Una España sin revoluciones pendientes

FUGAS

xoan a. soler

Luz tras las tinieblas es un libro profundo y encantador a la vez; riguroso y asequible; audaz y prudente; necesario y real.Y un regalo para quienes quieran compaginar modernidad y seguridad en las evoluciones que debe hacer España sobre la mejor ola de su larguísima y poderosa historia.

13 nov 2018 . Actualizado a las 01:49 h.

Recordando, seguramente, la sentencia de Bertoldt Brecht -«todas las revoluciones estallan en un callejón sin salida»-, el profesor Roberto L. Blanco Valdés aborda en su último libro su extraordinaria vindicación de la Constitución Española de 1978, con la intención de evitar que una España incomprensiblemente atraída por el mito de Sísifo -el héroe de la mitología griega condenado a subir hasta la cumbre de la montaña una roca esférica, que se le rispa de las manos, y vuelve al valle, siempre que toca la cima-, deje rodar por la pendiente el consenso logrado durante la transición y, en busca de una revolución siempre pendiente, que idealiza cualquier cambio, entre de nuevo, sin darse cuenta, en otro callejón sin salida.

Roberto Blanco no es nuevo en esta plaza, ya que, en la docena y media de libros que salieron de su fecunda madurez de catedrático de Derecho Constitucional de la USC, fue abordando con prodigiosa minuciosidad y coherencia todos y cada uno de los temas que ahora compendia en este libro.

Y eso quiere decir que lo que más vale de esta reciente publicación -para este país, esta gente y este concreto momento- es que, lo que antes fue investigación rigurosa, cultura social y política, y excelente pedagogía universitaria, es ahora, sin perder el estilo profesoral que siempre acompaña a mi amigo Roberto Blanco Valdés, un ensayo intenso, algo vehemente a veces, escrito para que todos lo disfruten, para generar reflexión sobre el ser y la gobernación de España, y para que todos sus lectores entiendan que tanto el derecho político como el estudio politológico de la realidad gobernada apelan directamente al interés general, al bienestar, a la seguridad de la gente y a la obligación de acumular el capital político, cultural y humano con el que se transmite a las nuevas generaciones -en forma de historia- el alma de un pueblo.

COMPLEJOS FUERA

Es por eso que esta vindicación de la transición que constitucionalizó la España actual, o este descubrimiento de Luz tras las tinieblas en la expresión de Blanco Valdés, no se hace sacralizando ni fosilizando la Constitución vigente, sino reivindicando la capacidad que tuvo la generación política de la transición para expresar en forma de ley fundamental los factores reales del poder y la sociedad de 1978, para resolver las rupturas tradicionales y enquistadas que endiablaron hasta hace cuarenta años nuestro penduleo constitucional, y para quitarnos todos los complejos que nos quieren mantener en el cambio por el cambio, sin entender que la historia no es más que un relato colectivo e ininterrumpido, al que cada generación está obligada a añadirle nuevos hechos y soluciones que sepan interpretarlo.