Enamorados del cine espacial

carlos pereiro

FUGAS

Francois Duhamel

El estreno de «Ad Astra» con Brad Pitt recupera un género habitual en Hollywood, viajes hacia el pensamiento humano vestidos de infinito

04 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Saboreo la fascinación que sentía de niño cuando escuchaba a los Pekenikes salir por los altavoces del despacho de mi padre. «Buscaré otro mundo lejos del sol, en las estrellas / Un lugar donde siempre brille la luz, en las tinieblas». Es simplista, por supuesto, pero en dos frases la banda de los 70 sintetizó con enorme elocuencia el afán explorador del ser humano por ese infinito espacio (y finito en el tiempo) que nos rodea. Una mota de polvo en el universo somos. Una esperanza más allá de nuestro sol, tras asumir el fracaso de nuestro sistema.

El cine, igual que la literatura y derivados, ha sentido una fascinación evidente por las posibilidades de los viajes espaciales. ¿Quién no? Ya en 1902, Méliès quiso emular a Verne con su Viaje a la Luna. Comenzaba la ciencia ficción en el séptimo arte. Ahora, casi cada año, uno de los estrenos más esperados de la cartelera ha de relacionarse con el género. El espectador quiere viajar a Saturno, a Gargantúa o a Andrómeda en su butaca. Por el camino se enfrentará a desastres cósmicos, a meteoritos que amenazan nuestra perla azul, a extraterrestres con dos bocas. En definitiva, a sus propios miedos, a la idea de ser humanos. Y estar solos.

En la última década, el cine con el espacio como protagonista ha tomado impulso. Quizás nunca lo perdió del todo, pero la evolución de la tecnología ha derivado en unas recreaciones de nuestro universo nunca antes vistas. No hay que menospreciar, tampoco, lo conseguido hasta ese momento. La sombra que proyecta 2001: Odisea en el espacio de Kubrick sigue siendo alargada para directores y guionistas, pero el mundo ha cambiado.

Desde Gravity, casi se puede hablar de un blockbuster anual. La cinta de Cuarón no es perfecta, pero abre la veda de ese espectáculo silencioso que se ha de vivir en el cine de manera casi obligatoria. Al año siguiente, Nolan estrenaría Interstellar, antológico viaje humano sobre el amor, el destino y las decisiones que tomamos por el bien mayor. Luego Matt Damon se iría a Marte, en The Martian, a plantar patatas y «hacer el Iron Man», profundizando en la supervivencia a través de la ciencia, buscando la estela realista pero sin olvidar ser una película. Al año siguiente, con Passengers una pareja despierta en un crucero especial demasiado pronto, sin posibilidad de volver a dormirse y asumiendo la soledad y el destino de morir en el trayecto hacia un nuevo hogar al que nunca llegarán.

Y claro, también ha vuelto Star Wars, esa ópera espacial donde las letras amarillas que viajan hacia arriba marcan el comienzo de la fantasía. Esa acción transcurre en una galaxia muy, muy lejana; quizás por eso Hollywood también quiera recordarle al mundo quién fue Neil Armstrong en First Man. Por cierto, por su bien y el de sus allegados: no ponga en duda ese viaje. El ser humano llegó a la Luna. Ahora es Brad Pitt, que cambia a Tarantino por James Gray y se embarca en un viaje hacia las estrellas. Ad Astra es un trayecto intimista y tenebroso, más relacionado con la locura y el conocimiento de uno mismo que con el hecho de volar por el vacío. Quizás no haya que ir demasiado lejos, quizás lo que importa ya está aquí, puede recordar.