Sanderson, un universo en la cabeza

CARLOS PEREIRO

FUGAS

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Lo han definido como el maestro de la fantasía de este siglo, el nuevo Tolkien. Y no tengan duda: Hollywood algún día se verá saturado de adaptaciones de sus sagas épicas

06 sep 2019 . Actualizado a las 11:19 h.

Entrar en la mente de Brandon Sanderson (Nebraska, 1975) sería, seguramente, lo más parecido a entrar en una especie de realidad paralela, totalmente válida y construida en base a unas normas y leyes físicas selectas. Razas, magias, religiones, políticas... Pilares básicos de la ficción y la fantasía, dominados de manera brutal por este escritor que no pocas voces han querido definir como el nuevo Tolkien, aspirante al trono de este género para el siglo XXI.

No será él, ni sus creaciones, las que renieguen de ese espejo que es El Señor de los Anillos, obra obligada para cualquier lector que asuma la fantasía como una materia a estudiar. Es más, usted quizás no haya oído hablar de Sanderson, pero no tenga ninguna duda de que Hollywood algún día se verá saturado de adaptaciones de sus sagas. Hay demasiado buen material como para no hacerlo, demasiados héroes y villanos que vender a un público que aún no los conoce.

¿Pero qué ha creado este estadounidense de mediana edad? Un universo. No una serie de provincias y un continente, no; un universo con sus planetas, una galaxia con unos mundos concretos en los que desarrollar sus historias. Imagínese la Tierra Media, pero elevada a la escala astronómica. Y todo con sentido, medido. Eso es el Cosmere, nombre que Sanderson ha dado a su escenario épico.

Aquí tienen lugar la mayoría de las historias que narra en sus libros. Aquí sucede Elantris, que contiene tres entregas. Luego tenemos la saga El aliento de los dioses, con dos libros; Nacidos de la bruma con siete tomos y, por último, aún sin terminar, El archivo de tormentas, que contienen cinco libros de los cuales cuatro están publicados en España a falta del quinto. Faltarían cinco más de este último conjunto, hasta sumar diez. Será su gran epopeya, su gran obra, su carta de amor a la fantasía épica, como declaró a los medios en su visita a España este mismo verano. En la práctica, muchos han llegado a su prosa a través de Nacidos de la bruma. Una aventura de corte épico y revolucionario, de una clase sometida luchando contra la imposición y el destino. Imagínese un mundo donde Sauron, el de Tolkien, ha ganado. ¿Qué vendría luego? ¿Cómo viviría el pueblo? Es una pregunta que el propio Sanderson se realizó y que quiso abordar en una visión personal y original esta posible temática.

Si tiene curiosidad, es posible que esta saga sea la mejor para iniciarse en su literatura -no se preocupe por el orden de lanzamiento, cada conjunto de libros no tiene que estar relacionado con ningún otro, al menos no de manera inmediata-. El imperio final, primer tomo de Nacidos de la bruma, se presenta como una obra ágil, mucho. Fácil de leer. Funciona como una excelente introducción al Cosmere y presenta una serie de personajes con los que es fácil identificarse y enamorarse. Su protagonista, Vin, aparece como una ladrona a la que el destino guarda un cometido más importante que el sobrevivir en los bajos fondos.

OFICIO Y ESMERO

Si algo sorprende del estadounidense, es su buen estado de forma mental. A diferencia de otros autores fantásticos que han alcanzado el Olimpo, véase el caso de George R. R. Martin y su Juego de Tronos, Sanderson mantiene un ritmo de creación y lanzamientos demencial, similar al realizado por Stephen King a lo largo de su vida profesional. Confeso fan de Vencer al Dragón, de Barbara Hambly, el libro que en sus propias palabras lo convirtió en escritor, el autor no ha parado desde que se inició como profesional. Es más, quiso que sus primeros libros pasaran como una rutina, rápido y a otra cosa, pues solo eran una base de entrenamiento, una puerta hacia la mejoría, huyendo de la mediocridad de sus primeros escritos -reconocida- en busca de su estilo. Lo logró, visto lo visto. Entre los veintiuno y los treinta escribió trece novelas, casi nada.

Él desmiente que sea rápido, como le confesó al periodista Ángel Luis Sucasas. Lo suyo es más una cuestión práctica y obligada, la de escribir entre 2.500 y 3.000 palabras cada día. Puro oficio, pura constancia. Elementos indispensables dentro dentro de su Cosmere. No huya de él, porque le alcanzará más pronto que tarde.