En el jardín de Alejandro Palomas

Mercedes Corbillón

FUGAS

18 jun 2020 . Actualizado a las 20:10 h.

Es junio y llueve como si fuera noviembre. Hay años en que todos los meses son otoño. El viento ha arrancado las últimas hojas de mis geranios y los pétalos han salido volando. Algunos se han quedado pegados al cristal, brillando como gotas de sangre. Procedo al levantamiento de cadáveres. Mientras lanzo los tiestos al contenedor escucho a Alejandro Palomas. Su voz me llega desde algún lugar de Cataluña donde se confina mientras no está paseando por el mundo sus novelas. Es misántropo y terriblemente afectivo, tal vez si no fuera escritor ese oxímoron sería imposible. Mantenemos una extraña amistad. En sus audios el fondo es el canto de los pájaros y en los míos el fondo es el estruendo del vidrio chocando entre sí bajo mi balcón. Él en el campo y yo en la ciudad; en el silencio y yo en el bullicio, él abstemio y yo dipsómana; él comiendo brócoli y yo churrasco; uno casi asexual y el otro… bueno, dejémoslo. Quizás la distancia más corta entre dos personas sea la risa y ahí nos encontramos. Hablando de libros somos malvados, hay que ser malvados para reírse y hay que ser malvado para no tomarse en serio a uno mismo y tampoco a los demás, que nos devuelven reflejada nuestra propia vulgaridad. Siempre hay un libro arrojándose por su ventana y estoy segura de que aún así las historias quieren quedarse a vivir con él. No le gustan los niños y no cree en el amor, pero tiene algo de pureza infantil y es imposible no quererlo. Él vive como si no fuera consciente de lo que desprende, buscando siempre algo que lleva en el bolsillo. Igual me habla de una visita con su madre al callista que del sentido de la vida. Y de la muerte, que tenga sentido o no siempre es más que una posibilidad. Nunca sé si está escribiendo una novela o la novela lo está escribiendo a él. Me gustaría ser uno de sus personajes, pero él me encuentra demasiado carnal.

Hoy me ha dicho que le ha puesto mi nombre a un ficus benjamina. Está moribundo, pero si sobrevive, estaré para siempre en su jardín.