Las 20 novelas clásicas que deberías leer al menos una vez en la vida

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Consultamos a diez personalidades del mundo del libro qué novelas son las imprescindibles, las que no nos podemos perder. El tope está en 20 y en el siglo XX. Aquí las favoritas. ¿Cuáles añadirías?

19 abr 2024 . Actualizado a las 11:29 h.

La novela no ha muerto. La reina de las letras de ficción tiene no solo novedades, sino antigüedades vivas que no se irán al estante de atrás. Son joyas que nos llevaríamos en un arca a un retiro feliz, a La isla del tesoro, el primer flechazo de novela para Domingo Villar (Vigo, 1971), autor de O último barco. «Es un flechazo que todavía dura, porque sigo coleccionando ediciones —dice sobre el clásico de Stevenson, que también brilla entre las favoritas del editor Francisco Castro—. Creo que La isla del tesoro (1883) es el primer libro en el que me enfrenté a un malo con el que me gustaba estar. Estaba deseando que apareciese John Silver y creerme sus embustes». Si tuviese que quedarse con tres de esa selección de 20 novelas para no perder jamás, el creador de Leo Caldas elegiría también El conde de Montecristo (1844). «Cuando he tenido alguna complicación en la vida, siempre me ha parecido que si Edmundo Dantés pudo salir del castillo de If yo podía salir de las mías, cuenta quien dice que Pedro Páramo (1955) hace que «quiera vivir en Comala».

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La novela de Juan Rulfo que nos cautivó desde la primera frase para atraparnos en ese no lugar donde todo es, es una de las que guardarían en el «arca ou peto de ánimas», en palabras de Manuel Rivas, de los amantes del libro que han asumido este reto. «Escrita non sabemos como, Pedro Páramo é un chorecer da lingua, unha obra escrita en vixilia, fronteiriza da vida e da morte, berce bíblico e fundacional do contemporáneo real marabilloso», recrea el autor de Os libros arden mal. La Odisea (VIII a. de C.), de Homero, es la primera favorita de Rivas y también de Irmás Cartoné, editora de Carlos Valdés y Celia Recarey que ofrece en gallego maravillas de la literatura universal. ¿Odisea, novela o poema? «Son dos que creo que este poema homérico, a historia de Odiseo e Penélope, é a primeira gran novela da historia. Vai moito máis aló dun poema épico, de deuses e heroes, e aborda o enigma e a complexidade do ser humano. A de Odiseo (Ulises) é a gran viaxe da loita contra a desmemoria», sostiene Rivas. «É unha das obras fundacionais da literatura occidental», refuerza Celia. Pero la joya que más veces ha leído la editora de Irmás Cartoné es Madame Bovary (1857). «Xa dixo Flaubert: 'Madame Bovary c’est moi', Madame Bovary somos todas», afirma Recarey. Como del ideal y el destino de Emma, Celia no puede evadirse de Cahier d’un retour au pays natale, de Aimé Césaire, «que temos entendido que publicará en galego Laiovento», o de Perto do coração selvagem, de Clarice Lispector, traducida al español como Cerca del corazón salvaje (1943). Belleza plena e intangible, esta pieza que Lispector escribió a los 17 años es una revolución metafísica del lenguaje. En el ránking de clásicos de la Librería Trama, que encabezan Pedro Páramo y Los pazos de Ulloa (1886) echa raíces Puerca tierra (1979), espejo que escribe Berger para un mundo campesino que podría ser Galicia. «Yo entre los clásicos, además de Niebla (1914), la «nivola» de Unanumo, muy avanzada para su tiempo, me quedo con Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy (1759), de Lawrence Sterne», revela Carlos Coira, de Trama. «Es una obra modernísima. Hay una página de luto, descripciones del vuelo de una mosca, una autobiografía que comienza antes de nacer...», detalla Coira. Seguimos los puntos suspensivos infinitos del arte de fabular.

Sin migas de pan, podemos desandar el rastro que nos dejaron en la vida muchas novelas. Hay tantas de valor que se apiñatan por entrar... Nuestro jurado corona, aparte de las citadas, al Quijote (1605), de Cervantes, Anna Karénina (1877), de Tolstói, Crimen y Castigo (1866), de Dostoievski, y las Cumbres borrascosas (1847) a las que nos eleva el fuego de Emily Brontë. También habría que detenerse en Joyce, Proust, Zweig, Kafka, Camus, Orwell, Cortázar, Cunqueiro, Saramago...

Jane Austen es otro de los nombres que piden voz con Orgullo y prejuicio (1813). Se la llevarán al futuro el librero e influencer Xacobe Pato (en una maleta junto a Misericordia, de Pérez Galdós, Suave es la noche, de Francis Scott Fitzgerald, o Un día en la vida de vida de Iván Denísovich, Aleksandr Solzhenitsyn), y la escritora Arantza Portabales. «Hai unha absoluta modernidade neses personaxes femininos de Austen que loitan por saír do corsé dunha sociedade asfixiante», valora. La autora de Beleza vermella dejaría siempre sobre su mesilla El nombre de la rosa (1980). «Máis aló da prosa, quedo coa mensaxe: o poder do pensamento libre», reseña quien tiene casa en el corazón para El amor en los tiempos del cólera (1986), «polo preciso e precioso debuxo do antiheroe literario, e porque esconde a mellor e máis fermosa descrición do sentimento de perda dun ser amado».

«Orgullo y prejuicio es ahora mismo el último libro que me ha deslumbrado. No se puede ser más moderna que Jane Austen, con el mérito añadido de llevar 200 años muerta. Orgullo y prejuicio es inteligente, divertida, irónica, y una maravilla de principio a fin», asegura Xacobe Pato, quien comenta que Suave es la noche es «la historia más grande de autodestrucción que he leído, y la mejor contada. Está escrito con una prosa lucidísima, llena de sentimiento». «Después vinieron otros, pero fue el primer libro que me sobrepasó, que me deslumbró, que me enseñó cosas sobre mí que ni yo mismo sabía», comparte.

John Steinbeck, Virginia Woolf, García Márquez o Delibes son clásicos que salen con más de una obra entre las propuestas de los escritores Marilar Aleixandre, Manuel Rivas, Domingo Villar y Arantza Portabales; los libreros Mercedes Corbillón, Carlos Trama, Alejandra de Diego y Xacobe Pato, y los editores Francisco Castro y Celia Recarey. Las uvas de la ira imponen, pero el bocado De ratones y hombres también es perfecto; Al Faro compite en seguidores con La señora Dalloway, El amor en los tiempos del cólera merece cien años de compañía (Villar y Portabales la prefieren a Cien años de soledad, que, en cambio, fascinó como ninguna a Francisco Castro y Mercedes Corbillón) y El hereje es inmensa, ¿pero más que Señora de rojo sobre fondo gris? Esta novela breve, carta de imposible despedida a la esposa, está entre las favoritas de Alejandra de Diego, de Berbiriana, que hoy abraza Léxico familiar, de Natalia Ginzburg, «por su naturalidad, por cómo describe la resistencia antifascista y el papel de las mujeres, por dejarte entrar en el comedor de su familia y ser una más a la mesa».

Frankenstein (1818), de Mary Shelley, fue uno de los primeros asombros de Marilar Aleixandre, que revela entre sus clásicas preferencias singularidades como las Memorias de un solterón, de Pardo Bazán, y O conto da criada (Irmás Cartoné edita en gallego el clásico de Margaret Atwood).

El corazón de las tinieblas (1902), inquietante travesía de Marlow por la selva africana y la oscuridad humana, deslumbra atravesando el túnel de un siglo para asumir, como Kurtz, un liderazgo aparte.

Torrente Ballester nos arrastra por el aire hasta Castroforte del Baralla, ciudad entre la existencia y la nada que hace levitar en La saga/fuga de J.B. (1972), «un labirinto diabólico do que ao, final, con traballo, vas terminar saíndo», asegura el editor Francisco Castro, que no olvida Alicia en el país de las maravillas (1865), de Lewis Carroll, «porque a literatura é iso, o país das marabillas; unha lebre que se mete por un buraco e nos leva a outro mundo», cuenta.

«Los favoritos tienen que ver con la geografía literaria personal. Con eso que Eloy Tizón llama chispazo en Herido leve. Hay libros que te provocan una herida. Recuerdo como uno de esos chispazos La Regenta (1884). Aún puedo paladear el ambiente de Vetusta, esa ciudad claustrofóbica de provincias, de lo que suponía la vida para una mujer, de lo que supone una pasión... Hay una escena casi corpórea que se ha quedado en mi mente para siempre», relata la librera Mercedes Corbillón.

¿Cuál fue el primer chispazo, el clásico que te abrió la primera herida en la piel?