«Vestida de corto»: saborea el despertar sexual

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Portada de «Vestida de corto»
Portada de «Vestida de corto» cedida

Marie Gauthier ganó el premio Goncourt de Primera Novela 2019 con esta historia fresca y de lectura voraz, perfecta para un día de verano

25 jun 2020 . Actualizado a las 17:57 h.

Las sensaciones, los pensamientos, las ganas fluyen como un torrente por la mente de Gil, como así prefiere que la llamen, con su diminutivo de Gilberte, aunque suene a chico. Tiene 16 años, ha dejado la escuela y trabaja en el supermercado de un pequeño pueblo de provincias de Francia el verano en el que Félix llega a su vida. Es el ayudante de su padre, enviado de prácticas para aprender su labor de caminero al cuidado de las carreteras y veredas. Para Gil él es el Chico, solo tiene 14 años. Es un niño.

Estos son los dos protagonistas de Vestida de corto (Nórdica), la novela breve con la que Marie Gauthier ganó el premio Goncourt de Primera Novela 2019. Una historia fresca y de lectura voraz perfecta para un día de verano. El viaje que propone es una excusión a un rural francés en la estación que mejor se presta para el despertar sexual que viven sus personajes.

El calor, el sudor, el ambiente asfixiante de un pueblo donde todos se conocen y especulan cuando ven desaparecer a Gil entre los caminos o por la ribera transpiran en sus 114 páginas. Imposible no compartir la opresión de un momento sofocante e intemporal pero también lleno de posibilidades.

El amor en verano

«Todo era más fácil para los jóvenes que habían seguido estudiando. Se iban de vacaciones. Félix despejaba los caminos. Gil iba al súper. Ambos estaban condenados a permanecer en el pueblo, castigados. Ya quisieran ellos estar en la playa, por ejemplo, o en la montaña». Este verano sin verano los une bajo un mismo techo. «Adivinaba hasta la melodía de sus movimientos. En estos residía, para él, la mayor delicadeza de cada día: vivir el mismo momento en la misma casa que ella».

Para Gil la libertad es el sexo esporádico en una habitación de hotel con hombres mayores y que apenas conoce. Él quiere demostrarle que ya no es un niño y que se ha curtido cavando zanjas. Los sentimientos de ambos se entremezclan en los mismos párrafos. Una original alternancia de voces que juega a confundir al lector hasta que conoce el sentir de cada uno y anticipa su nombre sin necesidad de leerlo.

El deseo de emancipación del personaje femenino cohabita con el amor que invade al aprendiz de su padre, al que lava la ropa y sirve la comida. Ella camina rápido por la adolescencia, esa edad donde se decide el lugar que queremos ocupar en el mundo. O se intenta, al menos, por primera vez. El retorno a la realidad es inevitable. Siempre es cruel la forma en la que los sueños se diluyen.

Al colocarnos frente a frente con sus pensamientos, Gauthier hace al lector cómplice de la relación que cada uno de los dos protagonistas tiene consigo mismo y con su cuerpo de una forma honesta. El lenguaje, el poder cautivador de las palabras, es el otro descubrimiento al que llegan juntos Gil y Félix. Caminan juntos y por separado.

Este libro corto y sin capítulos, que se inspira para su título en el verso de una fábula de Jean de La Fontaine, se saborea mejor sin prisas. Es una historia de transformación veloz, directa y delicada, porque «la infancia ya se había terminado».