Ser madre de literatura es complicado

Mercedes Corbillón FUGAS

FUGAS

PACO RODRÍGUEZ

30 abr 2021 . Actualizado a las 13:42 h.

Dice la narradora de Adiós fantasmas que de una madre no se sale nunca. Ella comparte una ausencia con la suya, las dos atrapadas en ese reloj que se paró la mañana en la que el padre de familia se levantó, se vistió y salió de la casa para siempre. No dejar rastro no ayuda mucho a evitar  traumas, y compartirlos tampoco, el dolor puede parecer el mismo pero las aristas que se clavan son distintas. En la novela de Nadia Terranova se reconstruyen como pueden, como esa Messina de la que una se va y en la que otra se queda. De ciertos terremotos siempre quedan escombros.

Pero yo quería hablar de madres, quería decir que quizás todas las madres huelen bien, pero eso lo dice un personaje en la nueva novela de Alejandro Palomas, una que llegará pronto a las librerías. Mi amigo la escribió en los mismos meses en que su madre se iba apagando. En ese tiempo no se separó de ella nunca. La mujer, que yo imagino tierna, suave y blanca como una camelia, murió en casa con sus tres hijos a su lado.  De mi madre yo no querría despedirme jamás, pero si pudiese escoger, mi muerte sería así, con mis tesoritos buscando los últimos rescoldos de mi calor en mi cama.

 Alejandro dice que su madre sigue viva en él, y su madre de ficción, Amalia, sigue viva en los que hemos leído Una madre

En general ser madre de literatura es complicado, quizás has de ser depresiva y suicida como la de Nada se opone a la noche;  melancólica, aficionada al arte y al alcohol como la de El club de los mentirosos o excéntrica, voluble, sofisticada, mundana y capaz de convivir con tres hombres a los que ha amado bajo el mismo techo como la Ilse de Tú no eres como las otras madres. Todas ellas madres reales. A veces me pregunto si existen las madres de mentira. Quizás lo sea la opresiva y sádica que dibujó Elfried Jelinek en La pianista, capaz de una crueldad al mejor estilo Bernarda Alba

 Luego están las buenas, las amadas, y el vacío que dejan convertido en libros hermosísimos, algunos escritos y vueltos a escribir como si fueran un ajuar o Un altar para la madre

Pura belleza, como la sonrisa de mi madre.