Vida y poesía, el misterio insondable de Clarice

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La reunión de sus cuentos completos revela lo cerca que su escritura está de su vivencia personal y el intransferible y extraño sello de su poética

17 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Es posible que ya desde el momento en que se la define como «escritora brasileña de origen ucraniano y raíces judías» sea para dar una idea de que tras esa mezcla puede haber algo no del todo exento de extrañeza. Ella misma para explicar por qué la consideraban una autora «hermética», tras asegurar que se comprendía bien a sí misma, confesaba que había un cuento suyo que no entendía, El huevo y la gallina. Pero negaba siempre que su literatura fuese críptica, y menos de modo consciente, como también rechazaba que persiguiese agradar, porque solo escribía para sí misma: «Nunca he hecho concesiones. Pero escribo de una manera sencilla. Yo no adorno», venía a decir Clarice Lispector en la última entrevista que concedió para televisión, en 1977, poco antes de su fallecimiento. «Estoy cansada de mí misma. Morí. A ver si puedo renacer. Ahora mismo estoy muerta. Estoy hablando desde mi tumba», afirmaba como en un terrible augurio. En esa misma conversación también sugería que comprender su obra no era una cuestión de la inteligencia o la formación del lector sino «de sentir, de entrar en contacto».

Cuarenta años después la literatura de Lispector (Chechelnik, 1920-Rio de Janeiro, 1977) sigue llena de misterio y ese aspecto no es una pequeña parte en el cómputo global de su éxito como escritora de culto internacionalmente reconocida. Una fama que empezó en 1943 con la publicación de la novela Cerca del corazón salvaje. Su insondable y sutil poesía -evidente en piezas como Es allí adonde voy-, su narración instintiva y su intransferible perspectiva hacen de su lectura una experiencia íntima irrepetible, y, como ella apuntaba, «te toca o no te toca». Esto queda perfectamente claro en la reunión de los cuentos completos que publica Siruela (su sello de referencia en España), desde el primero que publicó a los 19 años hasta el último hallado en versión fragmentaria entre sus papeles tras su muerte.

El crítico norteamericano Benjamin Moser, uno de los mayores expertos en la autora brasileña, suele relacionar su enigmático poder de seducción con la milenaria tradición mística de los judíos, pero la explicación, aun siendo pertinente, resulta a todas luces insuficiente. También habla a menudo de una experiencia lectora cercana a lo sexual y cita las palabras de su traductor al inglés Gregory Rabassa para abundar en su fascinación: «Se parecía a Marlene Dietrich y escribía como Virginia Woolf». En un resumen elocuente sobre las intenciones y la estética de su literatura, Moser anota que se trata de una autora que revela «las realidades ocultas de las vidas visibles a través de una sintaxis resbaladiza y mutante».

La fuerza de lo imaginario

Recuerda Moser en el prólogo de estos Todos los cuentos que en una ocasión escribió Lispector: «Tanto en pintura como en música y en literatura muchas veces lo que llaman abstracto me parece solo lo figurativo de una realidad más delicada y más difícil, menos visible a simple vista». Esta reflexión bien puede perfectamente condensar la filosofía creativa de la escritora brasileña, en verdad y sobre todo, una narradora con alma de poeta.

La fuerza de su imaginario emana de una biografía de desarraigo y dolor, que comienzan el mismo día de su nacimiento (fortuito) en Chechelnik en plena huida de su familia de los pogromos bolcheviques y camino de Brasil. Su madre contrajo la sífilis cuando un grupo de soldados del Ejercito rojo la violó. Entonces se creía en los poderes curativos de un nuevo embarazo. Clarice nació pero no salvó a su madre, Mania, que falleció apenas nueve años después. Maceió, Recife y Rio marcaron su periplo vital, pero también los viajes con su esposo, un diplomático al que dejó en Washington en 1959 para divorciarse tras 16 años de convivencia. La infelicidad marital y las horribles lesiones que le causó un incendio se sumarían a sus pesares, con frecuencia azuzados por la penuria económica.

«Todos los cuentos»

AUTORA Clarice Lispector

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