Qué hay más invencible que un padre

Mercedes Corbillón FUGAS

FUGAS

02 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Dice Gabriela Consuegra que los mejores bailarines son aquellos que saben cambiar el paso. Si los consejos valiesen para algo, este sería uno bueno, una forma bonita de decir sé flexible, be water, en versión de aquel actor oriental y americano que daba patadas fotogénicas y livianas que cortaban el aire.

La vida fluye mejor para los que se adaptan a los cambios.

Hay algunos movimientos sísmicos a los que resulta difícil acomodarse por más que uno quiera ser un gran danzarín; por ejemplo, la desaparición del padre, esa sensación de desamparo ante el futuro que define tan bien Gabriela en Ha pasado una minuto y queda una vida, y me refiero a la frase misma, pura poesía, y a la historia que cuenta, la llegada prematura a la orfandad, la experiencia de la enfermedad en una ciudad de frenesí y escombros como Caracas, donde llegar a un hospital es una yincana y recorrer las farmacias de la urbe en busca de algodones y alcohol para hacer una cura es parte de las pruebas de vida que una debe pasar. Como si no fuera suficiente la perplejidad de la mortalidad de aquellos seres que consideramos invencibles.

Y qué hay más invencible que un padre.

Hablar de un padre es siempre hablar de un misterio, por eso a los escritores les gusta tanto contarlos, porque más allá de unas cuantos gestos que conocemos por pura repetición, todo es elucubración, invención.

Al suyo le gustaban las camisas blancas, las canciones de la Oreja de Van Gogh y que sus hijas fueran exigentes consigo mismas. Creo que esto último lo consiguió porque antes de los treinta su hija más pequeña ha publicado una novela muy bella, muy dolorida, muy bien edificada, con raíces muy profundas y una madurez literaria extraña en una veinteañera. Muchas de esas lecturas que se intuyen tras su mirada fueron posteriores a paseos entre los anaqueles de Cronopios después de cruzar el Atlántico y recalar en Compostela.

Me gusta pensar que una librería y una ciudad tienen que ver en su mirada. Al fin y al cabo, Gabriela cree en la belleza.