Karmele Jaio: «El alma necesita su ración de belleza para seguir adelante»

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Karmele Jaio, galardonada por la novela «La casa del padre»
Karmele Jaio, galardonada por la novela «La casa del padre» JON HERNAEZ

La escritora vasca acaba de ser galardonada con el Premio 2019 de la 111 Akademia por «La casa del padre»

29 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La 111 Akademia acaba de premiar el último libro de Karmele Jaio La casa del padre. Un galardón que ya recibió en el 2006 por La manos de mi madre. «Es un premio muy especial porque son los lectores los que lo eligen y escribimos para los lectores, sin lectores no tendría sentido lo que hacemos. Así que ha sido especial por eso y también por el momento en el que ha llegado. En este tiempo se han cancelado muchas presentaciones, ferias de libro, se han cerrado las librerías, bibliotecas…. El premio llega en el momento en el que empiezan a abrir las librerías y en el que esperemos que el sector pueda ir recuperándose y con él la vida de los libros», señala la escritora.

-¿Esperabas que la novela tuviera tanto éxito fuera del País Vasco? 

-La verdad es que ha tenido muy buena acogida y me ha agradado mucho. No era fácil hacer llegar el libro a los lectores sin ser una escritora conocida en España. Cuando se publicó en castellano, la edición en euskera llevaba ya dos meses en la calle, pero era difícil predecir que también gustara y llegara a la gente fuera del País Vasco. Ha sido como empezar ante un nuevo público.

-Dicen que traducir es traicionar, pero cuando lo hace el autor ¿es enriquecer?

-Para mí es reescribir, volver a escribir la novela en castellano. Soy bilingüe, vivo a caballo entre dos lenguas, ambas lenguas están presentes en mi día a día, me expreso de manera diferente en euskera y en castellano, y esto lo traslado también a la forma de escribir. La primera obra que traduje fue mi primera novela Las manos de mi madre y recuerdo que al inicio comencé a traducir de manera literal, pero vi que era imposible; no se parecía nada al original. Necesitaba escribir la obra en castellano más que traducirla literalmente. Y eso es lo que he hecho con las obras que le han seguido.

«Hablo de la imposibilidad de mostrar sentimientos entre padre e hijo, de esa rigidez»

-Los referentes de tus novelas son claros: «Las manos de mi madre», «La casa del padre»... ¿Hasta qué punto tu familia han marcado tus libros?

-No estoy contando concretamente mi vida ni mi infancia en ellos. Pero en ambos libros me acerco a ese mundo, el de la familia, que es común en muchos casos. Se repiten muchas historias en muchas familias. Tolstói, en Anna Karenina decía aquello de que todas las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz lo es a su manera. Bueno, yo creo que incluso en lo infeliz, se repiten muchas cosas, muchos comportamientos, muchas situaciones… Por ejemplo, a mí me interesa mucho el silencio de las familias, todas esas palabras no dichas en el seno de una familia, y que tanto dicen. Yo creo que esto se da en casi todas las familias, en mayor o menor medida. Y esto es algo que aparece mucho en mis libros, también en La casa del padre, en la que especialmente hablo de la imposibilidad de mostrar sentimientos entre padre e hijo. De esa rigidez.

«Una de las dificultades de las mujeres que nos dedicamos a escribir es encontrar no un cuarto propio, sino un tiempo propio»

-En la novela hay un matrimonio de escritores con carreras muy diferentes. ¿Cómo ha marcado tu carrera el ser mujer? 

-Supongo que como ha marcado otras tantas facetas de mi vida. Virginia Woolf decía que una mujer para escribir necesita dinero y una habitación propia. Yo creo que una de las dificultades con las que nos encontramos muchas mujeres que nos dedicamos a escribir es precisamente encontrar una habitación propia, no solo un lugar físico, sino sobre todo un tiempo propio para escribir. En buena medida debido a que aun cargamos con las responsabilidades del cuidado en una muy mayor medida que los hombres. Y, por otro lado, otro de los obstáculos en el camino suele ser el del prestigio, el de la valoración. ¿Quién da prestigio a las obras? ¿Quién decide qué temas son importantes? Cuando una mujer habla en una novela de una experiencia de una mujer se dice que habla de las mujeres, y, sin embargo, cuando un hombre habla de un hombre, habla del ser humano. Todavía tenemos camino por recorrer hasta que consideren nuestros temas universales.

-Algunos hombres me han dicho que has captado perfectamente los conflictos que les asedian. ¿Cómo has conseguido entrar de esa manera en la mente masculina? 

-El propio protagonista de la novela dice que un escritor tiene que ser capaz de meterse en la piel de cualquier personaje. Pero es cierto que me ha costado más entrar en el personaje masculino que en los femeninos. He intentado entrar en su interior, en su complejidad, y ver el mundo desde sus ojos teniendo en cuenta cómo ha aprendido a ser hombre y, sobre todo, teniendo en cuenta que en el fondo, si quitamos toda esa carga de mandatos de género que nos han inculcado desde la infancia, en el fondo, no somos tan diferentes.

-El nuevo hombre al que dedicas la novela ¿está aún por llegar?

-Algunos ya han llegado. Todavía otros muchos no. Yo creo que los nuevos hombres son los hombres que han reflexionado sobre el lugar desde el que miran al mundo, sobre el lugar desde el que miran a las mujeres, sobre sus privilegios, sobre las relaciones de poder… Y son hombres que están dispuestos a moverse y actuar para cambiar la situación y construir una sociedad mejor para hombres y para mujeres.

-¿Crees que el confinamiento del covid cambiará nuestra forma de percibir la necesidad de la cultura?

-Me gustaría creer que sí, que valoramos más la cultura después de ver la importancia que ha tenido durante el confinamiento. Yo he leído mucho y he escuchado mucha música, y me ha ayudado mucho. El ser humano no solo necesita pan, agua, alimento…; nuestra alma también necesita su ración de belleza para seguir adelante.