Elisa Victoria: «No cumplí del todo con los mandatos de la adultez»

FUGAS

EDUARDO PEREZ

La protagonista de «El Evangelio» vio cómo se desvanecían sus ideales a la vez que Britney Spears rompía con su imagen de chica Disney

28 may 2021 . Actualizado a las 13:10 h.

La descubrimos con Vozdevieja. Elisa Victoria (Sevilla, 1985) regresa con una novela más inquietante y compleja, El Evangelio (Blackie Books), en la que nos plantea una pregunta: ¿Somos más auténticos cuando somos niños? A Coruña la recibe en un día de viento del nordeste para el que la sala de libros infantiles de la librería Moito Conto sirve de refugio en la entrevista. A diferencia de la protagonista de su libro, Lali, ella no llega en bus, sino caminando. «Fui camarera. Realizas labores muy mecánicas, atender y servir, como si no existieras, pero sí estás viendo a los demás. Y tomas tus notas», confiesa la observadora autora, fan de las muñecas Chabel. Con Sara Mesa, Cristina Morales, Elena Medel o Lara Moreno, Victoria agranda la cantera de escritoras que llegan del sur armadas con una prosa que irradia tanto compromiso social como talento literario. Visita la ciudad gallega para asistir al ciclo Somos o que lemos, de la Fundación Luis Seoane.

-¿Es «El Evangelio» la historia del gran chasco, ese que nos llevamos al comprobar que albergábamos demasiadas esperanzas en ese futuro que era ser adultos?

-Cabe la posibilidad en la vida de fijarse en lo bueno, pero Lali, la protagonista, es incapaz de obviar lo malo. Cuando yo era pequeña pensaba que la adultez era, en general, algo más positivo. Hay etapas en las que normalmente se exigen cortes. Como la pubertad o el paso de la adolescencia a la veintena. Cuando tienes que terminar la carrera, encontrar un trabajo, ser serio. No cumplí del todo con ninguno de esos mandatos. Sigo coleccionando muñecas. Creo que se puede ser adulto de muchas maneras, sin perder esa frescura, ese instinto creativo. Se puede ser responsable manteniendo una distancia, siendo crítica con el concepto de adultez.

-Tiras de biografía, pero no es autoficción.

-Como Lali, estudié Magisterio y fui pizzera [y también vendí hamburguesas], pero hay mucha ficción e investigación. Es un mix. Creo que mi personaje tenía más esperanzas con lo de ser maestra. Yo no me esperaba gran cosa porque también fui niña. La educación está cambiando, aunque se sobrecarga de deberes y se presentan materias como las ciencias como algo negativo y tedioso: hacer cuentas de matemáticas era un castigo cuando te portabas mal. Que la acción transcurra en un colegio católico da ese extra de no solo disciplina y rigidez, está el asunto peliagudo de inculcar valores religiosos a esa edad tan vulnerable como si fuesen un asunto verdadero, cuando son una cuestión de fe.

-¿Por qué la Sevilla de finales del 2006?

-Hubo varios motivos que me empujaron a encajar la historia ahí. Por ser un momento próximo a la etapa en la que yo fui joven y por la estructura narrativa. Y una razón es la trayectoria personal de Britney Spears, esa niña Disney que un día se rapa el pelo. Me gustaba que hubiese simbólicamente un acompañamiento de ese gran ídolo generacional que fue Spears.

«Mi concepto de la infancia es complejo, oscuro, aunque tenga su luminosidad»

-¿Qué piensas de expresiones, casi acusaciones, como la de ser un Peter Pan?

-Se suele acusar mucho ese síndrome cuando parece que uno no se quiere adaptar al mundo, como si la infancia fuera un lugar privilegiado. Como no pienso que la infancia sea eso, no veo dónde está lo maravilloso de quedarse allí. Mi concepto de la infancia es un poco más complejo, más oscuro, aunque tenga su luminosidad.

­-«A la bandera de España le estoy cogiendo más miedo que al logotipo de Nike», dice Lali. ¿Es ella más de Adidas?

-Es una frase con un poco de humor negro. Pero sí a que a mi personaje, cuando está en el barrio, la gente que se va a meter con ella, a incomodarla o incluso a violentarla, tiene esta estética de chándal y zapatillas caras. Una vez sale de ese entorno y llega al centro, a un sitio más privilegiado y con otras ideologías, se da cuenta de que la bandera de España es casi el equivalente, porque resulta amenazante.

«Hay momentos que pueden parecer de poca monta pero son un estudio de lo cotidiano en todo su esplendor»

­-Viajar en autobús o cortarnos las uñas de los pies pasan como instantes secundarios en la vida. A Lali le dan para grandes reflexiones, como el sexo o hasta lo escatológico, que describes sin pudor.

-¿Pudor? Hay momentos que pueden parecer de poca monta pero son un estudio de lo cotidiano en todo su esplendor. Las cosas que te pasan en el día a día, cuando te duchas o cepillas, te van convirtiendo en la persona que eres. Hay un curso del pensamiento que nunca para. Esos detalles, no lo solo los grandes hitos, definen y ayudan a entender mejor al personaje. Como lectora, también me gusta conocerlos.

­-¿Muere en cierto modo una parte de nosotros cuando dejamos de ser niños?

-Si se mantiene definitivamente uno de esos cortes bruscos, sí. Se queda una especie de cadáver en un cuerpo que va por otro lado. Como cuando tienes 12 años y te dicen: «Si sigues jugando con muñecos, tú ya no molas», y te dices: «Vale». Hay un crimen. Conscientemente, has matado a ese niño. Lo que pasa es que muchas veces vuelve a aflorar esa esencia, no se pierde del todo.