Xoel López: «Con 'Atlántico' la gente se reía en mi cara»

FUGAS

Lola Garcia Garrido

La gran cita del Portamérica , entre el 5 y el 7 de julio, acoge a uno de sus artistas más queridos. Llega con «Sueños y pan», tercer disco a su nombre y último vértice de una trilogía. En ella descansa parte del mejor pop en castellano hecho durante esta década

22 jun 2018 . Actualizado a las 10:49 h.

Arranca esta entrevista comentando una de esas míticas diatribas de melómanos, que van evolucionando con el tiempo. «Soy de Lennon a tope, siempre me he sentido más próximo a su desasosiego, pero con el tiempo aprecio cada vez más a McCartney. En eso ha influido mucha gente que me lo decía», dice Xoel. ¿Llega la madurez cuando uno empieza a apreciar a McCartney? «Eso sería un gran titular, si lo dijera yo», se ríe.

-Ahora lo veo más en el lado equilibrado de Paul, que en ese John que pedía ayuda. ¿Cómo se ve usted?

-Bueno, el Xoel de los 15 años y el actual esencialmente son el mismo, pero creo que he sabido manejar ciertos desasosiegos y cosas que me incomodaban en la vida. Yo no nací amable y alegre, es algo que me ha costado mucho esfuerzo. Ha ido llegando con la edad. No es lo mismo el grado de confusión y oscuridad que uno tiene con 20 que con 40. Mira a Lou Reed, la filosofía de vida que tenía en los últimos años de su vida con su mujer nada tenía que ver con lo que era en la época de la Factory y la Velvet. Los tiempos van cambiando y la gente va encontrando su lugar. O debería ser así. Todo en una sociedad que cada vez te pide que seas más joven y más imprudente. Crecer no es nada malo. Yo siempre admiré a la gente mayor. Desde nuestros abuelos hasta los grandes sabios musicales o los periodistas de toda la vida. A lo mejor es que también soy un poco viejuno.

-Una chica escribía en Twitter: «Si tuviera que escoger a un cantante que transmita tranquilidad con sus canciones, sin ninguna duda diría a Xoel López». Creo que lo clava.

-Es algo que lo he tenido que buscar. He ido a por las letras y las canciones que a mí me reconfortan de mi lado oscuro. A lo mejor no se nota, pero yo también lo tengo. Tengo que luchar contra él. La gente que busca reconfortarse en la música es porque tiene una parte de desasosiego. A mí por ejemplo la crisis de los 40 me afectó. Surgieron dudas. Pero sí que es cierto que mi música busca la luz y vivir mejor.

-¿Cómo gestiona los 40 en ese pop regido por la dictadura juvenil?

-Yo soy pop, pero no un pop al uso. Mi etapa como Xoel López tiene muchas referencias folk y marca otro camino. Si yo siguiera haciendo la misma música que hacía con Deluxe hace 15 años pues a lo mejor tendría ese problema. En mi caso, la música ha ido madurando. Me he ido haciendo un hueco, apostando por esa evolución. Ya no formas parte de la nueva ola de grupos que representa a una generación. Al contrario, me encuentro muy solo en lo que hago. No sé con qué grupos se me puede asociar. Pero eso es una suerte, porque puedes hacer tu camino. Lo noto cuando voy de gira. Siempre tengo mi público, que va creciendo. Este año toco en locales en donde toqué hace tres años y veo que hay doscientas personas más. Me alucina. Porque esto es pico y pala, no porque esté de moda lo que yo hago.

-¿No está cómodo en esa soledad?

-Claro. Ha sido así siempre. Yo empecé en el tema mod, luego en el indie pero por un lado diferente, apoyado en la música negra. Luego me llega la herencia familiar, con música de cantautor y latinoamericana, la música de progres que escuchaban mis padres. Yo soy un poco rareza. También me gusta la música electrónica. Pero al tiempo soy un guitarrista que viene del rock. De ahí sale un híbrido extraño. Para mí todo tiene sentido.

-Su último disco se podía catalogar como pop ligeramente enrarecido.

-Sí, pero para mis seguidores está en el punto justo. Fuera de ahí, para unos no es suficientemente raro, pero para otros es tan raro que les gusta. Lo noto constantemente. Lo he leído: la misma cosa mía analizada por uno que dice que es negro y otro blanco.

-¿No piensa que lo que le ocurre ahora con ese público viene de «Atlántico» (2012)? Juan de Dios, su productor, dice en la reedición que lanzó La Voz que paradójicamente era tan clásico que descolocó y que se iría descubriendo poco a poco.

-Sobre todo venía de una experiencia tan personal que no encajaba. A alguna gente le gustó por eso. Pero otros no entendían nada. ¿Y esto qué es? ¿Por qué esto ahora? Mucha gente se quedaba con la cara torcida. Era una propuesta tan poco al día que hay a quien incluso le sentó mal.

-Además al principio no funcionó en directo, uno de sus fuertes.

-Claro. Era un repertorio bastante blando para los festivales. Quería tocar en sitios en donde no me aceptaban. En los festivales de folclore o músicas del mundo no me querían, porque me consideraban el de Deluxe. Sin embargo, en los festivales de siempre me decían: «Buff, es que el nuevo disco...». Tocaba y funcionaba relativamente. Era una sensación extraña. Luego fuimos adaptando el repertorio, la banda fue cogiendo garra y, al final, fue entrando. Pero fue muy difícil. Lo noté especialmente fuera de Galicia. Aquí se entendió mejor la idea por toda la cultura latinoamericana que tenemos por los emigrantes. Fuera no. Yo recuerdo tocar en el 2012 una cumbia y era como «ostra, pero esto es la orquesta no se qué». Ahora la cumbia es lo máximo y súper cool, pero en ese momento te aseguro que no.

-Incluso se burlaban de usted.

-¡Vaya si se burlaban! ¿Recuerdas aquello de que sonaba a Juan Luis Guerra? Pero yo lo hacia igual. ¿Que soy un hortera? Vale. Pero es que es mi movida. No me puedes decir que sueno a Juan Luis Guerra para vender más, aunque no fuera el caso. ¿Qué le voy a hacer si me gusta? Hace poco me entrevistaba una periodista que le gustaba mucho Deluxe. Me reconoció que se fue muy decepcionada, que se fue abochornada de un concierto nuestro. Me decía: «Hasta una bachata habéis hecho». Como diciendo «¡Esas músicas, por Dios!». A lo mejor es un poco fuerte decirlo, pero yo hasta noté una especie de xenofobia oculta, como microxenofobia. Porque, en el fondo, ¿qué tiene de malo una bachata?

-¿Un clasismo cultural supuestamente inconformista que esconde el otro clasismo más evidente, el económico?

-Los folclores siempre fueron música de pobres. Pero yo creo que hay bastante más inconformismo y sentido de vivir al límite en Atlántico que en muchos discos de rock n’ roll. Hay una línea establecida y cómoda de lo que es el rock n’ roll que ya no tiene la simbología que tuvo en su contexto original. De repente, hacer una bachata o una cumbia en el 2010 era más vivir al límite que hacer un tema de rock.

-Bueno, al oído «indie» español la producción de ese disco le debería parecer más arriesgada que la de un álbum de kraut-rock o revival post-punk.

-Sí, pero si ves críticas que salieron en su momento de clásicos lo entiendes. Una vez leí una muy negativa del Thick as a Brick de Jethro Tull. Decía que era un disco muy malo y una copia de The Who. Hay que recordar cómo se acogió en su día el Astral Weeks de Van Morrison. Los melómanos tenemos la referencia de la historia. Muchas veces sabes que las cosas no son lo que parecen, que el tiempo será quien dirá lo que son. Eso te relaja. Un disco tuyo no funciona pero sabes que cuando tengas 60 años te va a hacer revivir. Los riesgos no traen resultados a corto plazo. A la larga puede que sí. Recuerdo que entonces hablaba mucho con Kin, mi mánager. Era una época difícil donde nos dábamos ánimos mutuamente en plan «venga hay que apostar por esto». Él me decía: «La gente todavía no sabe de la importancia de la canción Tierra». Yo me agarré a eso. En casos como estos tienes que tener fe y esperar a que pase el tiempo.

-El relato tiene una cierta épica personal, luchando contra la adversidad por un compromiso artístico.

-Sí, aquello fue un pequeño salto al vacío.

-¿Esa vez no hubo menos vértigo, teniendo en cuenta su pasado?

-De Covers a Elephant Band tuve mi vértigo. Con Deluxe, también. Y con el paso al castellano, más. Pero sin duda el paso a Xoel López ha sido la situación en la que más vértigo he sentido en mi vida. Tenía una sensación realista, de que una cosa como Tierra no le iba a interesar a nadie. Yo no pensaba que Atlántico iba a ser un éxito. Pensaba que iba a ser lo que fue: algo difícil, a pesar de que artísticamente estaba súper convencido. Yo estaba en Buenos Aires y veía que aquí funciona el indie-rock. Lo mío era tan lejano, ahí con mi guitarra española.

-¿Sentía que eran las mejores canciones de su carrera?

-Sí, totalmente.

-Vaya sensación más frustrante: saber de antemano que el público le va a dar la espalda a algo así.

-Pensaba en el futuro, en que a la larga calasen. El otro día estuve hablando con Juan de Dios. Recordábamos lo que nos decían. Con Atlántico había gente que se reía en mi cara, incluso en mi entorno cercano. «¡Mira esta canción!». «Parece que vas en plan Manu Chao». Una cosa extraña. Parece que hay gente que le fastidia que hagas tu propio camino, que hagas algo diferente a lo que se esperan. Todos tenemos un conservador dentro que dice: «Uy, no lo toques, está bien así». Pasa siempre. Yo eso lo tuve que sufrir. Pero es cierto que venía de atrás, de los mods que se enfadaron cuando fue lo de Deluxe, de los fans de Deluxe que no querían que cantase en castellano… De todo eso también aprendí. No era para tanto. Al final siempre hay gente que acaba volviendo. Pero también hay que hacer un ejercicio de humildad y aceptar que eso es así.

-En el pasado contraatacaba las críticas que le hacían. En ese disco, que fueron tibias, las asumía con mucha naturalidad, sin embargo.

-Tiene que ver con la madurez, supongo, que te haces más seguro y relativizas todo. Hay que ponerse en el lugar del otro y desprenderte del ego. Irme a Argentina me hizo muy bien. Empecé de cero en un lugar, jugando al fútbol con gente que no me conocía de absolutamente nada. Fue otra vida. Me dio mucha libertad. Me di cuenta que no me gustaba tanto la popularidad. No me gusta nada. Si pudiera evitarla, lo haría. Tocar y componer sin tener que ser conocido.

-¿La evolución de las portadas de los últimos discos, en los que pasa de salir con máscara a directamente no salir, responde a eso?

-Sí, es explícito. En el primero salí con careta y luego ni aparezco, cuando antes salía en todas.

-¿Cuando en «Jaguar» canta «rompiste todos mis espejos» se refiere a eso, a cómo un niño rompe el ego de un padre?

-Sí, totalmente. No es algo que se destaque especialmente, pero es totalmente consciente. Con Atlántico, no. Fue porque me gustó la foto. Pero luego sí que evité aparecer. En este último lo único que le dije al diseñador es que no quería salir, que hiciera lo que quisiera.

-En «Paramales» (2015) quería ver la música con ojos de niño. En «Sueños y pan» (2017) aparece la mirada de padre. ¿Ha cambiado?

-Puede ser. Pero si te fijas, Jaguar es una proyección de un padre en la mirada del niño. Siempre buscas al niño que tu fuiste. Se dice que con los años pierdes la libertad y la falta de prejuicios. Yo tengo una constante lucha contra eso, porque la tendencia con el tiempo es a dejar las cosas como están y asumir que fueron siempre así y que no van a cambiar. Es bueno esforzarse por poner el palo en la rueda a esa idea.

-El nuevo disco habla de la vida de hogar, pero siempre con la necesidad de escapar de vez en cuando.

-Tiene que ver con ese no dejarse llevar. Yo siempre tengo esa cosa gallega de sí pero no y no pero sí. No es que de repente esté en casa y diga: «Esta es mi vida y ya no voy a salir nunca más». En los años anteriores estuve de saltimbanqui girando por toda América. Tiene que haber tiempo para todo. Me tocó un ciclo un poco más hogareño. Hice una gira en México y Colombia y me di cuenta que no estoy ahora para eso. Me apetece más estar aquí, en la península y tener una vida más ordenada en lo geográfico. No estoy como hace siete años, donde me iba a San Francisco dos semanas y dos meses en Nueva York, para luego conocer Brasil. Pero eso no significa que vuelva a pasar dentro de cinco años.