60 euros)