Meirás, la creación personal de la escritora, pendiende de su destino

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Real Academia Galega

Las torres fueron el refugio de verano diseñado por la propia Pardo Bazán, que proyectó en ellas su pasión por las artes. Con los Franco fuera, está abierto el debate sobre sus nuevos usos

08 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Para una persona que trabajaba con las palabras, los términos elegidos importan y el primer error a enmendar es hablar de «pazo» a «Meirás». Deliberadamente, Emilia Pardo Bazán construyó unas torres. «Tenía una visión muy crítica del mundo de los pazos, decadente, de señores venidos a menos, de una aristocracia que ya no tiene sentido. Admiraba las mansiones historicistas inglesas, ancladas en la tradición», apunta Jesús Sánchez, profesor de Historia da Arquitectura e do Urbanismo en la Universidade de Santiago (USC) y autor del estudio Las Torres de Meirás, uno de los más detallados sobre el inmueble que la escritora diseñó e inauguró en 1910.

La residencia de verano de la intelectual protagonizó una de las imágenes del 2020 que despedimos, la entrega de sus llaves al Estado. Un acto simbólico para el que se escogió un escenario no menos alegórico: la torre de la Quimera, bautizada como una de sus novelas y donde tenía su despacho. Cuál será el papel de la propiedad tras la expulsión de los Franco es un debate que requiere, antes, responder a esta pregunta: ¿Qué fue Meirás para ella?

«Meirás é o edificio dunha muller que quere demostrar que ten triunfado. Transmite o seu espírito, é Emilia en pedra», describe Xulia Santiso, la conservadora de la Casa-Museo Emilia Pardo Bazán. La académica Marilar Aleixandre es la encargada de defender la tramitación como BIC del fondo bibliográfico de la condesa -en el inmueble ocupado por el caudillo en 1941 quedan 3.200 ejemplares que se suman a los 8.000 que custodia la Real Academia Galega (RAG) desde 1978-. «Meirás é o paraíso da súa infancia, onde se inspiraba e convertía ''nun pino ou acacia'', describiu», recuerda Aleixandre.

Para el profesor Jesús Sánchez, «lo más valioso de las torres es su arquitectura y la decoración exterior e interior». Excluye los añadidos de diversos expolios de los Franco, como «unha pía bautismal», las piedras de la torre de Dodro de la balaustrada, fuentes, escudos, cruceiros o las dos estatuas del Mestre Mateo. «Emilia concibió las torres como un retrato en piedra de su personalidad artística y su figura como creadora literaria. Contra viento y marea, su lema, está tallado en las piedras del inmueble, así como sus obras Insolación, Bucólica y San Francisco de Asís; en las vidrieras de la entrada grabó los títulos de Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza; el balcón de la torre de la Quimera, al que se asomaba antes de escribir, lo llamó 'de las Musas', y decoró sus dinteles con las nueve inspiradoras de las artes, además de colocar aquí las efigies de sus escritores de referencia: Homero, Dante, Hesiodo, Torcuato Tasso y Santa Catalina de Alejandría», detalla Jesús Sánchez. Los relieves con forma de vieiras salpican la escalinata principal y ornamentan la sepultura que ella misma se preparó, aunque fue enterrada en Madrid.

Ahora toca definir la función de este legado. «Hai dous personaxes, dúas accións. Unha persoa que construíu, pagou e viviu ese edificio como propio e, despois, hai outra xente que ocupou esa casa. A historia sempre hai que coñecela e presentala co rigor da democracia actual», dice Xulia Santiso. A Marilar Aleixandre le gustaría, comenta, «que fose un lugar de memoria, cun espazo destacado para Emilia».

Jesús Sánchez es contundente: «Las casas de escritores son incompatibles con cualquier contenido que tenga que ver con posiciones políticas o celebraciones colectivas. Son esos mundos íntimos donde todo gira en torno a la autora. El paso de Franco hay que contarlo, pero en un par de espacios muy concretos». Emilia, considera el profesor, fue la gran damnificada por la apropiación del dictador. Es hora de hacerle justicia.