Como si el pasado se pudiera borrar

Mercedes Corbillón FUGAS

FUGAS

23 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuentan que Guy de Maupassant detestaba la torre Eiffel, pero cada noche cenaba en el restaurante de la primera planta. Cuando le preguntaban por esa incongruencia se defendía diciendo que era el único lugar de París desde donde no podía verla. A mí me pasa algo parecido desde mi terraza en C. Desde el pueblo la construcción se ve demasiado alta, casi torpe y fuera de lugar, erguida prepotentemente sobre los tejados de dos aguas y, desde luego, no posee el encanto de la torre de hierro. Sentada en ella, sin embargo, todo parece tener sentido, como si el lugar cobrara entidad visto desde arriba y al mismo tiempo desde dentro. Abajo hay casas de fachadas revestidas de azulejos azules, de pinturas amarillas, hay azoteas blancas con ropa tendida, hay árboles frutales en diminutos jardines, hay casas abandonadas y otras con tejas relucientes, hay ventanas abiertas y hay contras cerradas esperando el verano o a aquellos que se fueron y ya nunca volvieron. La campana de la iglesia no suena como la Berenguela, pero da las doce mientras leo en una silla de plástico, el único material que resiste al viento y la sal y a esta forma que tiene el sol de caer a fuego. No hay moderación en este sitio. Quizás por eso me gusta tanto. Llega una música de pasodoble que me hace pensar que aquí celebran a la hispanidad o a la guardia civil y me pregunto cómo ha conseguido esa música convertirse para siempre en la melodía de lo patrio. Si los defensores del recuerdo del imperio, la unidad territorial y los Borbones tuvieran un community manager les aconsejaría una renovación en el hilo musical, quizás un reguetón, que une las dos orillas atlánticas mejor que Colón. Pensándolo bien, creo que prefiero Paquito el chocolatero. La melodía se detiene y la fiesta se acaba con unos fuegos de palenque. Veo las varillas descender sobre el mar. Está quieto y oscuro, parece una lámina de vidrio como en aquel verso de Louise Glück. En ese poema Circe se lamenta de los años en que amó a Odiseo y en América los descendientes de los europeos derrumban estatuas. Como si el pasado se pudiera borrar.